Las palabras con una carga histórica compleja y antigua piden un poco de atención, aunque el pragmatismo sea la doctrina lingüística oficial y más aceptable. El sustantivo ética y el adjetivo ético dependen de una familia de palabras griegas antiguas (éthô y éthos), que significan “estar acostumbrado” y “costumbre”, y que, lejos de nuestras primeras intuiciones, deberíamos interpretar más bien en el sentido de lo que hoy llamaríamos tener carácter o (y esta es una palabra fea porque sí) personalidad. “Tengo la costumbre de...” es lo que me distingue, lo que constituye mi virtud o lo que me hunde en un desprecio merecido.
De una manera tan discutible como cualquier otra respecto a la formación histórica, los títulos con los que identificamos los libros antiguos, al menos un par de obras de Aristóteles terminaron titulándose ética, es decir, lo relativo al éthos. Actualmente, todo este entrelazado de palabras nos invita a pensar en el espacio del ser conscientes de cómo nos llevamos, del procurar cumplir reglas que protejan el principio de la voluntad y de la libertad individuales. Pero es posible que todo el entrelazado no tenga nada que ver con lo que había detrás de los griegos antiguos, que, para empezar, veían los problemas de la libertad y la voluntad de una manera bastante diferente de las ideas modernas.
Actualmente, la UPF se confronta con este espacio incierto, cargado de sentidos que no son necesariamente coherentes entre sí, y publica un código ético. El texto del Código es extraordinariamente sencillo. Quiero dar las gracias a todos los que el mismo texto del Código menciona por haber hecho este esfuerzo de contención, y de una manera especial al titular de la Secretaría General de la Universidad en esta fecha, el señor Pere Torra. Porque, en mi opinión, el Código Ético que presento hace pensar en lo que me parece más auténtico e
indiscutible de la palabra ética, que coincide con el significado más antiguo. Quiere decir: amigos y amigas colegas, hagan el favor de tener suficiente carácter para no incurrir en una gama impresentable de nuestras costumbres; personas amigas de la comunidad, sean suficientemente fuertes para no utilizar a los demás como una excusa, sino para tratarlos como un fin en sí.
Jaume Casals
Barcelona, noviembre de 2020