Vés enrere "Rashomon, la dialéctica de la verdad", per Aida García

"Rashomon, la dialéctica de la verdad", per Aida García

Aula de cinema, 2017
12.01.2017

Imatge inicial

Un botánico, un leñador y un pintor vuelven de un paseo por el bosque, juntos. Los tres han disfrutado del mismo sol brillante pero calmado, acompañado por la brisa de un día de primavera y escondido tras las siluetas de los pinos que crecen hasta cubrir el cielo azul. Los tres han visto los mismos colores y olido esa fragancia de tierra mojada después de la lluvia de la noche anterior. Pero, sin embargo, ninguno ha vivido lo mismo. Si alguien les pregunta sobre su vivencia en el bosque, cada uno tendrá una historia diferente que contar. Sus realidades no son ni serán las mismas. No puede existir una verdad única e inmutable como proponía Platón. No existe ese mundo de las Ideas donde se aloja la realidad. Existe el mundo sensible y en éste la realidad no es estática, es cambiante. La realidad es algo más complejo que la contemplación del instante, la captación de unos hechos. La realidad deja de ser veraz en el momento en que pasa por una serie de prejuicios y predisposiciones de aquel que la observa. En ese momento aquello que percibe la persona en cuestión es y no es la realidad al mismo tiempo.

Llueve. Dos hombres se resguardan de la tormenta cuando un tercero, también buscando cobijo, les pregunta qué ocurre. El leñador le cuenta cómo, mientras paseaba por el bosque encontró un hombre muerto. Éste, junto al sacerdote, va a declarar al cuartel. Creen que el asesino ha sido Tajômaru, el famoso ladrón de la región que confiesa su crimen y explica lo ocurrido. Según lo que declara se podría intuir una manipulación por parte de la mujer maquiavélica, la cual con el fin de ser libre justifica el medio, la manipulación de ambos hombres para deshacerse de ellos sin mancharse las manos. Esto puede ser fruto de la visión machista de la época. El ladrón lo narra con gran arrogancia. Su visión de los hechos quizá se haya metamorfoseado inconscientemente para proteger su ego. Luego habla la mujer por la que Tajômaru mata al hombre, su marido. Explica una historia totalmente diferente en la que ella es mucho más inocente, una mujer que sufre por su marido y por lo que pueda pensar. Por último testifica el difunto (a través de una sacerdotisa), en su historia también inculpa a la mujer de desear su muerte. Creo que en parte es sólo una forma de culpar a la mujer y retratarla como un ser ingrato en comparación con el hombre que se nos muestra honrado. Mientras ella “juega” con los hombres, Tajômaru libera al marido para luchar de manera justa y ambos deciden que no vale la pena morir por esa mujer. Esto nos plantea varias cuestiones. Esta historia se narra a través de cuatro puntos de vista, y ninguno parece coincidir. ¿Quién miente? ¿Y por qué lo hace? ¿Se trata de una mentira desarrollada e intencionada o es que cada uno ha visto lo que quería o necesitaba ver? Aparece otro factor, ¿Deberíamos dar por hecho que el difunto no miente? Por qué al fin y al cabo, ¿Por qué iba a mentir un muerto?  Los testigos se confiesan ante la cámara, la miran fijamente, como si notaran que el espectador los observa, como si mantuviesen una discusión con este. De esta manera se nos presenta una historia mucho más cercana. Cuando veía la película sentía que los personajes esperaban a que yo misma juzgara quien decía la verdad, a quien creía. En este caso se da la aparición de un aspecto más, el de la realidad del que observa. Yo, como los personajes, percibo una realidad, mi realidad. ¿Y quién soy yo para juzgar cual es más correcta cuando existen tantas realidades como personas? Estaba segura que lo que contaban los personajes no era veraz cien por cien, pero ¿Cómo entrar en sus recuerdos y ver lo ocurrido sino existe la objetividad?

Los flashbacks acaban y volvemos al presente. El leñador y el sacerdote han acabado de explicar los hechos. El tercer hombre, más cínico que los dos anteriores, comprende (como el espectador) que algo falla. Y lo descubre. El leñador ha dejado información fuera de su relato con el propósito de beneficiarse. Cuando encontró el cuerpo, robó una daga con diamantes y se la guardó. El sacerdote, decepcionado, no lo mira a los ojos. Ha perdido la fe en la humanidad. La sociedad en la que viven se ve arrasada por la muerte, las guerras, las catástrofes y las enfermedades, y lo peor para él no es eso, lo peor es su incapacidad para volver a confiar en un ser humano.   Él veía con buenos ojos al leñador. Creía que era bueno. Y es bueno. Bajo mi punto de vista, el hacer algo malo no te convierte en mala persona al instante. Otros muchos aspectos pueden incidir en que en un momento dado tomes una decisión incorrecta con afectaciones negativas que en otros momentos nunca hubieras tomado. ¿Por qué la roba? Tiene siete hijos a los que alimentar ¿Cómo se siente al respecto? Decepcionado consigo mismo.

El llanto de un bebé abandonado en el templo interrumpe la escena. El leñador se ofrece a cuidar de él. El sacerdote recupera la esperanza. Sí que hay bondad en el mundo. Mientras queden personas, por muy pocas que sean, que actúen sin malicia, la parte humana como tal no se habrá extinguido. Si pueden sobrevivir en un mundo hostil y cruel podrán enfrentarse contra el egoísmo, la vanidad, la envidia y todos esos defectos intrínsecos en el ser humano de los cuales no estamos tan orgullosos. Con la recuperación de esta esperanza la lluvia mengua, pronto saldrá el sol. O tal vez no, pero esto no importa puesto que el ser humano ha aprendido a caminar bajo la lluvia.

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