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Lliçó de graduació de Paz Battaner Arias, catedràtica de Llengua Espanyola de la Universitat Pompeu Fabra.
Acte acadèmic de graduació 1999

Estudiants de la promoció 1999 de la Universitat Pompeu Fabra, us parlo encara com a estudiants, ja que en aquest acte rebreu formalment els diplomes dels estudis que ja heu acabat i amb aquesta cerimònia es tanca simbòlicament la vostra permanència a la Universitat.

Us parlaré en castellà, com parlo habitualment als meus estudiants.

Creo que no me equivoco si os digo que vuestros años entre nosotros han pasado entre palabras; palabras habladas y palabras escritas. El género humano habla y el lenguaje se ha representado siempre por la palabra: los hombres viven entre palabras. Hoy, que nos gusta hablar del medio ambiente, ¿qué entorno más cercano al hombre que las palabras que dice, que escucha, que le envuelven?

Pero en los años de universidad esta envoltura de palabras es aún más acusada: clases, si no sermones; lectura; trabajos; apuntes; proyectos... todo con palabras. Profesor, precisamente, quiere decir “el que habla abiertamente, el que declara y aclara”. Fuera (pues todo centro educativo, aunque no lo pretenda, toma aspecto de útero, interno y cerrado) viviréis también entre palabras, naturalmente, pero lo que contará serán los intentos, los quehaceres, las decisiones, los hechos; acciones que se manifiestan de otra manera y no siempre con palabras.

Es posible que muchos de vosotros, en algún momento, que siempre los hay, de“demasiada” palabrería en clase, entre compañeros..., hayáis dicho como el príncipe Hamlet cuando ha meditado y tiene ya decidida su acción: “palabras, palabras, palabras”. Que hayáis rechazado la palabrería y hayáis también deseado acción, y no palabras.

Ya estáis en el momento de la acción, habéis terminado una larga preparación para ella, y quiero haceros pensar, como despedida, en las palabras entre las que habéis vivido; para que, si lo logro, las améis y os acompañen.

Las palabras suelen ser monedas de cambio en que no se pone ningún interés: sirven para conseguir otra cosa y esto es bastante, si se logra lo que con ellas se persigue. Pasan por nuestra boca o llegan a nuestros oídos sin que las advirtamos (como si tuvieran sonidos transparentes); la mente está ocupada en el objetivo que en ellas ponemos o en el que pone nuestro interlocutor. Las palabras pueden merecer atención, sin embargo, alguna vez. Se prefiere una a otra de significado parecido porque es más precisa, porque es más nueva y no arrastra lastre, porque suena mejor, porque es más eufónica, porque en ella se ve un matiz que en otras no se encuentra; guardamos ciertas palabras “como oro en paño”. Os pido un poco de atención ahora para algunas palabras que os han rodeado, que podéis abandonar por demasiado conocidas, que vais a dejar si no veis en ellas toda la historia y todo el potencial de relaciones que encierran. Nuestras lenguas son viejas, pero siempre están en disposición de decir cosas nuevas. Os voy a poner un ejemplo.

Vuestra, nuestra, universidad, la Universitat Pompeu Fabra, cumple este curso diez años. ¿De dónde viene, qué capacidad significativa genera esta palabra, diez, que encontramos en el aniversario que queremos festejar, que nos impone recapacitación para seguir adelante? Viene de una raíz dekm- que se supone en el indoeuropeo, porque aparece en muchas lenguas de este tronco lingüístico, desde el sánscrito hasta nosotros, pasando por el armenio, las lenguas del tronco céltico, como el irlandés y el galés, las germánicas, como el alto alemán, o bálticas, como el lituano (y, desde luego, en griego y en latín), y siempre con el valor de “diez”. Según las diversas manifestaciones que toma esta única raíz encontramos década, decálogo, decano (en catalán degà), o el mes de diciembre (en el que estamos, ¡qué casualidad!), en todos los derivados de diez: once, doce, duodécimo. Pero la misma raíz, en otra forma, se esconde también en dinero, ”moneda de plata equivalente a diez ases”; con pérdida de la d-, la encontramos en cuento, antigua palabra para ciento, en los –ginta latinos de “treinta, cuarenta, cincuenta...” lo que nos augura muchos años por venir para nuestra universidad si es que su diez se transforma en -ginta. En otra forma y con un sufijo aparece la misma raíz de origen griego hecto-: hectómetro, etc. o en centum, en latín: centenaria... el futuro de lo que será esta universidad. La raíz original de la voz diez informa hoy palabras diferentes; su significado se ha diversificado y multiplicado, manteniendo lazos que son muy esperanzadores si los ligamos al aniversario de la Universitat Pompeu Fabra. Para Vitruvio, el diez encarna el sentido del número perfecto y es este sentido el que intentamos desvelar en la conmemoración de estos primeros diez años.

Como veis, las voces, hasta las más prosaicas, establecen relaciones si se sigue algo su historia desde el origen. Os invito a hacer un rápido recorrido por algunas voces que os han sido habituales en estos años que han acabado para vosotros, los de vuestra formación. De dónde vienen, su etimología, y con qué otras voces están emparentadas por su raíz; qué significaban, qué pueden significar y cómo os pueden acompañar.

Empecemos por la que ya ha salido, formación. Forma, en cuanto “molde” era lo que significaba originariamente en latín, tenía un sentido muy concreto y así lo encontramos en el formatge catalán, por el molde en que se pone al hacerlo, y ha tomado un sentido más abstracto y nuevo en forma, en cuanto “horma” flexible ante cada individuo al que adapta o embellece. La formación se logra con información, “dar forma metiendo dentro cosas de sustancia”, y espero que no con deformación “pérdida de forma deseada por meter cosas inconvenientes”, ni tampoco con conformidad, “demasiada igualdad”, pues las buenas formas son únicas e irrepetibles, como esas vasijas de los alfareros que resultan únicas por sus líneas, como las de Llorens Artigas, por recordar un artista cerámico cercano. De forma en latín deriva precisamente hermoso en castellano (procedente de formosus).

Las metáforas constituyen la historia de las palabras y son vínculos entre ellas. La educación, que hoy formalmente acabáis, ha tomado muchas palabras de la metáfora del “camino” y de lo que en él ocurre: os empezaron a educar en el mismo momento de nacer, pues educación, proviene de una raíz (deuk-) “conducir, llevar”, que encontramos en dúctil, “que se deja conducir”; ducho, “acostumbrado, conocedor del camino”, y, por eso mismo, “experto”, y toda la serie de –ducir: conducir, deducir, inducir, introducir, producir, traducir... seducir, reducir. El latín educo, con la preposición ex, era “sacar adelante, empujar, instruir”. Si estáis aquí es porque os han puesto al principio en un camino y os habéis dejado conducir, os habéis dejado educar a lo largo de ese camino.

La metáfora del camino es patente también en curso y en carrera ¿Qué tienen estas voces para acompañaros en vuestro futuro? Vienen las dos de la misma raíz indoeuropea (kers-, “correr”), que encontramos también en correo, cursor, cursar: curso, como el catalán cursa, es “carrera con una meta”. También de esta misma raíz indoeuropea, discurrir. ¿Veis qué curiosa asociación entre curso, carrera y discurrir? La carrera latina era un camino, un camino ancho, para los carros de entonces, una autopista; y ésta ya sin meta, toda una vida por delante... Hasta ahora vuestro camino ha estado preparado, fijado, curso a curso; a partir de ahora el camino no está hecho, ya “no hay camino, se hace camino al andar.(…) no hay camino, sino estelas en la mar”. Cuando las personas están listas para inventarse el camino, para andar y hacer nuevos caminos, para seguir sólo estelas de otros caminos admirados (vuestra situación a día de hoy), la sociedad, a través de la institución que ha llevado a cabo la educación, os da una licencia, un diploma.

Pues tener una licenciatura es obtener una “licencia”, “un permiso de partida con posibilidades de hacer cosas”, es obtener libertad, en suma. ¿No sentís ahora esa libertad como aliciente y como riesgo? Diploma significaba en el viejo latín “documento oficial”, “papel doblado”, “certificado que se daba a los soldados al licenciarse, y que constaba de dos placas de bronce unidas y dobladas una sobre la otra, conteniendo privilegios y prerrogativas”. Se os reconoce en estos documentos la facultad, pues que la habéis obtenido, la facilidad para apropiaros del camino, y para ello lleváis la licencia y el diploma que os atribuyen esta facultad y esta libertad ganadas; no olvidéis que son privilegios.

El viaje que siempre sugiere el camino aporta también acompañamiento, compañeros.

Tanto es así que también en estos años que dejáis habéis aprendido lo que es el compañerismo (lo que es la vida entre compañeros, “los que comen el mismo pan”), condición que nos hace iguales; condición que tanta falta hace en las relaciones entre los hombres: que todos comamos del mismo pan y podamos pensar por nuestra cuenta. Son las condiciones materiales las que dan igualdad; la libertad viene por la individualidad del pensar. Que el sentido profundo del compañerismo, igualdad y diferencia, aprendido en las aulas, lo traspaséis a vuestra vida.

Si la voz compañero encierra la voz pan, hay otras palabras entre las que habéis vivido que tienen también que ver con la nutrición, la tercera metáfora que suministra palabras a lo que son los años de estudio. Por ejemplo, materia es de la misma raíz que el latín mater, (madre, matrimonio, matrícula); en latín, materia era “tronco de árbol”: madera y materia. “¡Más madera!”; necesitaréis mucha madera para el camino, asuntos que os den energía, como la madera con que alimenta el fuego Groucho Marx; eso son las materias que habéis cultivado en vuestra carrera, las que os han suministrado información; de ellas sacaréis energía y aprenderéis a encontrar otras energías (hoy se exigen energías alternativas), otras materias.

Este significado de necesidades que alimentar está aún más claro en la voz alumno. Del latín alo, “alimentar”, vienen alimento, almo (“que alimenta”) y alumno (“el que es alimentado”). Enlazado directamente con la vieja expresión medieval alma mater, pues la universidad se ha concebido como la madre nutricia, la amamantadora, alimentadora. Vais bien pertrechados para el camino, bien alimentados y bien nutridos. Cuando os encontréis faltos de energía, faltos de alimentos, la universidad procurará, con un nuevo tipo de relación con vosotros, que sigáis encontrando en ella refuerzos.

Las metáforas del camino y la del alimento nutricio encierran la visión hacia atrás que esta ceremonia impone y el proyecto de futuro que esta ceremonia ritualiza. La educación es una institución eminentemente tradicional, de un camino recorrido una y mil veces. Pero es una institución que busca siempre el porvenir, el camino nuevo, el desconocido, el no recorrido. Y entre las palabras que ahora estamos recorriendo porque han estado en vuestra boca durante los años pasados hay también otras que miran el tiempo por venir.

Si empezábamos con educación, quiero acabar con las voces estudio, estudiante, porque en ellas se alberga este sentido de dirección hacia adelante (de la raíz indoeuropea (s)teu-, “empujar”, en grado cero con alargamiento, *stud-e-), en latín studium: “afición por algo”; etimológicamente, “acto de ser empujado hacia delante”. “La ocupación del ánimo asidua y entusiasta aplicada con voluntad a algo que merezca la pena”, es decir, el estudio, la afición que impulsa para el camino nuevo que tenéis por delante.

UPF es una institución de su tiempo, es una universidad de la década final del siglo XX; es una institución joven, pero eso no le facilita usar palabras que no estén en la vieja tradición. No hay tradición sin vida que la aliente hacia adelante; no hay verdadera escuela sin aliento, sin espíritu, pues se cae en un escolasticismo huero; no hay buena formación sin horma flexible, y estas palabras entre las que habéis vivido son tradicionales pero están encendidas, están vivas, albergan sabiduría elemental y pueden seguir dando forma a las experiencias que a partir de ahora serán vuestra vida, dando alimento a las necesidades — los eternos alumnos que somos los humanos—, ayudando también a compartir “pan” de compañerismo, a sentir la vida como camino que uno se hace, ofreciendo siempre un impulso para avanzar por él. Este empuje que habéis recibido en esta universidad es el estudio, afán libre, afición.

Lo mejor que os puedo desear es que este afán, que esta afición os acompañen toda vuestra vida.

Palau de la Música Catalana

14 de desembre de 1999