Los seres humanos fueron en el pasado una pequeña minoría rodeada de millones de otras especies. Los otros animales nos inspiraban emociones diferentes que iban desde el miedo y el temor a la empatía o incluso la amistad. Los humanos admiramos la belleza y la inteligencia de los otros animales, y muchas personas afirman sentir amor por ellos. Desafortunadamente, también hemos reducido drásticamente el número de especies existentes y hemos pasado de comer presas de vez en cuando a construir granjas industriales impulsoras de una dieta basada en la carne que, además de causar enorme sufrimiento a los animales, tiene consecuencias desastrosas sobre el medio ambiente, las enfermedades globales y el hambre en el mundo. Además, usamos animales para el entretenimiento y en todo tipo de experimentos, incluyendo pruebas realizadas con fines triviales.

Al mismo tiempo, la humanidad ha hecho enormes progresos éticos. Hemos pasado de pensar que no hay que golpear o hacer trabajar demasiado duro a esclavos y mujeres a rechazar la esclavitud y defender la igualdad de género y de raza. Nos hemos dado cuenta de que no sólo es nuestra tribu la que importa, y hemos comenzado a ver que algunos principios éticos tienen validez más allá de una nación, una generación o una especie. Y mientras entre los filósofos antiguos sólo algunos individuos con visión de futuro argumentaban en defensa de las mujeres y los animales, hoy en día casi nadie niega que el sufrimiento de los otros animales importa, ni que se pueda pasar por alto los intereses de un individuo por el mero hecho de pertenecer a otra especie. La ética animal se enseña hoy en día en las principales universidades de todo el mundo y es un campo de estudio cada vez mayor no sólo en filosofía, sino también en política, sociología, psicología, comunicación, etología, biología evolutiva, literatura, educación y derecho –sobre todo desde que el Tratado de Lisboa (2009) reconoció la relevancia jurídica del sufrimiento de los animales para la legislación europea.

Pese a nuestros esfuerzos, todavía tenemos prejuicios inconscientes de tipo sexista y racista y somos, incluso con mayor frecuencia, presa de prejuicios antropocéntricos o especistas. Este tipo de sesgos ideológicos afectan no sólo la forma en cómo percibimos el mundo y diseñamos instituciones y doctrinas morales, sino incluso la forma de hablar, enseñar y divulgar las noticias. La detección de los prejuicios antropocéntricos y especistas en las diversas esferas sociales, así como la comprensión de los diferentes impactos que las industrias basadas en la explotación animal tienen en ámbitos como la salud, la pobreza o la sostenibilidad, requiere de un enfoque multidisciplinar. El UPF Centre for Animal Ethics (UPF-CAE) tiene como objetivo facilitar dicha confluencia de campos para que las universidades pueden contribuir a que la sociedad sea más humana y sostenible.