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Comunicado sobre las macrogranjas

27.01.2022

 

Desde el Centro de Ética Animal de la Universidad Pompeu Fabra observamos de forma positiva que se abra el debate sobre la producción industrializada de alimentos de origen animal. También celebramos la voluntad política y la corriente de opinión favorable para acabar con las macrogranjas –explotaciones intensivas con cientos o incluso miles de animales confinados en un muy reducido espacio. La mayor parte de los animales explotados en el sector alimentario, tanto terrestres como acuáticos, se encuentran en instalaciones de este tipo. El fin de las macrogranjas supondría el fin de la mayor de los daños, y entre los peores, que los seres humanos causamos a otros animales bajo nuestro control directo.

A este respecto, debemos recordar:

Las macrogranjas producen la concentración de sufrimiento animal mayor y menos justificable. Ello es así tanto por el numero de víctimas como por las características del confinamiento al que se somete a los animales, y que padecen durante toda su vida, ocultos a la vista y la supervisión publica. 

La carne no es necesaria para la salud. Las afirmaciones relativas a la necesidad de explotar animales para poder alimentar a los seres humanos obvian las muchas evidencias científicas y organismos que respaldan las dietas basadas en plantas, así como los millones de humanos que aplican estas dietas en beneficio de su salud.

Las macrogranjas son peligrosas. Favorecen la formación de enfermedades zoonóticas y además están ligadas a un uso intensivo de antibióticos y otros fármacos en los animales, con el consiguiente impacto en la emergencia de bacterias resistentes a estos fármacos.

Las macrogranjas son un atentado ecológico. Son un desastre desde el punto de vista medioambiental local, por la contaminación que producen, y también son un desastre global por su efecto sobre el calentamiento global. Y mientras que es muy difícil eliminar otras causas del calentamiento o la contaminación local, no es difícil no tener macrogranjas.

Las macrogranjas no dan empleo. las macrogranjas reducen el empleo, especialmente con respecto a la producción de alimentos basados en plantas (al reducir la extensión disponible para cultivarlas) y el turismo rural que desplazan. Tampoco son la esperanza del despoblamiento rural, sino todo lo contrario. Lo que se valora del mundo rural –la no industrialización, el aire limpio, la naturaleza sin contaminar– es precisamente lo que destruye una macrogranja –una aglomeración de animales sufriendo que emite gases y solidos nocivos.

La alternativa basada en plantas es una opción mejor. Lo es no solo desde el punto de vista ético, sino también económico y social. En este país tenemos un clima excelente para la producción de frutas y verduras, cuyo consumo aumenta cada día en los países desarrollados según se van conociendo las ventajas medicas de las dietes basadas en plantas y lo mucho que se ahorra a la salud publica con ellas. Podríamos convertirnos en una gran potencia en la producción de productos de origen vegetal. La civilización debe avanzar hacia una producción compasiva, ecológica y consciente de los riesgos para la salud. Las macrogranjas son justo lo contrario al progreso y debemos rechazarlas con firmeza.

Por este motivo, alentamos a la sociedad civil y a las instituciones políticas a fomentar el tránsito del sector alimentario desde la producción de proteína de origen animal hacia la producción de alimentos de origen vegetal respetuosos con el medio ambiente.

Descargar el comunicado.

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