De La edad del espíritu a Ética y condición humana

 

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"La presencia sagrada y el testigo o hierofante no se han despegado todavía de esa entraña matricial. La mano del testigo se halla soldada al muro, manteniendo una simbiosis mágica con éste, según lo revela el hecho de la reproducción de la silueta de la mano sobre la pared mural... Se halla como imantada y hechizada por la fuerza de atracción de esa piel fecunda de la pared del regazo y de sus humores mágicos... Todavía no se ha alzado la mano en invocación abierta al cielo cósmico, en reconocimiento del firmamento soleado o estrellado como genuino techo del mundo."

(La edad del espíritu, p. 77-78)

 

 

 

 

El viaje a Oriente: Hacia las fuentes de la Humanidad.

En este período de su filosofía Trías se vuelva hacia la cuestión religiosa e histórica, siempre presente su pensamiento. Su descubrimiento del ser del límite, de la condición fronteriza de la existencia humana, con el consiguiente despliegue de los tres cercos (del aparecer, hermético y fronterizo) le llevarán de viaje a las fuentes de la Humanidad en el ámbito oriental. Allí descubrirá la denominada tradición profético-sapiencial (judía, semítica y persa), donde prima el elemento simbólico, carismático y donativo, que vendrá a hibridar con la  tradición poética-filosófica (griega, romana), donde impera el descubrimiento de la subjetividad, el nacimiento de la ratio como dominio y ley, como nomos. Siguiendo la sugerencia de Max Weber, y el imperativo hölderliano del viaje a Oriente, Trías quiere ir más allá de Grecia como origen de la tradición occidental y remontarse a la cuna de Oriente como su verdadera cuna matricial, para redescubrir allí la importancia del símbolo. Límite y símbolo aparecerán ahora, a partir de la indagación llevada a cabo en La edad del espíritu (1994), obra magna de la producción triasiana, como dos realidades complementarias que se co-dicen, aúnan e hibridan, sin confundirse ni mezclarse.

 

5_monedaDenarios, moneda partida

El símbolo

El símbolo aparece ahora como el lenguaje propio de los pueblos primitivos en su comprensión del mundo, en su relación con lo divino, en sus expresiones artísticas y culturales. El símbolo parece preceder al lógos racional en la historia de la Humanidad, ser su raíz histórica. Una exploración histórica a través de los diversos universos le permitirá a Trías ir descubriendo las diferentes categorías simbólicas. Este peculiar historia, este ejercicio de la memoria, dará lugar a dos variaciones de una estructura categorial que se repetirá en dos ciclos: el simbólico y el racional. En el primer ciclo, correspondiente a los primeros estadios de la Humanidad, propio del pensamiento oriental, Trías analiza los elementos categoriales que hacen posible el acontecimiento simbólico. La primera categoría de este orden se corresponde con la categoría de lo matricial. En ella impera el culto a las divinidades femeninas, sobre todo a su capacidad de generación y vida. El siguiente estadio se corresponde con la categoría de mundo (kosmos), realidad ordenada en la que impera el nomos, que se corresponde con la ciudad, y con los fenómenos del tiempo y la fiesta. En tercer lugar, aparecerá el sujeto del límite, el investido de logos, expulsado de la naturaleza como arcano y confrontado con el misterio, como habitante de la frontera. En cuarto lugar aparecerá el lugar de la cita con lo sagrado, donde éste ejercerá de testigo mediante el símbolo y a producción de símbolos. En quinto lugar, se producirá este lenguaje simbólico que intenta unir la parte simbolizante a lo simbolizado. Surgen así las comunidades hermeneutas del símbolo o del libro sagrado. Finalmente, queda o permanece un resto en el cerco hermético que no sale a la luz, eso a lo cual remite la vivencia mística en las religiones antiguas y a finales del ciclo simbólico en los grandes místicos islámicos.
 

 

 

 

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Catedral de Praga, siglo XIV

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Escritura cránica, Medina de Fez.

 

La historia de Occidente y la razón fronteriza

El gran descubrimiento de Trías es que esas categorías del símbolo se volverán a reproducir, en un estadio diferente, en el llamado ciclo racional o filosófico, el propio de la Modernidad occidental en la que el simbolismo es inhibido o reprimido. El impulso de la ratio moderna, en el ámbito de la episteme y de la técnica, es eliminar todo resto de simbolismo, acceder a un modo de revelación interna y sin mediación, iconoclasta, como base de la razón (la Reforma). De ahí que en este segundo ciclo se vuelvan a reproducir todas estas categorías (matriz, mundo, logos, testigo, cita, etc.) en un registro racional.

Será con la crisis de la razón a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, cuando tendrá lugar el retorno de lo reprimido: las sombras de la razón. Tan exaltadas por el Romanticismo y el simbolismo finisecular. Esa cesura en la que entra en conflicto simbolismo y razón es la que en la nueva edad del espíritu debe reconciliarse y suturarse. Trías, con su filosofía del límite, aboga por una razón fronteriza en la que se unan y tense simbolismo y razón, símbolo y concepto, anudados por esta noción de límite que establece entre ellos una unión aspirativa, pero imposible de realizar de un modo pleno.  De este modo, el viaje a Oriente se ha vuelto, como ya vaticinara Hölderlin, un retorno al hogar, al corazón de Occidente.

 

 

 


5_manto
"De la comunidad mística transitamos tanto en el ámbito islámico como en el cristiano
a la comunidad amorosa o amistosa de los "amigos de Dios" o de los "fieles de amor"...
El sufismo, lo mismo que las órdenes mendicantes en el seno de la cristiandad del
siglo XIII, especialmente la orden suscitada por la figura carismática de Francisco
de Asís, revelan esa importante mutación en lo que se refiere al carácter y al ethos
de la comunidad que acoge y da testimonio de lo sagrado."
 
 
(La edad del espíritu, p. 358)
 
 
Giotto, La donación de la capa, finales s. XIII basílica de San Francísco, Asis.
 

El dato originario de la existencia: exilio y éxodo, lo matricial.

Tras la exploración llevada a cabo en La edad del espíritu Trías vuelve una vez más, en un profundo diálogo con la Ciencia de la Lógica de Hegel y con la metafísica del ser de Heidegger, a la cuestión del inicio. Trías había dicho que el inicio de la actividad filosófica tenía que ver, como decía Platón, con el afecto de la admiración. Dicha admiración remitía a una percepción ontológica sobre la contingencia de todo lo real: ¿Por qué hay ser y no más bien nada? Trías procede a explicar, desde su idea del ser del límite, el problema ontológico del inicio. Desde esta peculiar lectura surge una definición de la existencia como exilio y éxodo, como realidad siempre en falta respecto a su fundamento.  A través de una peculiar lectura de Schelling, Trías descubre la importancia de lo matricial, la necesidad para el pensamiento de postular un fundamento de la existencia, al cual no se puede acceder por vía racional sino tan sólo simbólica. Lo matricial aparece aquí como lo que expulsa de sí la existencia, como lo que elucida al existente fuera de sí, arrojándolo a la existencia y determinando su curso y su destino. La existencia aparece como don, regalo y veneno, donde el existente se ve convocado a un vivir fuera de sus causas, sin el concurso de su voluntad. El dato originario es pues realidad no puesta por la razón, como quería el idealismo, sino que la precede y la funda. Realidad además impenetrable de un modo pleno para la misma razón.

 

La teoría del tiempo: el instante y las tres eternidades.

En esta misma obra, La razón fronteriza (1999), fruto de un profundo diálogo con Aristóteles y Nietzsche, Trías formula su peculiar doctrina del tiempo. Si toma de Agustín de Hipona la idea de los tres éxtasis de la temporalidad (pasado, presente y futuro), se distingue de aquél en que cree que dichas dimensiones son condiciones de posibilidad de que se constituya la experiencia del tiempo sólo si todas ellas se recrean en el instante (Augenblick). La noción de instante, presente en el pensamiento de Goethe y de Nietzsche, recreación de la noción griega de kairós, de plenitud de los tiempos, de momento decisivo, resulta pues determinante. Etimológicamente la palabra alemana 'Augenblick' quiere decir "abrir y cerrar de ojos". La diferencia de la teoría triasiana del tiempo frente al instantaneísmo propio de los pensadores vitalistas reside en que Trías insiste en la necesidad de distinguir entre "presente" e "instante". El presente, como descubrió la escuela eleata, no es un puro pasar, un intervalo, si no una presencia eterna. Por ello, el presente eterno es una de las dimensiones de la temporalidad que explica la constitución humana del tiempo. La fugacidad del instante es totalmente compatible con la vivencia de una presencia en el instante, de lo presente eterno en el tiempo. Las tres eternidades (pasado, presente y futuro) son las que se recrean continuamente en el instante dando lugar a nuestra percepción del tiempo. Dicha noción es la que recoge el cristianismo con su doctrina de la Trinidad en la que intenta pensar una encarnación de lo eterno en el tiempo, por tanto una doctrina sobre el Dios del tiempo.