Homeopatía: cómo convertir el agua en oro

La venta de productos homeopáticos desde el punto de vista del negocio implícito

A raíz de la publicación de un manifiesto en el un grupo de farmacéuticos se posicionaba contra la homeopatía, se reaviva el debate sobre la validez de esta disciplina. La ciencia considera los remedios homeopáticos como placebos que siguen existiendo dada su rentabilidad

Valentina Raffio

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En 1844 Karl Marx decía que la religión es el opio del pueblo. Aquella afirmación tan polémica a la vez que categórica quería poner de manifiesto la necesidad del ser humano de tener fe en algo, aunque aquello en el fondo resulte un engaño. A pesar del cambio de contexto, hoy en día esta idea sigue igual de vigente que entonces. En un mundo en que los ritmos naturales del hombre se han visto alterados por las circunstancias, parece cada vez más evidente que la naturaleza del ser humano ha quedado algo descompuesta. Un gran síntoma de ello es el auge de enfermedades crónicas a las que la medicina actual no ha sabido dar solución. Ante esta situación, la gente busca respuestas incluso donde no las hay. Y es justamente en este vacío (casi existencial) donde surgen “alternativas” que intentan dar respuesta a todos estos problemas. En los últimos años ha habido una terapia alternativa que ha llamado la atención por encima de las otras: la homeopatía, una pseudociencia capaz de convertir el agua en oro.

 

Esta autodenominada “medicina alternativa” tiene su origen en postulados del siglo XVIII. Su base teórica se encuentra en el principio de similia similibus curentur, lo similar cura a lo similar. En su origen, su fundador Samuel Hahnemann planteó que el remedio para una enfermedad está en la sustancia que la causa. Es por ello que formuló un principio según el cual al diluir las moléculas causantes de una enfermedad en una millonésima parte, esta misma agua podía ser la cura de la enfermedad. A efectos prácticos, la homeopatía plantearía que al diluir un millón de veces una gota de café en agua, esta dilución podría servir de cura para el insomnio.

 

Con el pasar del tiempo y la aplicación sistemática del método científico, las teorías de Hahnemann han sido ampliamente refutadas hasta el punto de que hoy en día se considera esta “medicina alternativa” como una pseudociencia. De hecho, los estudios actuales apuntan que no existe prueba de que la homeopatía tenga una eficacia superior al placebo. Una revisión de 110 ensayos clínicos con productos homeopáticos para distintas dolencias, publicada en la revista The Lancet en 2005, puso de manifiesto que las pruebas de la eficacia clínica de estos remedios eran muy débiles en comparación con las medicinas convencionales para las mismas dolencias. De todos estos ensayos, eran precisamente los de mayor calidad (una veintena) los que demostraban menor eficacia. Los efectos clínicos considerados de mayor calidad eran, en todo caso, compatibles con la idea de que estos efectos se deben al efecto placebo. En este mismo sentido, cabe destacar que la homeopatía se centra principalmente en la cura de enfermedades con una evolución errática o que se solucionan con el tiempo. Un resfriado, por ejemplo, se pasa en una semana con o sin medicamentos. Incluso Boiron, uno de los principales fabricantes de productos homeopáticos, se vio forzado a reconocer que no existen pruebas  que expliquen cómo sus medicamentos interaccionan con el organismo humano y que, por lo tanto, no pueden explicar con certeza el funcionamiento de ellos. Debido a estas afirmaciones, en 2012 esta empresa tuvo que pagar 12 millones de dólares a un colectivo de usuarios para evitar enfrentarse a un juicio por publicidad engañosa.

 

La falsa homeopatía

La gran paradoja actual de la homeopatía reside en su contradicción. Si echamos un vistazo rápido a la composición de un producto homeopático, podemos observar como en la práctica esta disciplina traiciona sus propios principios. La mezcla homeopática que se vende ya no es una dilución clásica, sino que se le añaden principios activos. Es decir, un medicamento homeopático contra el insomnio (más allá de la dilución) también tiene principios activos de diferentes plantas como el acónito, la caléndula y la valeriana, entre muchos otros. Mientras que la homeopatía podría parecer (para bien y para mal) inocua, con la introducción de principios activos reales en sus composiciones se juega con fuego. Determinados principios activos provenientes de plantas pueden producir importantes efectos secundarios o bien alterar el funcionamiento de un medicamento. En estos casos, ya no deberíamos contemplar la homeopatía como una terapia totalmente inocua, sino como una alternativa peligrosa. Por ejemplo, el uso de los principios activos del ginseng podría interactuar con antidiabéticos, anticoagulantes, estrógenos y corticoides, entre otros. Además, ante el uso de extracto de ginseng se han observado efectos secundarios como taquicardia, hipertensión, reacciones alergias e insomnio.

 

Con este cambio de rol, la homeopatía dejaría de considerarse como una pseudociencia inocua y pasaría a formar parte de aquellas terapias que – según prevé la ley – necesitarían pasar por un circuito de estudios y comprobaciones para demostrar tanto sus beneficios como sus efectos indeseados.

 

El auge de la homeopatía

Aun así, paseando por las calles de cualquier ciudad y prestando un poco de atención a los letreros de farmacias y otros centros sanitarios, podemos ver cómo la homeopatía ha conseguido hacerse un lugar en el mercado de la curación. Aunque esta disciplina no es consecuente con el conocimiento científico, existen profesionales que confían ciegamente en ella. Una prueba de ello es la cantidad de farmacias que ofrecen homeopatía. Actualmente, se calcula que todas las farmacias españolas pueden tener acceso a medicamentos homeopáticos en 24 horas.

 

A pesar del rechazo de la comunidad científica, esta autodenominada terapia alternativa ha sabido crearse un lugar en el abanico de remedios que se ofrecen. La prueba es simple, tan solo hace falta presentarse en una farmacia y pedir un medicamento contra una dolencia crónica, sea alergia, dolor de espalda o migraña. En muchos de los casos, el farmacéutico – tras nombrar un par de nombres incomprensibles – ofrece un remedio homeopático. Algo que a primera vista asusta menos. Cabe tener en cuenta que la  legislación vigente no limita la venta de medicamentos alternativos ni específica cómo debe efectuarse su comercialización. La única especificación que se hace al respecto es que este tipo de productos (de los cuales no se ha demostrado la eficacia) no pueden entrar por la Seguridad Social.

 

El negocio de vender agua

El gran dilema que plantea la homeopatía se basa justamente en su rentabilidad económica. A pesar del conocimiento generalizado sobre su ineficacia como medicamento, la venta de productos homeopáticos puede resultar muy beneficiosa para determinados colectivos. El valor de un producto homeopático puede oscilar entre los 5 y los 200 euros – según el criterio del fabricante – mientras que el precio de un medicamento financiado por a Seguridad Social lo fija el Gobierno. A efectos prácticos, una ampolla de homeopatía puede valer unos 20 euros, mientras que un medicamento convencional cuesta unos 5. En primer lugar, cabría destacar la diferencia entre el valor real y el valor de mercado de ambos productos. Para el desarrollo y la aprobación de un medicamento científico se necesitan seguir un largo proceso, que incluye estudios preclínicos y ensayos clínicos con personas, y cumplir una serie de requisitos sobre seguridad y eficacia. Y esto puede llegar a costar millones. En cambio, en el caso de la homeopatía el proceso de creación del producto se acaba tras las diluciones. Aún así, esta diferencia sustancial no se ve reflejada en el precio final del medicamento. De ahí el negocio de la homeopatía de vender agua a precio de oro.

 

Otra gran diferencia entre estos dos productos es el financiamiento que reciben. Cuando pagamos 5 euros por unas pastillas contra la alergia, tan solo aportamos una pequeña parte de su valor real. En estos casos, las farmacias adelantan la diferencia y esperan a que el Gobierno autonómico les devuelva este importe a final de mes. Sin embargo, debido a la reciente crisis económica, es cada vez más habitual que la autonomía no pueda hacer frente a esta deuda y retrase el pago en medida de lo posible. En este contexto, la homeopatía constituye un modelo de negocio rentable que puede conseguir sanear la economía de las pequeñas farmacias que no reciben grandes ingresos por parte del Estado.

 

Con la venta de estos productos las farmacias reciben un beneficio instantáneo, de la misma manera que cuando se vende cualquier otro producto no farmacológico. Por ejemplo, con la venta de una crema antiarrugas el farmacéutico recibe unos ingresos netos. Y lo mismo pasa con la homeopatía. Este factor puede jugar un papel fundamental en la dinámica entre farmacéutico y paciente. Es decir, en algunos casos se pueden llegar a favorecer productos que – aun sin estar cubiertos por la Seguridad Social ni estar avalados científicamente – generan un beneficio inmediato. El “agua con azúcar”, como  muchos la definen, no vale nada pero se vende a precio de oro.

 

Aun así, el quid de la cuestión no está en la oferta de estos medicamentos, sino en su demanda. En una sociedad en la que cada vez estamos más expuestos a los medicamentos, la gente intenta buscar soluciones aparentemente inocuas. Habitualmente, los medicamentos convencionales producen rechazo debido a su aspecto sintético y a sus innumerables efectos secundarios. Y en este contexto el “agua con azúcar”, como muchos la definen, parece no hacer daño. Sin embargo, cuando la homeopatía se vende como una solución a todo, se convierte en estafa.

 

Plantando cara

A principios del 2016, el debate sobre la homeopatía ha reaparecido con más fuerza que nunca. En marzo, la Universidad de Barcelona dio por cancelado su Máster en Homeopatía argumentando una falta de base científica. Esta decisión creó mucho revuelo tanto entre los partidarios como entre los detractores. Paralelamente al debate sobre la viabilidad de este máster, existen otras cuestiones que pasan más desapercibidas. Por ejemplo, cabe tener en cuenta que el Colegio de Médicos a día de hoy sigue contemplando una sección específica para esta disciplina, de la misma manera que lo hacen el Colegio de Farmacéuticos y otras instituciones del ámbito de la Salud. Actualmente, se calcula que existen 54 asociaciones de médicos homeópatas en España, de las cuales 18 están relacionados con los diferentes Colegios de Médicos. Esto demuestra que el debate sobre la homeopatía no ha hecho más que empezar.

 

Ante este contexto de difusión generalizada de esta terapia alternativa, un grupo de farmacéuticos agrupados bajo el nombre de FarmaCiencia han decidido rebelarse contra lo que ellos denominan “estafa”. Con ocasión del día internacional del farmacéutico, enviaron una carta dirigida al Ministerio de Sanidad, a los Colegios de Farmacéuticos y a los responsables de las sociedades científicas farmacéuticas para solicitar prohibición de venta de productos homeopáticos en las farmacias. Los argumentos de esta petición se basaban en criterios “científicos, técnicos, éticos y profesionales”. Una de las principales contradicciones en las que se hacía hincapié, se refiere al posicionamiento de la ley sobre el tema. Mientras que para la aprobación y la comercialización de los medicamentos científicos la legislación obliga a cumplir todos los estándares de calidad, seguridad y eficacia, en el caso de los medicamentos homeopáticos no ocurre lo mismo. En este manifiesto, se ponía sobre la mesa el dilema de permitir la venta de unos denominados “medicamentos” aun sabiendo que la ciencia no avala su eficacia.

 

En un principio, esta petición no obtuvo las respuestas que deseaba. De hecho, a día de hoy los principales colegios farmacéuticos se han negado a posicionarse sobre este tema debido, sobre todo, a su vinculación con profesionales de este ámbito. Cabe destacar que en su origen esta iniciativa fue apoyada por unos 100 profesionales del ámbito farmacéutico. Sin embargo, una vez publicada – y gracias al gran revuelo que ha tenido en los medios de comunicación – han sido muchos los profesionales que se han querido adherir a esta iniciativa. Un mes después de su publicación, la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria se ha unido al manifiesto, consiguiendo sumar unos 4.000 miembros a la petición. Farmaciencia ha conseguido una respuesta mucho más preciada que la de las instituciones sanitarias: ha conseguido despertar el interés del público.

 

Al fin y al cabo,  el gran problema que presenta la homeopatía es la falta de estudios bien diseñados científicamente que avalen su eficacia más allá del efecto placebo. Y paradójicamente, en el momento en que la homeopatía pretenderá ponerse a prueba como terapia alternativa para demostrar cómo funcionan sus remedios milagrosos en forma de capsulitas de oro blanco, mágicamente todo el encanto que vendía se volverá a convertir en una dilución que no es más que agua. Parafraseando: no es homeopatía todo lo que reluce.