Entendiendo el momento en que estamos, la verdad, es que es un horror estudiar en línea, estoy desmotivada. Por suerte, tengo mucha vida fuera y de alguna manera siento que muchas de las cosas que hago fuera, de activismos y eso, revierten en las asignaturas que estoy haciendo. Más que al revés. No sé si es bueno o malo. Además, en teoría terminaría el grado en junio, porque son tres años, pero la estoy alargando porque me quería ir a China de intercambio, pero con todo el tema del coronavirus es posible que no pueda. El virus nos ha afectado a todos y también a mí como estudiante.

No necesariamente. Los profesores, algunos, están haciendo todo el esfuerzo que pueden. No es su culpa. No es lo mismo estar en una clase con personas físicas, donde hay interacción, que estar tú sola en casa con la pantalla. El profesor quizás hace una pregunta y hay silencio, y tiene que decir "seguimos" porque nadie contesta. No es una clase, conectas el ordenador mientras estás haciendo otras cosas. A veces ni siquiera pones la cámara, y aquello no es una clase. Yo vivo en Vilanova y la Geltrú, y no me importaría venir todos los días. Como si tuviera que coger el tren a las cinco de la mañana, para mí es insustituible una clase presencial.

Yo vivo en Vilanova y la Geltrú, y no me importaría venir todos los días. Como si tuviera que coger el tren a las cinco de la mañana, para mí es insustituible una clase presencial.

No te sabría decir ahora mismo dónde acabaré trabajando. Pero mis inquietudes están muy relacionadas con buscar alternativas a través de la investigación y de las artes. Tengo claro que sea lo que sea lo que haga irá en la línea de pensar críticamente y buscar alternativas. Hay algunos lugares aquí en Barcelona, ​​como el Observatorio de la Deuda en la Globalización, una entidad que hace investigación crítica sobre cambio climático y desigualdades. De alguna manera, me imagino colaborando con entidades de este tipo, que no son empresas privadas y tampoco necesariamente administración pública, sino que están en medio y generan contenido crítico.

En mi casa, tanto mi madre como mi padre hacen música. Mi madre es cantautora y mi padre no se dedica a ello, pero le gustan los sintetizadores, los ordenadores, y todo eso, y se conocieron por ello. Toda la vida he estado rodeada de este ambiente musical y artístico. Hacia los 16 o 17 años empecé a escribir mis canciones y la verdad es que siempre, desde sus inicios, ha sido una manera de expresarme muy orgánica, y siempre ha estado conectada con esta visión crítica que tengo del mundo y una serie de preocupaciones sobre el momento presente que estamos viviendo, sobre el futuro incierto o cómo nos relacionamos con el entorno. Bueno, no tanto con el entorno, porque me da mucha rabia eso de hablar del "medio ambiente", sino con el mundo en que vivimos y del que formamos parte. Siempre, desde el momento 0, la expresión artística ha ido muy en la línea de comunicar este tipo de angustia que empecé a sentir a los 17 años.

Describirla a nivel musical es muy difícil porque mezclo muchas cosas. Hay influencias muy extrañas y muy diferentes. Tampoco tengo formación musical estricta. Entonces tal vez una canción suena muy celta, otra muy electrónica, otra muy folk, es un popurrí. A nivel comunicativo, las primeras canciones que hice expresaban una batalla interna de no sentirse a gusto con el mundo y la realidad que me había tocado vivir. Expresan una sensación de querer marchar, de querer salir volando. Pero después hay una especie de evolución en el discurso de las canciones y me acabo dando cuenta de que no puedo ni quiero marchar de esta realidad que me ha tocado vivir, y lo he de confrontar. Entonces, al final mis canciones, casi todas, hablan de reconectar y de arraigarse en el mundo, con la Tierra y con las personas. Si hay un hilo conductor de casi todas las canciones que estoy haciendo últimamente, o una palabra para definirlas, sería arraigo. Raíces.

Si hay un hilo conductor de casi todas las canciones que estoy haciendo últimamente, o una palabra para definirlas, sería arraigo. Raíces.

La sensación que tengo para con el momento que me ha tocado vivir y la sociedad que me ha tocado vivir, tan consumista, materialista, obsesionada con el individualismo y la visión personal, la empresa personal ... Una sociedad que yo diría que directamente da la espalda a la vida y los procesos que sostienen la vida. Da la espalda a los cuidados, a las comunidades. Y que, además, se está extendiendo mucho hacia esta burbuja virtual y lo super-hiper-tecnológico. Creo que hay que, de alguna manera, ir hacia la dirección opuesta en muchos sentidos, y creo que es muy importante que aprendamos a conocer las relaciones de interdependencia y de codependencia con las personas, los recursos, los medios y con los otros seres con los que convivimos en este planeta.

Los estudios que hago los elegí porque quería entender este panorama que al final es global. Es un sistema socioeconómico con sus raíces en el imperialismo y el colonialismo. Se deben entender sus conexiones globales, pero eso no quita que este sistema global no tenga implicaciones locales. Que no tenga personas reales, con cara y ojos, que sienten estos efectos, que tienen sus historias arraigadas. A mí me interesan estas historias de las personas y de los seres terrestres en este mundo global.

A mí me interesan estas historias de las personas y de los seres terrestres en este mundo global.

Bueno, ha sido interesante estudiar estos orígenes del sistema económico capitalista. Desde el imperialismo, la colonización de las Américas, el papel fundamental de otros mundos y otros países que en la historia que me contaron en el cole no existían. Entender todas estas relaciones y los diferentes actores globales que participan, intervienen y dan forma al sistema. Todo esto es muy interesante. Aun así, como decía antes, creo que he aprendido más en las calles, haciendo activismo y participando de asambleas.

La música o el arte es una forma de expresión de lo que una persona siente y yo sentía una serie de angustias y de preocupaciones muy adentro. Entonces para mí, si tenía que expresar algo era eso. No tanto "estoy enamorada, me han roto el corazón" -esto también-; pero era lo que yo quería expresar. Lo que fue muy interesante es que al principio era como una forma de desahogarse y, de alguna manera, sacarlo hacia afuera. Después, por suerte, que ha sido muy bonito, se puede conectar con la lucha y la reivindicación de muchas otras personas que están en lo mismo. Que sienten lo mismo o cosas parecidas, que es la magia: haberme encontrado con activismos y movimientos sociales.

Lo que me aporta hacer música es pensar que puede aportar algo a los demás. Hacerla porque a ti personalmente te aporte está muy bien, pero la verdad es que de alguna manera necesito, o me gustaría, que esto que hago tenga un sentido o revierta en alguna causa o personas. Que se convierta en un canal o en un vehículo para comunicar ideas críticas. Para mí no tendría ningún sentido lo que hago si no sintiera que sirve para ello. Quizás suena muy ambicioso, pero me gustaría que mi música se convirtiera en parte de la banda sonora del cambio.

Que se convierta en un canal o en un vehículo para comunicar ideas críticas [...] me gustaría que mi música se convirtiera en parte de la banda sonora del cambio.

Yo empecé con el activismo ecologista, y aún estoy allí. A finales de 2018, justo cuando empecé la carrera, fundamos una asamblea ecologista aquí en la Pompeu y es entonces cuando apareció Fridays For Future, este movimiento joven e internacional que hacía huelgas climáticas cada viernes para protestar por el clima. En Barcelona llegó también, y yo pasé a formar parte. Siempre dentro de esta asamblea he tenido este perfil más artístico y, de hecho, estaba en la comisión de artes. Ahora, con un compañero de la asamblea hemos iniciado un proyecto paralelo que se llama Climate sesiones, que consiste en un canal en redes sociales donde producimos y distribuimos piezas artísticas sobre la emergencia climática, en el sentido más amplio. Compartimos música, pero también pensamos en fotografías, vídeos, poesía ... Arte multidisciplinar en diversos formatos.

Lo hacemos a través del arte, que es una herramienta que puede llegar a un público al que no podríamos llegar de otro modo.

Muchas veces la crisis climática, de la forma como se ha comunicado a la gente, tiene muchos estigmas y cuesta mucho eliminarlos. Además, por desgracia, es una lucha que se ha comunicado de una forma muy abstracta: emisiones, números arriba o abajo, sostenibilidad, naturaleza, preservación ... Es algo que queda muy fuera de la realidad cotidiana de mucha gente. Estos datos también pueden crear angustia en las personas a las que sí llegan, y generan una sensación de que no hay nada que hacer. Por ello, nuestro objetivo es comunicar de una forma diferente. Lo hacemos a través del arte, que es una herramienta que puede llegar a un público al que no podríamos llegar de otro modo. Y también, utilizar este arte para conectar con otras luchas. Porque creo que los estigmas asociados a la lucha climática nos impiden juntarnos con otros movimientos sociales que están denunciando el mismo sistema. A través del arte se pueden hacer alianzas muy potentes, y podemos llegar a muchos lugares.

No estoy 100% informada de todo lo que hace la Pompeu. Me consta que se están haciendo cosas y me parece muy importante y positivo. No quiero decir algo desde el desconocimiento, pero lo que me gustaría es que no se convirtiera en una mera estrategia comunicativa, porque se está poniendo de moda hablar de sostenibilidad. Vemos que la idea de sostenibilidad se está infiltrando en el discurso mainstream de las élites económicas y políticas. No me gustaría que se convirtiera, también a nivel institucional y educativo, en otra estrategia de greenwashing. El greenwashing es un lavado de imagen verde: se sigue haciendo lo mismo, pero se le da una pincelada verde para que parezca que es sostenible. No quiero decir que la Pompeu haga greenwashing, pero sí me gustaría que esta apuesta por la sostenibilidad siempre fuera muy acompañada de una perspectiva interseccional.

Muchas veces se presentan propuestas de cambio que, cuando rascas, te das cuenta de que no tienen un efecto real sobre esta emergencia ni revierten en la gente. Por ejemplo, todo este tema que una manera de volverse verde es volverse digital. Sin embargo, una transición digital como esta también tiene un consumo energético muy grande. Si hablamos de incrementar los aparatos conectados a la corriente, hablamos de aumentar la energía, y eso también tiene un impacto ambiental. Otro ejemplo es el famoso Green New Deal. Un plan de transición ecológica de la UE, que parece muy necesario, pero, cuando lo miras con lupa ves que se quiere hacer a través de unos materiales que deben ser extraídos de territorios fuera de la UE y que requieren unas prácticas de extractivismo que reproducen dinámicas neocoloniales. También provoca un aumento en la demanda y el uso de estos materiales, que son limitados y se acabarán.

Quiero que abran líneas de investigación que sean críticas, porque hay alternativas. Hay grupos de investigación, de científicas, de filósofas, que están haciendo propuestas con una perspectiva más social

No me gustaría que la Pompeu hiciera lo mismo, a escala universidad. Quiero que abran líneas de investigación que sean críticas, porque hay alternativas. Hay grupos de investigación, de científicas, de filósofas, que están haciendo propuestas con una perspectiva más social, que reduce el impacto del extractivismo y que redistribuye la riqueza. Me gustaría ver a la Pompeu haciendo una apuesta por estas alternativas, desde una perspectiva ecofeminista, interseccional y justa.

Somos las generaciones que no hemos tenido la oportunidad de participar en las decisiones que han generado este problema y este desastre. Y que, además, nos hemos visto obligadas a participar de un sistema que nos estamos dando cuenta de que es ecocida y criminal. ¿Cuál es nuestro papel? Yo creo que rebelarnos contra este sistema. Creo que nuestra generación, y no solo la nuestra, sino haciendo estas conexiones que tenemos que hacer, a través de generaciones, en todo el mundo y transversalmente con otras especies, porque yo creo que una tarea muy importante que tenemos que hacer como cambio de chip generacional es reconocernos como interdependientes y ecodependents. Deconstruir la idea de individuos autocreados y autoempresarios de sí mismos. Ojalá nuestra generación hiciera este cambio de chip y nos reconociéramos como parte del mundo. Como más parte de la Tierra.

¿Cuál es nuestro papel? Yo creo que rebelarnos contra este sistema