Atrás ¿Cómo aprendemos los rituales sociales en la infancia?: lo analiza una investigación impulsada por la UPF

¿Cómo aprendemos los rituales sociales en la infancia?: lo analiza una investigación impulsada por la UPF

El estudio contribuye a explicar por qué las personas adoptan rituales sociales (saludarse con la mano, besarse al encontrarse con familiares y amigos...) que no responden a una lógica estrictamente racional e instrumental y por que los niños aprenden y adquieren estas conductas. La investigación, que parte de un experimento con bebés de 15 meses, está liderada por Jesús Bas, investigador del Center for Brain and Cognition (CBC) de la UPF, en colaboración con Olivier Mascaro (CNRS de París).

28.02.2024

Imatge inicial

¿Por qué los niños y niñas aprenden comportamientos o convenciones sociales como saludarse moviendo la mano o dándose besos y abrazos? Una investigación impulsada por el Center for Brain and Cognitition (CBC) de la UPF ha analizado cómo los bebés aprenden comportamientos como estos, que no son estrictamente racionales, ni instrumentales, durante su proceso de socialización en comunidad.

Los resultados de esta investigación se exponen en el articulo Infants are sensitive to the social signaling value of shared inefficient behaviors publicado en la revista Scientific Reports. Su autor principal es Jesús Bas, investigador del CBC del Departamento de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones de la UPF, que lo ha elaborado conjuntamente con Olivier Mascaro, investigador del Integrative Neuroscience and Cognition Center del CNRS de París.

El estudio contribuye a explicar por qué las personas no seguimos siempre los principios de racionalidad, es decir, por qué no siempre actuamos de la forma más eficiente posible para conseguir nuestros objetivos. Los resultados sugieren que los niños y niñas aprenden y mimetizan conductas y gestos por el valor social que tienen más allá de su eficiencia, como por ejemplo saludarse con la mano o besarse al encontrarse con personas conocidas.

Más de una treintena de bebés de 15 meses participan en el estudio

En una primera parte del estudio, donde participaron más de una treintena de bebés, se examinaba la reacción de los ninos y niñas ante personajes animados que interactuaban entre ellos después de realizar acciones más o menos eficientes. Concretamente, los bebés veían dos muñecos que tenían la misión de localizar una estrella dentro de un laberinto. Uno de los muñecos, el eficiente, seguía la vía más directa para ir a buscar la estrella y el otro, el ineficiente, daba más vueltas de las necesarias. Luego los bebés veían como un tercer personaje, el observador, se acercaba a los otros dos muñecos. En ese momento, los investigadores observaron que los más pequeños se sorprendían cuando el observador se acercaba al muñeco ineficiente, pero que veían normal que se acercara al eficiente.

En una segunda fase del estudio, se hizo una pequeña modificación: el observador imitaba a los dos primeros muñecos, es decir, también actuaba eficiente e ineficientemente. En ese caso, los bebés reaccionaron de la forma contraria: se sorprendían cuando el observador, ahora imitador, se acercaba al muñeco eficiente, pero veían normal que se acercara al ineficiente.

La reproducción de conductas que no se explican por una lógica racional e instrumental puede interpretarse como una marca cultural

A partir de estos resultados se puede concluir que las personas, ya desde la pequeña infancia, entienden que es poco probable que dos personas hagan por casualidad una misma conducta ineficiente, y que si dos personas actúan de forma ineficiente, es probable que sean amigas. A partir de ahí, acaban deduciendo que existen motivos sociales que explican este tipo de conductas, relacionados con las convenciones culturales de cada comunidad y que a menudo tienen funciones comunicativas. Así pues, la reproducción de conductas ineficientes es socialmente informativa y se convierte en una marca cultural que puede identificar a la comunidad de pertenencia.

En su conjunto, el estudio revela la siguiente paradoja sobre los comportamientos ineficientes. Cuando los realiza un individuo en solitario pueden ser evaluados negativamente, pero cuando son llevados a cabo por varios individuos a la vez se interpreta que se debe al fuerte vínculo que los une y a los rituales sociales que comparten. Los investigadores indican que los niños podrían ser capaces de comprender en qué circunstancias sociales concretas los individuos acaban reproduciendo conductas no instrumentales. Por ejemplo, en la vida real, pueden comprender que está socialmente aceptado besar para saludar a personas conocidas pero no desconocidas.

El estudio contribuye a explicar por qué los rituales sociales se transmiten entre generaciones

Los resultados del estudio también son relevantes para explicar el proceso de imitación de comportamiento de los niños y niñas (por motivaciones sociales, mecanismos sociocognitivos...). Uno de los factores que facilita que los niños y niñas aprendan estos comportamientos ineficientes relacionados con los rituales sociales es precisamente que suscitan una reacción de sorpresa en un primer momento. Estudios neurocientíficos previos ya han demostrado que el desajuste entre lo que se espera y lo que se observa y la sorpresa que esto provoca contribuye al proceso de aprendizaje.

Por último, los resultados del estudio ayudan a entender los motivos por los que los comportamientos aparentemente irracionales se mantienen estables a lo largo del tiempo generación tras generación, por su capacidad de señalización social.

Artículo de referencia

Bas, J., Mascaro, O. Infants are sensitive to the social signaling value of shared inefficient behaviors. Sci Rep 13, 20034 (2023). https://doi.org/10.1038/s41598-023-46031-0

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