Vés enrere Dr. Strangelove, or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb

Dr. Strangelove, or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb

19.02.2019

 

Título original: Dr. Strangelove, or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, Dirección: Stanley Kubrick, Año: 1964, País: Reino Unido, Duración: 93 minutos

Sinopsis: Convencido de que los comunistas están contaminando la nación americana, el General Jack D. Ripper ordena, en un arrebato de locura, un ataque nuclear sobre la Unión Soviética. Su ayudante británico, el capitán Mandrake, trata infructuosamente de averiguar el código para detener el bombardeo. Para solucionar el problema, el presidente de Estados Unidos se comunica con Moscú para convencer al dirigente soviético de que el ataque es un error. Pero desde la Unión Soviética ya se ha activado de manera irremediable la “Máquina del Juicio Final”, un dispositivo de represalia nuclear capaz de acabar definitivamente con la vida sobre la Tierra. Así lo confirmará un asesor del Presidente estadounidense, el Dr. Strangelove, antiguo científico nazi experto en armamento nuclear que presentará un plan prometedor para que las élites político-militares puedan salvarse del fin del mundo y repoblar el planeta tras el apocalipsis nuclear.

Guerra Fría, conflicto Este-Oeste, proliferación armamentística, carrera de armamentos, dilema de seguridad, paradoja de la seguridad, disuasión nuclear, destrucción mutua asegurada (Mutual Assured Destruction, MAD).

Mutual Assured Destruction: reir para no llorar

Josep Ibáñez
Profesor Titular de Relaciones Internacionales, Universitat Pompeu Fabra

 

Dr. Strangelove, or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb es una de las películas que más y mejor condensa algunas de las complejas realidades de la Guerra Fría: la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética, el conflicto Este-Oeste y la política de bloques, la proliferación armamentística y la carrera de armamentos, las estrategias de disuasión nuclear en el contexto “MAD” (la Mutual Assured Destruction o destrucción mutua asegurada), o las decisiones críticas a las que debe en ocasiones responder el proceso de toma de decisiones en política exterior.

La película está basada en la novela Red Alert (1958), del militar británico Peter George, en la que se planteaba en clave de ficción el inicio accidental de la tercera guerra mundial que provocaría el apocalipsis nuclear. La novela llegó a manos de Stanley Kubrick y generó en él tanta curiosidad como preocupación por los riesgos asociados al dilema de la seguridad, a la carrera de armamentos y a la disuasión nuclear. El estudio exhaustivo de estos temas permitió a Kubrick trasladar al cine de manera rigurosa los complejos mecanismos de las estrategias nucleares de las superpotencias y al mismo tiempo presentar nada menos que la aniquilación de la especie humana en clave de comedia negra –una versión dramática, concebida inicialmente, se consideró a la postre irrealizable. El rigor y la verosimilitud en el tratamiento de las fallas de la disuasión nuclear se combinan con el humor y la inverosimilitud de personajes hiperbólicos y disparatados que con sus actitudes caricaturescas subrayan los riesgos presentes en procesos de toma de decisiones no necesariamente racionales ni unitarios.

En este sentido, los nombres de los personajes son toda una declaración de intenciones: Jack D. Ripper (Jack el Destripador), Lionel Mandrake (Lionel Mandrágora), Buck Turgidson (Toro Turgentez), Merkin Muffley (Chumino Felposo), ‘Bat’ Guano (Hez ‘Morciguillo’), Dmitri Kissof (Dimitri Quetezurzan), Embajador Desadeski, T.J. ‘King’ Kong, Dr. Strangelove (Dr. Amorraro). Que el único personaje femenino en toda la película sea una secretaria, amante de Turgidson y modelo de portada de Playboy, no es banal. El mundo de la guerra y la política es un universo masculino en el que los impulsos sexuales y viriles se entremezclan con las decisiones políticas de las que depende la vida y la muerte de las personas. De ahí la recurrencia de escenas, referencias e imágenes de carácter escatológico o erótico, a veces mostradas de manera explícita y a veces presentadas mediante símbolos y analogías –la esterilidad que provoca la fluorización del agua, la expulsión o retención de objetos por parte de máquinas, el ensamblaje de aviones repostando, el militar cabalgando en una bomba, la erección del brazo del Dr. Strangelove, etc.

La trama que conduce a la aniquilación mutua se articula en la película a partir de la combinación de dos elementos ficticios. En primer lugar, la locura del General de las Fuerzas Aéreas estadounidenses Jack D. Ripper, cuya paranoia anticomunista le lleva a ordenar un ataque nuclear con bombarderos B-52 sobre territorio soviético. Este ataque será inevitable porque Ripper sella la base militar en la que se encuentra, corta las comunicaciones con las aeronaves e imposibilita la marcha atrás en el plan de ataque. Ni los altos mandos militares ni el mismísimo Presidente de los Estados Unidos pueden evitarlo. En segundo lugar, la Máquina del Juicio Final (Doomsday Device), una innovación armamentística soviética capaz de acabar con la vida sobre el planeta Tierra que se activa automáticamente ante la inminencia del ataque estadounidense. Tampoco los responsables políticos soviéticos podrán evitar este contraataque fatal, pues la tecnología automatizada ha llegado aquí a sustituir a las personas. Este artilugio apocalíptico puede interpretarse como la “destrucción mutua asegurada” a la que se verán abocadas las superpotencias si la disuasión nuclear no funciona. Y en la película no puede funcionar porque no concurren sus requisitos básicos (capacidad nuclear y credibilidad de la amenaza), de modo que la estimación del daño que puede causar un ataque es errónea. La URSS no había dado a conocer el Doomsday Device, por lo que Estados Unidos no podía ser adecuadamente disuadido de realizar un ataque. Y en cualquier caso, la película subraya igualmente la posibilidad de que responsables políticos o militares tomen decisiones irracionales, ilógicas o impredecibles, dificultando o imposibilitando la disuasión nuclear.

Otro de los aspectos destacados en la película son las relaciones que se establecen entre el poder civil y el poder militar. La reciente experiencia de la crisis de los misiles de Cuba había puesto de manifiesto la deriva belicista de los mandos militares y el riesgo de que las autoridades civiles se viesen arrastradas por el miedo a las acusaciones de debilidad, cobardía o ignorancia militar. En el contexto del conflicto Este-Oeste y de la carrera de armamentos, los sectores más agresivos de la defensa y la política exterior (los “halcones”) tienen una posición ventajosa que arrincona las vías de actuación más moderadas de algunos responsables políticos (las “palomas”), como el Presidente Merkin Muffley en la película. El control de las fuerzas armadas recae en última instancia sobre las autoridades civiles, pero los responsables militares cuestionan este sometimiento y fuerzan sus posibilidades de influir en las decisiones políticas, más allá de consideraciones puramente estratégicas. En la película los halcones acaban desequilibrando la balanza de la relación en parte gracias al concurso del Dr. Strangelove, un personaje singular. Este científico de origen alemán, posiblemente implicado en el programa nuclear nazi y trasladado a Estados Unidos tras la segunda guerra mundial, ejerce de asesor del gobierno estadounidense para temas de defensa. Es él quien explica las claves de la disuasión nuclear y de su fracaso en esta crisis, así como los planes prometedores que permitirían a una reducida élite salvarse del apocalipsis nuclear y repoblar la Tierra. Según algunos observadores, la construcción de este personaje combina rasgos de tres personalidades históricas reales: el estratega nuclear Herman Kahn, el político y analista Henry Kissinger y el científico alemán Werner Von Braun.

El estreno de la película, previsto para 1963, fue retrasado hasta junio de 1964 tras el asesinato de John F. Kennedy. La película fue acogida con críticas feroces por parte de quienes veían en ella más un apoyo moral a los soviéticos que un alegato pacifista, pero también recibió importantes premios y reconocimientos cinematográficos. La capacidad de la película para poner de manifiesto los riesgos de guerra nuclear entre las superpotencias en un tono cómico y disparatado trascendió el ámbito artístico y causó un impacto social de gran calado y largo alcance. Casi medio siglo después del estreno cinematográfico, la proliferación nuclear y los riesgos de uso de las armas nucleares siguen presentes en las relaciones internacionales. En este ámbito, son muchas las cosas que han cambiado, pero algunas de las lecciones que ofrece la película han mantenido plena vigencia. No en vano, numerosas universidades y centros de enseñanza de todo el mundo siguen recurriendo a ella como instrumento pedagógico de primer orden.

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