Atrás Refugees (de Ucrania) welcome. Iván Martín

Refugees (de Ucrania) welcome. Iván Martín

Iván Martín, investigador asociado del Grupo Interdisciplinario de Investigación sobre Inmigración de la UPF.

16.03.2022

 

La llegada en poco más de dos semanas de 2,5 millones de refugiados de la guerra de Ucrania no tiene precedentes en Europa por su magnitud y rapidez, ni siquiera durante la II Guerra Mundial, pero tampoco por la reacción de solidaridad con los propios refugiados y con los Estados de primera acogida, sobre todo Polonia, Rumanía y Hungría, que ha creado en toda la Unión Europea, de Suecia a España, de Grecia a Alemania, donde han empezado ya a llegar miles de estos refugiados en trenes, autobuses y medios de transporte privados.

Los ciudadanos y las administraciones públicas se han movilizado por toda la Unión para garantizar una acogida humanitaria rápida y eficaz a esa auténtica marea humana, más de la mitad de la cual está compuesta por menores, y la mayoría del resto por mujeres. Y la Unión Europea puso a disposición en sólo una semana 500 millones de euros para financiar esa acogida y activó una Directiva de protección temporal jamás antes usada para otorgar automáticamente la condición de refugiados, con un permiso de residencia y trabajo de hasta tres años, a todos los refugiados ucranianos llegados o que puedan llegar después del 24 de febrero, sin limitaciones de número. Ahora queda lo más difícil: asegurar su integración en los sistemas escolares  europeos y en el mercado de trabajo, y mantener esa solidaridad y aportar respuestas estructurales ante los nuevos flujos que corren el riesgo de producirse si, como parece, el conflicto se prolonga y el regreso de esos refugiados a su país no se vislumbra a corto plazo.

Europa puede beneficiarse de la llegada de estos refugiados. Para empezar, la composición por edades de este flujo de refugiados supone todo un shock demográfico positivo para Europa. Mientras que en 2020 nacieron en la Unión Europea poco más de 4 millones de niños, con una tasa de fertilidad de 1,51 por mujer, claramente por debajo de la tasa de reposición de 2,1, la llegada de casi un millón y medio de menores supone una rejuvenecedora inyección demográfica para la Unión. El reto, por supuesto, consiste en integrarlos rápida y eficazmente en los sistemas escolares y de formación de los Estados miembros; los costes de esa integración deben considerarse como una inversión, pues muchos de esos niños con toda probabilidad acabarán quedándose en Europa. Por otro lado, las mujeres ucranias tienen una larga tradición en varios países europeos (Polonia, Alemania, Italia, España, República checa) como trabajadores migrantes en sectores como el servicio doméstico y los cuidados, en los que existe una alta demanda en la mayoría de los países europeos. Por consiguiente, la integración en el mercado de trabajo de estas refugiadas puede ser rápida y relativamente sencilla.

Por supuesto, todo dependerá de la duración del conflicto, que puede multiplicar el flujo de refugiados (se habla hasta de un potencial de 10 millones de refugiados). En cualquier caso, ante la movilización general contra la invasión los hombres todavía no se han incorporado a los contingentes de refugiados, lo que podría empezar a ocurrir si se consuma la ocupación rusa del territorio ucranio.

Impacto en la política migratoria de la UE

Pero el gran reto que plantea la actual marea de refugiados ucranios es la de su impacto en la política migratoria de la Unión Europea, sobre la que los 27 han sido incapaces en ponerse de acuerdo desde la crisis de los refugiados sirios de 2015. Aunque la lengua, la religión, la historia y sobre todo la proximidad geográfica hacen muy difícil comparar a los refugiados ucranianos con los refugiados sirios que llegaron en 2015 o los africanos que han seguido llegando desde entonces, y que son rechazados en las fronteras europeas por todos los medios a partir de 2016, en dos semanas han llegado más del doble de refugiados a Europa que todos los migrantes irregulares -potenciales demandantes de asilo- registrados por la agencia europea de control de fronteras FRONTEX en el Mediterráneo desde 2016 (en total, no llegan a 1.100.000 “llegadas irregulares” entre 2016 y 2021).[1] Tres son las cuestiones más lacerantes:

  • Los mecanismos internos de solidaridad y redistribución de refugiados y potenciales demandantes de asilo llegados a las fronteras europeas, en estos años sobre todo a través del Mediterráneo (aunque entre 2016 y 2021). A pesar de los intentos de la Comisión a través de la “Agenda Europea sobre la Migración” de mayo de 2015 (que dio lugar a una propuesta de redistribución de 160.000 migrantes que nunca llegó a materializarse) y posteriormente el “Nuevo Pacto Europeo sobre Migración y Asilo” de septiembre de 2020[2], y de las llamadas a la solidaridad de los países de primera acogida como España, Italia, Grecia o Malta, los Estados miembros han sido incapaces de llegar a un acuerdo para la asistencia humanitaria y la acogida conjunta de esos migrantes. Los dos países que más se han opuesto a un acuerdo sobre dichos mecanismos, Polonia y Hungría, son ahora los más afectados por la llegada de refugiados ucranianos. Por cierto, mientras que España ha ofrecido hasta ahora 18.200 plazas de acogida para refugiados ucranianos, un reparto  de los refugiados acorde al peso demográfico de cada país de la UE supondría la llegada de 10 veces más, más de 200.000 refugiados sólo de esta primera oleada.
  • Las operaciones europeas de búsqueda y rescate de migrantes en el Mediterráneo, suspendidas a escala europea desde enero de 2019 (cuando se puso fin a la operación “Sophia”), y dejadas en manos de las marinas nacionales y de unas pocas ONGs que deben hacer frente a una criminalización de su actividad humanitaria y a obstáculos legales y administrativos a las operaciones de sus barcos y al desembarco de los migrantes rescatados en los Estados seguros más próximos[3]. Los 23.500 muertos registrados desde 2014 en el Mediterráneo por el proyecto “Missing Migrants” de la OIM[4], una subestimación de la magnitud real de la tragedia, son una realidad insoportable, y se han producido también a las puertas de Europa, no en mares ni en desiertos lejanos. Son también las víctimas de una guerra, la guerra contra la migración “irregular”, que también merecería respuestas “diplomáticas”.
  • La distinción artificial, en los planes de acogida, entre migrantes irregulares y refugiados, que debería sustituirse con arreglo al Derecho internacional humanitario por la de personas en situación de vulnerabilidad o de necesidad, y como tales con derecho a asistencia humanitaria[5]. Eso permitiría superar el desagradable hedor a racismo y a islamofobia que no deja de desprenderse de una operación, como la acogida de los refugiados ucranios, de la que los europeos deberíamos sentirnos orgullosos. Sobre todo si coincide en el tiempo con “devoluciones en caliente” en las fronteras sur de la Unión Europea que ignoran el derecho de asilo y de asistencia humanitaria de los migrantes rechazados.

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