El lenguaje es cultura. Es una obviedad. Pero tiene implicaciones profundas. Significa que cambia y evoluciona, que responde a su tiempo. Algunas de estas transformaciones son paulatinas, apenas evidentes. Otras son bruscas. O más bien, urgentes. 

Desde los feminismos y los movimientos LGBTIQA+ nos hemos dado cuenta de que la manera como hablamos o escribimos contribuye, por un lado, a la invisibilización de las mujeres, y, por el otro, a la perpetuación del binarismo. El género neutro –con la “x”, la “i” o la “e”– gana terreno en la actualidad como herramienta de inclusividad y justicia. La ministra Irene Montero lo usa con asiduidad; también aparece en el prime-time de Telecinco, en RTVE, o en las series de las nuevas plataformas; mientras que la RAE, como no, ha rechazado su inclusión en la oficialidad. 

La reacción, más allá de la Real Academia, es fuerte y violenta; y parece olvidar, por momentos, que nuestro único objetivo es mejorar la vida de aquellas personas que siguen siendo sistemáticamente rechazadas por el lenguaje. Pero usar el lenguaje inclusivo es, a la vez, obviamente complicado. Se escapa de cualquier educación que la mayoría de nosotres hemos podido recibir. La selección que incluimos aquí busca resolver dudas y animar a usarlo. Lo hace mediante dos manuales prácticos (para el español y el inglés), y un ensayo fundamental, Lenguaje inclusivo y exclusión de clase (Brigitte Vasallo. Larousse, 2021), que nos recuerda que dificultad e inclusividad son antónimas. Que cualquier intento de un lenguaje para todes ha de ser precisamente eso, para todes.