Vés enrere "¿Cree usted en la brujería?", per Andrea Martínez

"¿Cree usted en la brujería?", per Andrea Martínez

Aula de cinema, 2017
12.01.2017

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Lo primero que se nos pasa por la cabeza cuando leemos el título I walked with a zombie, es una manada de muertos vivientes tambaleándose de un lado a otro, cubiertos por el maquillaje y artefactos de efectos especiales utilizados durante el siglo XX. Claro que, la película de Jacques Tourneur se realizó durante la década de los cuarenta, concretamente en 1943. En aquel entonces, el cine de terror que se conocía había cambiado bastante en comparación con los clásicos monstruos que nos había presentado la Universal. El cine, en general, se había vuelto mucho más oscuro y misterioso.

I walked with a zombie es un claro ejemplo de ese cambio en la concepción del cine de terror. “¿Cree usted en la brujería?”, esa es la pregunta que marca la trama de la historia. Hasta entonces habíamos visto criaturas monstruosas como Drácula o Frankenstein acechando a sus víctimas, pero ¿qué es la brujería? Se trata de una palabra abstracta. La brujería no tiene una forma concreta, por decirlo de otra forma, la brujería es, en cierto modo, invisible. Es algo que precisamente caracteriza el terror de los años cuarenta. La cámara no nos muestra aquello terrorífico, sino que nos provoca esa sensación al ocultarnos esa entidad. Jacques Tourneur lo llevó a la práctica de una manera sencilla y perfecta. ¿Cómo advertir al público de lo paranormal? Podemos comprobarlo perfectamente en el momento en el que Frances Dee toma asiento en la mesa del salón para cenar junto sus anfitriones, entonces un sencillo repique de instrumentos de percusión altera la normalidad y la cotidianidad de la escena. Lo que puede sonar aparentemente inocente se convierte en el augurio de algo terrible, y eso lo nota la enfermera Betsy y cada uno de los espectadores. Enseguida nos incomodamos porque inconscientemente sabemos que algo está a punto de suceder: los rituales vudú.

Llegamos a la cuestión en sí de la figura del zombi con el que anduvo la protagonista de esta historia, tal y como indica su voz en off al inicio del filme. No se trata de un personaje de tez verdosa, lleno de heridas sin cicatrizar y con el único propósito de comerse el cerebro de algún humano cercano. Christine Gordon interpreta a Jessica Holland, nuestra muerta viviente, una mujer bella y elegante que se encuentra en un estado extraño: parece que esté muerta, sin embargo, deambula por la casa de noche, duerme y reacciona a las órdenes que se le dan. Encontramos también otro zombi, este de gran estatura, consumido físicamente y con los ojos bien abiertos, fuera de sus órbitas, un personaje sin maldad, bajo los efectos de una posesión y a la vez algo escabroso. Dichos personajes se encuentran en este estado por las prácticas vudú que se realizan en la isla donde han enviado a Frances Dee a curar a Christine Gordon. “¿Cree usted en la brujería?”. ¿Se trata de una extraña enfermedad tropical o de esos extraños rituales? ¿Dónde está esa criatura aterradora y deforme? Ahí está la clave de I walked with a zombie.

La película logra mantener despierta la atención del espectador desde su inicio, proporcionándonos pequeñas dosis de pistas sobre qué es lo que realmente está sucediendo y momentos de inestabilidad y terror perfectamente ejecutados, pues no se busca el miedo barato que arranca gritos entre el público. Se trata de conseguir espantar con lo desconocido, con aquello que no tenemos totalmente seguro, ¿qué es lo siguiente que veremos en pantalla? El carácter de los personajes ayuda a acentuar nuestra concentración, pues nos hace suponer y elaborar rápidamente hipótesis sobre qué es lo que sucederá a continuación: la curiosidad y valentía de la enfermera canadiense; el aire misterioso y nostálgico de Paul Holland, la extraña amabilidad de Wesley, el carácter entremetido y fantasioso de los esclavos que habitan en la isla y plantación azucarera, etc. El nivel de intriga va in crescendo a medida que nos adentramos cada vez más en el mundo de la religión vudú, hasta que se desvelan todos los misterios y preguntas sin respuesta hacia el clímax del metraje. Es tal vez en esta parte donde todo se vuelve algo más confuso. Quizás por algunas dudas que se plantea el público quedan sin resolver, tal vez porque se trata de un final totalmente inesperado para aquellos que ansiaban que el filme continuara por la línea del terror, cosa que va cambiando a lo largo de la película: también se toca el género dramático y romántico. Las relaciones amorosas entre los personajes de esta película es otro punto importante a tener en cuenta, podríamos considerarlo el motor de toda la acción. Llega un punto en el que empezamos a dudar sobre el género de I walked with a zombie, sobre todo hacia el final de la cinta, donde todo lo construido va cambiando de forma hasta que acaba, dando un giro dramático inesperado (y según cómo lo miremos, un poco decepcionante).

En definitiva, I walked with a zombie es un gran exponente del cine de terror de los años cuarenta, sombrío y enigmático. Cada escena de la película es disfrutable, desde sus sombras que recuerdan al cine expresionista alemán hasta las líneas de diálogo, aunque pierde fuerza conforme nos adentramos en el clímax. Un terror muy bien trabajado mediante sonidos, sombras e incógnitas que logran erizarnos el bello en determinados puntos. Y es que no hace falta mostrar algo horrendo explícitamente para hacer que los espectadores se estremezcan, con el simple sonido de un tambor es suficiente porque, al fin y al cabo, ¿cree usted en la brujería?

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