5. Calidoscopio

Es necesario adaptarse a un mundo profesional que experimentará una profunda transformación

min
Clara Cortina

Clara Cortina,
vicedecana y responsable de innovación docente del Departamento de Ciencias Políticas y Sociales

Las nuevas herramientas de inteligencia artificial (IA) han entrado en escena haciendo mucho alboroto y trastocando muchas de las ideas que teníamos hasta ahora sobre la relación entre tecnología y sociedad. Las valoraciones que se están haciendo desde diferentes instancias estos últimos meses son diversas y oscilan entre las más entusiastas a las más catastrofistas. Son valoraciones que plantean el impacto que la inteligencia artificial y su “democratización” puede tener en múltiples ámbitos de nuestra vida en sociedad, así como sus consecuencias medioambientales. En este artículo me centraré exclusivamente en el ámbito de la educación universitaria y adoptaré una perspectiva que considere los posibles impactos tanto a corto como largo plazo.

A corto plazo, hay un amplio consenso sobre la necesidad de adaptar nuestros sistemas de evaluación y nuestras metodologías de aprendizaje ante las oportunidades que la inteligencia artificial brinda a estudiantes y docentes. En mi opinión, es un reto importante pero asumible y no radicalmente nuevo, puesto que en materia docente estamos innovando constantemente. De hecho, ya hemos recorrido mucho camino hacia un aprendizaje más autónomo por parte de los estudiantes y hacia una enseñanza de los criterios para hacer un buen uso de las nuevas tecnologías de acceso a la información que han ido apareciendo. Por supuesto, el nuevo marco de la IA obligará a ser todavía más creativos para satisfacer dos objetivos elementales pero irrenunciables: que los estudiantes aprendan a escribir en un mundo con generadores de texto a su alcance y que los estudiantes y docentes desarrollen una capacidad crítica hacia las fuentes de información de origen humano o artificial.

El nuevo marco de la IA obligará a ser todavía más creativos para satisfacer dos objetivos elementales pero irrenunciables: que los estudiantes aprendan a escribir en un mundo con generadores de texto a su alcance y que los estudiantes y docentes desarrollen una capacidad crítica hacia las fuentes de información de origen humano o artificial.

Se hace más difícil de calibrar los impactos a medio y largo plazo, pero parece razonable pensar que aquí los retos serán mayores y que nos llevarán a replantear nuestra oferta docente. Replantearla desde el punto de vista de los contenidos y planes de estudios de cada titulación para que estos no queden obsoletos y cubran las nuevas necesidades de los que ejercerán las profesiones con otros parámetros y herramientas. Y también desde el punto de vista del abanico de titulaciones, de grado y de posgrado, que ofrecemos en nuestra universidad. De una manera u otra habrá que ajustarse a un mundo profesional y laboral que experimentará una profunda transformación y en el cual, según lo que apuntan algunos estudios recientes, muchas profesiones se verán afectadas. En este nuevo contexto, ¿qué estudios continuarán siendo atractivos o tendrán un nuevo impulso?, ¿cuáles perderán interés?, y, todavía más importante, ¿qué de nuevos surgirán? Es difícil de prever con certeza, pero a buen seguro que hará falta mucha flexibilidad para adaptarnos.