Desenmascarando los superalimentos

Algunos alimentos declaran supuestas propiedades que van más allá de la nutrición y prometen diversos beneficios para la salud, como si fueran medicamentos. El dietista-nutricionista Daniel Ursúa explica por qué estos "superalimentos" no existen.

25.02.2019

 

Resumen Cada vez es más habitual encontrar productos y alimentos que prometen infinidad de beneficios y propiedades. Son los llamados superalimentos. Este tipo de productos suelen resaltar su alto contenido en vitaminas y minerales. Suelen hablar de sus efectos sobre el estado de ánimo o el sistema inmunológico, aunque sabemos que la influencia de la alimentación sobre estos aspectos es muy limitada. Pero estos superalimentos no son más que una estrategia comercial. Además, con una alimentación adecuada, no necesitamos preocuparnos por nuestras necesidades de vitaminas y minerales, porque quedan sobradamente cubiertas. Debemos desconfiar, por tanto, de aquellos productos que se anuncian de esta forma.

 

El kale es alimento muy saludable pero no es un superalimento.

 

Superalimentos. ¿Quién no ha oído hablar de ellos? Algunos, como el ajo, la cebolla, o el jengibre, son ampliamente conocidos. Sin embargo, hay otros, como el Kale, Kelp, Goji y la Combucha, que pueden parecer la alineación de un equipo de fútbol de algún país exótico. Pero no: todos ellos, conocidos o no, son alimentos o ingredientes a los que se les atribuyen propiedades saludables que van más allá de lo que la ciencia ha podido evaluar y confirmar. ¿Existen entonces los superalimentos? La respuesta rápida es no. Los superalimentos, como los superhéroes, no existen. Pero veámoslo con detalle.

Desde la famosa cita de Hipócrates “Que tu alimento sea tu medicina”, la medicina se ha desarrollado muchísimo, y la forma en que se evalúan los tratamientos, también. Aún así,  se sigue atribuyendo a ciertos alimentos un mayor poder del que la ciencia ha podido verificar.

En la década de 1980, Japón quiso hacer frente a los elevados costes sanitarios desarrollando el concepto de alimentos funcionales. Actualmente, el Instituto Internacional de Ciencias de la Salud de Norteamérica (International Life Sciences Institute, ILSI) los define como “alimentos que, en virtud de nutrientes fisiológicamente activos, proporcionan beneficios para la salud más allá de la nutrición básica”. A pesar de que en la literatura científica no existe una definición generalmente aceptada de superalimento, ambos conceptos se solapan, pues los superalimentos no sólo pretenden cubrir requerimientos nutricionales, sino que dicen poseer variopintos efectos beneficiosos.

 

Al evaluar los alimentos funcionales y los llamados superalimentos, el resultado suele ser el mismo: no se confirman sus supuestos beneficios, o al menos no de forma tan categórica

 

En cualquier caso, cuando se evalúan adecuadamente tanto los alimentos funcionales como los llamados superalimentos, el resultado suele ser el mismo: no se confirman los supuestos beneficios del consumo de dichos alimentos, o al menos no de forma tan categórica.

Una revisión amplia sobre 17 superalimentos que decían disminuir el riesgo de síndrome metabólico, en la que se identificaron hasta 113 estudios relevantes, no pudo concluir que alguno de ellos contara con suficientes pruebas para demostrar su eficacia. Por ejemplo, aunque la tradición relaciona el consumo de ajo con multitud de efectos beneficiosos, la ciencia no ha confirmado estos beneficios en enfermedades como la gripe, la hipertensión o el cáncer.

Incluso encontramos casos como el del kale. Como otras hortalizas de su familia, hay evidencias de algunos de sus beneficios, por ejemplo, reduciendo el riesgo cardiovascular, pero no de que  sea un superalimento. En muchos casos, este tipo de productos no tienen más propiedades que otros. Sencillamente tienen mejor marketing y venden algo que todos queremos comprar:  tiempo y comodidad, máximo rendimiento a cambio de mínimo esfuerzo. Es la idea de la que se valen las dietas milagro, como por ejemplo la détox, una dieta que, por cierto, tampoco sirve para nada e incluso puede ser perjudicial.

 

¿Cómo evaluar las declaraciones atribuidas a los superalimentos?

Tal y como se indica en el apartado de Pautas para interpretar críticamente la información de Nutrimedia, aprender a analizar mejor las prometedoras declaraciones de salud, puede ayudar a identificar superalimentos fraudulentos. No serviría de mucho escoger algunos alimentos de los mencionados y explicar por qué no son superalimentos. Pronto pasaran de moda y habrá otros nuevos en el mercado. Más útil es saber reconocerlos y evaluarlos. Veamos cómo.

 

  • Si prometen todo, muy posiblemente no sean nada prometedores

Es muy habitual que estos productos prometan un sinfín de beneficios. Desde cuestiones objetivas y empíricas, como mejorar el tránsito intestinal, hasta cuestiones más subjetivas, como aumentar la felicidad, mejorar la capacidad de atención o, sencillamente, aumentar la energía. Muy posiblemente los resultados espectaculares sean fruto de exageraciones de estudios pequeños o de estudios de baja calidad.

 

  • “Una nueva investigación demuestra”

Rara vez una sola investigación consigue demostrar algo, y la última investigación no tiene por qué ser la mejor. Lo importante es hacia donde apunta el conjunto de las pruebas, no sólo una, ni la última. Los estudios en animales no sirven para demostrar eficacia en humanos y los estudios en humanos no siempre son generalizables al conjunto de la población.

 

  • Nutrientes comodín

Aunque es mejorable, nuestra legislación alimentaria es muy buena. Por ello, en Europa, cada mensaje saludable asociado a un determinado producto está regulado, y hasta la fecha pocos alimentos han conseguido una evaluación positiva para poder decir que disminuyen el riesgo de una enfermedad.

Además, el hecho de consumir cierta cantidad de un nutriente, no quiere decir que vayamos a asimilar toda esa cantidad. Tampoco implica que vaya a parar allí donde se pretende que actúe. Y no siempre el efecto medido es realmente importante. 

Desde 2006, sólo se han aceptado poco más de 10 declaraciones de reducción del riesgo de enfermedad, mientras que decenas de superalimentos han fracasado en la evaluación de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria. Sin embargo, hecha la ley, hecha la trampa. Actualmente, añadiendo algunos nutrientes a los alimentos, se pueden hacer varias declaraciones de salud. Por este motivo, no es raro que muchos de estos productos tengan vitaminas o minerales añadidos. Además, lo más habitual es que dichas vitaminas y minerales se puedan encontrar en otras fuentes mucho más comunes.

 

Conclusión

Tenemos a nuestra disposición gran cantidad de alimentos para cubrir sobradamente nuestras necesidades. Además, los alimentos de proximidad mantienen mejor sus propiedades y apoyan la sostenibilidad. También es necesario recordar que una buena alimentación basada en vegetales y frutas, junto con el ejercicio físico, son la mejor garantía para mantener la salud. Esto no es cool, no tiene tanto marketing detrás, pero está ampliamente contrastado y puede adaptarse a todo tipo de bolsillos.

A pesar de lo dicho, los superalimentos pueden existir. Pueden ayudar a salvar vidas, prevenir la ceguera e, incluso, contribuir a acabar con el hambre en el mundo. Son los transgénicos y la evidencia muestra que son seguros.

Tiene algo de paradójico que, por un lado, se inventen propiedades para vender productos que no necesitamos y, al mismo tiempo, se inventen otras para generar miedo y frenar el desarrollo de alimentos que podrían aportar mucho.

 

Daniel Ursúa es dietista-nutricionista, divulgador y autor del blog Nutrihabits

 

 

 

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