24 de abril del 2020

Estimados compañeros de la Universidad y amigos de todas partes:

En algún lugar de las Cartas persas, Montesquieu hace decir a uno de sus personajes que, si los triángulos tuvieran un dios, le atribuirían tres lados. Pues, así me encuentro yo hablando sólo de la UPF, escribiendo infinitos mensajes cada día, casi todos sobre mis tres lados... Dando respuestas simétricas a un mundo de fuera con las constricciones de este mundo cerrado por dentro. Tengo la certeza de que no soy el único y de que, en casa, desde todos vuestros lados y también simétricamente, hacéis todo lo posible para sobreponeros a esta situación. Os agradezco el esfuerzo y la complicidad con nuestra institución, y también vuestra comprensión cuando la situación nos pone obstáculos excepcionales, que hasta ahora eran también inexplorados. Os garantizo que nuestra tenacidad es máxima para hacer que la carga sea más ligera y que se pueda preservar el sentido más genuino del Bienestar Personal.

Un gran amigo me contaba ya hace tiempo una buena anécdota. No recuerdo de dónde viene ni quién hablaba en la historia. Quisiera preguntárselo si no fuera porque este amigo está, naturalmente, en casa y debería añorarme de no verlo y de no capturar suficiente tiempo para las cosas importantes. En esta anécdota, se daba respuesta a la pregunta: “¿Cómo debemos resolver el problema del campo?”. “¡Asfaltándolo!”, decía el sinvergüenza-no-sé-quién, haciendo un guiño a los que cierto ecologismo azucarado e inerte les daba angustia hace ya muchos años. Yo me reía, pero no tenía ninguna gracia, probablemente. Ahora, en todo caso, la ha perdido toda. Nuestra universidad quiere comprometerse, con tanta o más alegría que la que contenía aquella broma, en todo lo contrario. En estos momentos tan delicados, con la más alta determinación. Por eso estamos hablando ad nauseam de una causa y consecuencia del Bienestar Personal: el Bienestar Planetario. En unas circunstancias en las que el conocimiento –la ciencia y la cultura– laten más acompasadamente que nunca por el confort global, ésta es nuestra bandera. Espero que la aceptéis sin reservas.

Otro de los amigos que, con la edad y el tiempo, uno va viendo que son de verdad, me invitó hace pocos días a escribir (¡escribir!; como si yo, como os decía, no estuviera escribiendo sin parar –quizás tonterías–, cada día, a cada instante, en todas direcciones). Quería saber cómo veía yo en estos momentos la universidad. Vuelvo a las Cartas persas, que, si podéis, no os arrepentiríais de leer durante estos meses de reclusión. En ellas, a veces una carta contiene otra carta: Rica recibe una carta divertida y la reenvía a Usbek. Casi tuitero en el siglo xviii. En este caso, como en la novela epistolar de Montesquieu, yo también os envío una carta dentro de esta misma carta. Es la que me pedía que escribiera este amigo hace unos días sobre mi visión de la universidad. Para vosotros, con todo el afecto:

Los buenos amigos del Círculo de Economía me invitan a dar una mirada a la universidad confinada en pleno coronavirus y a escribir una píldora de buen tragar.

  1. La primera idea en la que pienso es “solidez”. Cada uno conoce su propia universidad y un poco las demás. Pues bien, estoy convencido de que las universidades catalanas han ofrecido una respuesta sólida al confinamiento de los cientos de miles de estudiantes y las decenas de miles de personal. Prácticamente sin tiempo de preparación, se ha pasado a una actividad docente y de investigación virtual, no presencial. ¿Qué se pierde en ello? La mayor parte de lo que hemos hecho siempre, de lo que sabemos hacer mejor. Sin embargo, una vez aceptada la pérdida, ¿qué quedará? En primer lugar, habrá mucho ruido, muchas opiniones difundidas sin mucha prudencia, basadas en buena parte en el estado de ánimo nervioso que deriva del confinamiento obligatorio y del miedo. Todo el mundo está ya viviendo las dificultades y el agobio del cambio aparentemente drástico de método docente. Cada uno encuentra en él sus inconvenientes particulares. Esto es inevitable y lógico. Pero, al mismo tiempo, soy testigo de un fenómeno extraordinario: la apreciación mayoritaria del esfuerzo común, de la posibilidad de participar y de la satisfacción de obtener buenos resultados en este panorama tan adverso y con un horizonte de fechas tan impreciso para el retorno a la normalidad. La universidad ha demostrado, por la buena voluntad y el talento de sus miembros (estudiantes, profesores y staff), una gran solidez, y acabará el curso con una gran dignidad (en docencia, que incluye las evaluaciones pertinentes, en investigación y en innovación y transferencia, es decir, en toda la actividad académica).
  1. Después tenemos que hablar del “cambio”, de una “revolución inteligente” en la administración de los efectos académicos derivados de esta experiencia. En mi universidad teníamos un proyecto de gran alcance, que tenía como objetivo, por decirlo rápido, la intensificación de la presencialidad. Se trataba de aprender, en nuestra época, a valorar con más severidad el sentido y las virtudes de la enseñanza presencial. Y, naturalmente, de administrar correctamente los resultados de esta valoración. ¿Qué es lo que aporta verdaderamente el trabajo directo, en compañía mutua, en una sala real, de estudiantes y profesores hoy en día? Este proyecto lo llamábamos y lo llamamos EDvolución, y empezaba tímidamente a hacer propuestas de mejora. De repente EDvolución se ha puesto en marcha: ya no hay quien pare este proyecto de revisión hasta los cimientos de la Universidad Pompeu Fabra. Quiero decir que me parece muy claro que esta etapa nos hace ir más deprisa en las mejoras organizativas y metodológicas de la enseñanza de la ciencia y la cultura. La velocidad es incómoda, pero ya no tenemos más remedio que instalarnos en ella por completo.
  1. El último concepto es “respuesta” o “misión social” de la universidad. La universidad debe pensarse siempre desde fuera. ¡Pobre monstruo inútil y caro de mantener, una universidad que se piensa sólo desde dentro, con sus problemas de siempre entre estamentos, con la falsa emulación intelectual y la hipocresía que las instituciones académicas arrastran desde la antigüedad! Repito: la universidad debe pensarse siempre desde fuera, y sólo después por dentro. En estos momentos está obligada bien evidentemente a prestar atención a los más desfavorecidos: los más desfavorecidos de los miembros de la comunidad y también los más desfavorecidos de todo el mundo. Debe dar facilidades a los que no tienen los recursos necesarios para la vida y para el estudio. Por dignidad y para no perder su talento. Pero ésta no es la única misión socialmente sensible que tenemos entre manos. No podemos dejar de lado el hecho de que las personas, con diversos grados de experiencia profesional, desde estudiantes hasta científicos de gran prestigio, están prestando un servicio vital a la sociedad precisamente en este momento. Justo ahora es cuando se ve, como si se hubiera encendido un farol que normalmente está apagado, para qué sirve la universidad. Pero, al mismo tiempo, si ahora se ve, no es porque sólo sirva ahora. La cultura (que incluye también la cultura científica, claro) y la ciencia son el elemento de mayor utilidad que la humanidad tiene a su alcance. Yo nunca diré que lo que vale más de la vida es el progreso social. Pero creo en el progreso, creo fuertemente en el principio de que no todo vale, de que no todo es posible, y de que las cosas y los acontecimientos no son indiferentes en su paso por la vida. No todo vale igual, y el “da lo mismo” debería estar en el infierno. Al intentar dejar claro este punto, que no es fácil, quiero decir que nada como la ciencia y la cultura han hecho verosímil la idea de progreso en nuestra vida. Trabajo de la universidad.

En las próximas semanas seguiremos haciendo juntos trabajo de la universidad. Y supongo que seguiremos escribiendo aún mensajes infinitos. Yo quizás preferiría deciros otras cosas: que cada día hacemos música en casa, de todo tipo, o que David Hockney está publicando sus pinturas desde Normandía para recordarnos, como si hubiera oído aquello del Bienestar Planetario, que hemos reñido absurdamente ya hace mucho tiempo con una idea de naturaleza que aún nos atrae muchísimo. Nuestra colección de arte, por cierto, nuestro Art Track, también es para tratar de pensar sobre este absurdo. Hace tiempo que pusimos la visita a vuestra disposición a través de Internet. No lo olvidéis: la “Fabra” (como habría que decir), la “Pompeu” (como dice todo el mundo), también es una invitación a impregnarse de esta clase de preguntas y a avanzar entre todos algunas reconfortantes respuestas... de momento, desde los tres lados de nuestro recogimiento.

 

Un abrazo fuerte,

Jaume Casals