Vés enrere "El cementerio de Hollywood", per Joan Colomer

"El cementerio de Hollywood", per Joan Colomer

Aula de cinema, 2017
12.01.2017

Imatge inicial

I used to be big, it’s the pictures that got small

 

Amanece un nuevo día en Los Ángeles, California. La tranquilidad de la mañana se ha visto interrumpida por el sonido de las estridentes sirenas de la policía. El motivo: un cuerpo ha sido hallado sin vida en la piscina de una de las mansiones de la calle Sunset Boulevard. 

Hasta aquí todo parece indicar que estamos ante película de cine negro pero a medida que avanza el metraje de Sunset Boulevard vemos que el asesinato queda en segundo plano y que la película realmente gira en torno al despiadado mundo del cine de Hollywood. No era la primera vez que se planteaba un argumento de metaficción en el cine norteamericano, en 1932 ya se mostraban las entrañas de la industria en What Price Hollywood? (1932) de George Cukor. Al contrario de la representación de Hollywood como un paraíso idílico que formaba parte del imaginario del público americano, Billy Wilder utilizó un humor ácido para mostrar la meca del cine desde su vertiente más cruda y decadente a partir de un cruel juego de espejos donde los actores ven reflejada su propia vida en el personaje. El espejo marca el límite entre la realidad y la ficción, un límite entre dimensiones que se va desdibujando.

A través de un hábil cambio en la voz narrativa en el flashback inicial nos damos cuenta de que el cadáver que flotaba en la piscina es del propio protagonista y narrador de la historia, Joe Gillis, un guionista de poca monta que por azares del destino acaba en una mansión aparentemente abandonada mientras huye de sus problemas económicos. De entre las ruinas aparece una figura femenina que lo invita a pasar. La mujer misteriosa es Norma Desmond, una célebre actriz del cine mudo que no pudo superar el traumático paso del silente al sonoro. Norma es interpretada de manera magnífica por Gloria Swanson, actriz que había corrido la misma suerte que su personaje. Norma es el espectro de lo que fue, una muerta en vida sepultada en la fantasmagórica mansión de la que apenas sale. Con la idea de Norma como fantasma de su glorioso pasado, no sorprende que quien nos narre la historia sea un muerto.

Norma encarna el arquetipo de mujer vamp que teje una elaborada telaraña de lujo y opulencia en la que Joe quedará inconscientemente atrapado para siempre. Max, esclavo de los deseos de Norma será su cómplice, ya desde el principio cuando Norma plantea a Joe el trabajo del guión, Max se encarga de acomodar al inocente huésped y cierra discretamente las cortinas, aislando así a la víctima del mundo exterior, encerrando a Joe Gillis en su trampa. Él es su única oportunidad de volver a triunfar.

Max, el mayordomo de Norma, es interpretado por el famoso director Erich Von Stroheim. Continuando con el juego de espejos, vamos descubriendo que Max es un antiguo director de cine mudo que tampoco sobrevivió a la aparición del sonoro y que en sus películas aparecía Norma como actriz principal, exactamente igual que como pasó en la vida real. El diálogo entre realidad y ficción se lleva al extremo en la escena en la que Max proyecta en el salón de la mansión una película en la que actuó Norma de joven. Se trata de un pequeño fragmento de Queen Kelly (1929) una película real dirigida por Stroheim en la que Swanson es la protagonista. En esta excelente escena vemos a Gloria completamente absorbida por su propia película, iluminada únicamente por la luz del proyector, que acaricia suavemente su rostro. En su alegato, Norma Desmond reivindica por encima de todo el poder de la imagen, del gesto, de la mirada: “We didn’t need dialog. We had faces”. Este poder al que apela Norma puede verse plasmado en las imágenes de la película a través de la meditada dirección de Wilder.

Aunque esté presente en el desarrollo de los hechos, la voz de Gillis, que nos va guiando dando saltos por los últimos recuerdos de su vida, se trata de un elemento secundario en la narración. Las imágenes hablan por si solas, sugieren.

Un claro ejemplo es el momento en que Joe decide marcharse a la fiesta de Nochevieja de su amigo Artie Green y antes de salir su cadena se queda enganchada en la puerta de la mansión, mostrando de este modo la casa como la prisión de la que Joe ya no puede escapar.

La composición y el encuadre varían según el escenario, en los planos del interior de la mansión podemos observar una composición barroca, el decorado cargado de elementos va acorde con la ostentosa personalidad de Norma, que ha llenado su salón de imágenes suyas para poder vivir anclada en el pasado, encerrada sin poder ver cómo el mundo evoluciona en el exterior. Las angulaciones de la cámara son en muchas ocasiones picadas y vemos a Joe como un pequeño ser que ha quedado atrapado en la gran telaraña de Norma. En cambio, en las escenas fuera de la casa como en la fiesta de Nochevieja o en el despacho de Betty observamos una composición mucho más vacía de toda esa abundancia y los ángulos son más amables, vemos a los personajes de manera frontal y a su altura.

No hay en la dirección una complejidad excesiva y sobrecargada, todo se muestra de una forma clara y precisa, Wilder quiere ser exacto, que todo tenga un significado y no llenar el discurso de imágenes que no dicen nada. La trama evoluciona con un ritmo fluido y sin pausa, ascendiendo hasta el clímax final: Norma, completamente enloquecida después de haber matado a Joe por su intención de abandonarle, desciende por la escalera de su mansión mientras las cámaras graban su gran última actuación. Max, quien rodó su primera escena muchos años atrás se encargará de dirigir su última y magistral aparición ante las cámaras.

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