"¡Podemos ir donde te vaya mejor a ti, para hacer la entrevista!", dice Alba Cardona. Nos hemos encontrado en la recepción del campus de Poblenou y paseamos por el espacio, buscando el lugar idóneo para hacerla. Al fin, elegimos la cafetería de la planta cero. Nos sentamos entre estudiantes que desayunan y hablamos de la Universidad, del trabajo y del voley, su gran pasión.

Alba, que tiene 27 años, hace sólo diez meses que trabaja en la UPF. Comenzó haciendo una sustitución como auxiliar de servicios en el campus del Mar. En principio, debía ser sólo por dos meses, "pero se fue alargando". Al final, la sustitución se terminó, pero cubrió una plaza en el campus de Poblenou, como interina. 

"Me gusta mucho el trabajo", dice Alba. Sus tareas son "las del conserje de toda la vida": abrir aulas, tener los horarios bajo control, colocar aulas en un formato concreto, atención a los estudiantes sobre dudas, reservas o anulaciones, cargar cosas si hay un montaje en la Plaza Gutenberg, entre otros. "Otra cosa buena", asegura, "es trabajar de cara al público, es muy gratificante".

“Otra cosa buena es trabajar de cara al público, es muy gratificante”.

Antes de entrar a trabajar en la Universidad, Alba había hecho trabajos diversos. "Como soy profesional del voleibol, sólo tenía tiempo para trabajar cuando estaba fuera de temporada, los veranos", afirma. Es por eso que trabajó de camarera en un bar y también en una promotora de espectáculos, donde hacía tareas de gestión, atención al cliente, presupuestos y contactos con otras empresas.

“Dedicarte profesionalmente a un deporte no te deja tiempo para los amigos, para estudiar, ni para nada”

Alba estudió bachillerato en Ciutadella (Menorca), de donde es originaria. Cuando terminó no quiso hacer la selectividad porque ya la había fichado un equipo de voley profesional. "Dedicarte profesionalmente a un deporte no te deja tiempo para los amigos, para estudiar, ni para nada", afirma. Su madre, sin embargo, le aconsejó que no dejara los estudios. "Me dijo que algún día necesitaría tener una base de formación", explica. Es por eso que comenzó un grado superior a distancia en Gestión Comercial y Marketing, en el Institut Obert de Catalunya. "Cuando no entrenaba, estudiaba; cuando no tenía partido, iba a Barcelona a hacer los exámenes. ¡Era de locos! ".

"Cuando no entrenaba, estudiaba; cuando no tenía partido, iba a Barcelona a hacer los exámenes. ¡Era de locos! "

El voley ha estado presente en su vida desde los once años y antes, sin embargo, no había hecho ningún tipo de deporte. "Estaba en el sofá de mi casa, y un día vino mi padre y me dijo: ¿qué te parece, si te mueves un poquito?". Escogió el voley porque tenía un amigo que lo practicaba. "Una vez empecé, no me pude desenganchar". El segundo año que entrenaba la preseleccionaron para hacer unas clases de técnica avanzada. A partir de ese momento fue a la selección de las Islas Baleares y en la Superliga Junior, mientras lo compaginaba con la categoría juvenil de Menorca.

Fue jugando y ascendiendo, aprendiendo cada vez más. Pero no hubo un momento en concreto en que decidiera dedicarse profesionalmente. "Cada vez te vas enganchando más. Y un día, te das cuenta que estás en primera categoría, a nivel estatal, y que tal vez sí, eres válida y lo puedes hacer ", asegura. Económicamente, sin embargo, ya es otra cosa. "O eres una superestrella o no puedes vivir únicamente del voleibol".

Alba siguió en Menorca hasta los 19 años. "En ese momento, creí que necesitaba salir de la isla", confiesa. Tenía la necesidad de formarse y de saber si realmente valía para el voley. "Una cosa es estar en tu casa y que tu gente te cuide, pero otra muy distinta es irte fuera y tener que espabilarte", explica.

“Una cosa es estar en tu casa y que tu gente te cuide, pero otra muy distinta es irte fuera y tener que espabilarte”

Aceptó una oferta del equipo del Alzira, del País Valencià. Estuvo un año, jugando de titular. Después, fue a Sant Cugat, donde estuvo un año más. La siguiente temporada la fichó el Haro, de la Rioja, y el año siguiente volvió a Sant Cugat, donde jugó dos temporadas más. Después de todos estos cambios, volvió a Menorca. "Me fui de la isla con 19 años y volví con 26, formada y como una jugadora completa". Estuvo dos temporadas en el equipo del Avarca de Menorca, hasta que decidió parar por razones personales.

A día de hoy, pues, el voley tiene un papel secundario en su vida. "¡Y no lo llevo nada bien!", Confiesa, riendo. Pero no se arrepiente de las decisiones que ha tomado. "Tenía ganas de vivir en pareja, de viajar y de poder hacer más cosas que jugar al voley", dice. Al principio, cuando llegó a Barcelona, se dijo que no jugaría al voley. "Pero es imposible, ¡no lo puedo dejar!", admite. Cuando sale del campus de Poblenou en su casa, come rápido y va al Centro Municipal de Tenis de la Vall d'Hebron. "Por la tarde, hago doble deporte", dice Alba. Explica que, al firmar un contrato, sólo se te permite jugar en un equipo en concreto y a un tipo de voley en concreto. Ahora, sin embargo, juega en unas pistas de voley playa que han abierto en el complejo y luego va al gimnasio. Por la noche, en el pabellón de la Vall d'Hebron, entrena con las chicas de Superliga 2.

Al principio, cuando llegó a Barcelona, se dijo que no jugaría a voley. “Pero es imposible, ¡no lo puedo dejar!”

La vida de Alba Cardona ha cambiado mucho, en los últimos años. Pero desde que decidió escoger el voley como deporte, a los once años, hasta que lo dejó para venir a vivir a Barcelona, pasando por las temporadas en el País Valencià, La Rioja y San Cugat, ha vivido muchas experiencias y se ha formado como persona y como jugadora.