Atrás La Covid-19: un nuevo paradigma de enfermedad planetaria. Josep Maria Antó i Cristina O'Callaghan

La Covid-19: un nuevo paradigma de enfermedad planetaria. Josep Maria Antó i Cristina O'Callaghan

Josep Maria Antó, catedrático de Medicina del Departamento de Ciencias Experimentales y de la Salud e investigador senior del ISGLOBAL y el Parc de Salut Mar.

Cristina O'Callaghan, investigagora asociada del ISGLOBAL y profesora de la UOC.

04.05.2020

 

Las advertencias de los científicos sobre enfermedades infecciosas emergentes a menudo no se han escuchado.

Artículo publicado en el diari Ara el 29 de abril

El antecedente cercano más trágico del Covid-19 es el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), producida por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Esta enfermedad, que se descubrió en 1981 y que ha afectado a unos 40 millones de personas, se originó en un virus de inmunodeficiencia de los chimpancés del sudeste de Camerún. Posteriormente al sida, otras enfermedades recientes como el ébola, el SARS o la MERS han sido originados por la transmisión de virus de especies animales salvajes a humanos. Tal como mostró en 2008 un trabajo en la revista Nature, de 335 enfermedades infecciosas emergentes surgidas entre 1960 y 2004, un 60% provenían de animales no humanos. Estas transmisiones entre especies animales no humanas y los humanos no son, sin embargo, fruto del azar. Hay bastante evidencia de que los cambios ecológicos han provocado un aumento de las tasas de enfermedades infecciosas emergentes y reemergentes. La actividad económica promovida por grandes compañías industriales transforma los hábitats y ecosistemas naturales de la tierra de manera disruptiva y altera intensamente los patrones y mecanismos de interacción entre especies.

Hay bastante evidencia de que los cambios ecológicos han provocado un aumento de las tasas de enfermedades infecciosas emergentes y reemergentes. La actividad económica promovida por grandes compañías industriales transforma los hábitats y ecosistemas naturales de la tierra de manera disruptiva y altera intensamente los patrones y mecanismos de interacción entre especies.
 
Desgraciadamente, en muchos casos los mecanismos causales exactos y los impactos de estos cambios todavía son poco conocidos. Sin embargo, en algunos casos estas enfermedades aparecen y se propagan en circunstancias que denotan los efectos de un sistema de producción económico que destruye los hábitats naturales y las poblaciones humanas que viven, y no hay mecanismos efectivos de regulación y protección. Por ejemplo, la apertura de carreteras para facilitar la extracción de petróleo y madera o establecer cultivos de palma en zonas de bosque primario, como la selva amazónica, los bosques de África central o los del sudeste asiático, favorecen el establecimiento de asentamientos humanos que propician el contacto entre humanos y fauna salvaje necesario para la aparición de nuevas enfermedades. En este contexto, la Covid-19 nos muestra como lo que podría ser un caso paradigmático de enfermedad del Antropoceno, siguiendo una secuencia que incluye la destrucción de hábitats naturales y la extinción de especies, la producción, comercialización y consumo de animales no humanos, la influencia de lobis para anular o retrasar las medidas de protección de los sistemas naturales y sociales, y la limitación del conocimiento científico actual y su menosprecio por parte de gobiernos y empresas. John Vidal, en un reciente artículo en la revista ENSI, señaló esta conexión entre la Covidien-19 y la salud planetaria.
 
Hay bastante evidencia de que los cambios ecológicos han provocado un aumento de las tasas de enfermedades infecciosas emergentes y reemergentes
 
El Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades ha confirmado que el virus causante del brote de Covid-19 en Wuhan provenía de animales salvajes, cuya carne se vendía en el mercado del centro de Hankou de Wuhan, en el que se comercializaban unos 120 animales, algunos de los cuales vivos, de 75 especies diferentes. El primer grupo de pacientes con SARS-CoV 2 de Wuhan eran mayoritariamente comerciantes de este mercado. Peter J. Li, profesor de derecho en la Universidad de Houston, hace años que investiga los problemas asociados a la distribución y venta de animales salvajes para el consumo humano en China. Tal como explicó Li en un artículo del 25 de marzo al South China Morning Post, que se edita en Hong Kong, estos mercados habrían convertido el medio idóneo para favorecer el salto del virus SARS-CoV 2 desde algunos animales infectados a comerciantes y clientes, y posteriormente al resto de la población. Peter J. Le ha descrito como durante años los intentos del gobierno chino para regular este tipo de comercio de carne de animales salvajes han sido contrarrestados por la influencia de un potente lobi comercial cuyos beneficios dependen de mantener el acceso de un sector predominantemente acomodado de la sociedad china a estos animales. Y completando la cadena causal, las advertencias de los científicos sobre los efectos potencialmente catastróficos del riesgo de las enfermedades infecciosas emergentes a menudo no han sido escuchadas. Expertos como Zhong Nanshan y Guan Yi, ambos reconocidos expertos en SARS, habían advertido de la posibilidad de una pandemia con origen en los mercados de carne de animales salvaje en China y de la necesidad de prohibir estas prácticas comerciales.
 
Los mercados, tanto los de alimentos como los de valores, deben estar regulados de manera efectiva para que los beneficios privados no se conviertan en tragedias públicas.
 
En el caso de la Covid-19, las soluciones tradicionales, centradas en la salud humana, son necesarias pero no suficientes. Hay que ver la Covid-19 desde el prisma de la salud planetaria, es decir, comprender que la respuesta a la pandemia no sólo debe ser la adecuada para los humanos sino también la adecuada para el planeta, del que dependemos los humanos. La prevención de la transmisión cruzada de virus de especies animales no humanas a los humanos se añade como una razón de peso más para defender urgentemente la preservación de los ecosistemas naturales y detener la masiva extinción de especies en curso. Del mismo modo, la protección de los derechos de los animales es un elemento clave para la regulación del consumo humano de carne animal en el marco de sistemas sostenibles de producción, comercialización y consumo de alimentos. Los mercados, tanto los de alimentos como los de valores, deben estar regulados de manera efectiva para que los beneficios privados no se conviertan en tragedias públicas. Cuando la pandemia se atenúe y todos podamos recuperar una precaria normalidad, el verdadero reto seguirá siendo transformar nuestra civilización en una sociedad justa y sostenible, que alcance un nivel cero de emisiones de gases de efecto invernadero no más tarde de 2050 y un elevado nivel de equidad. Y esta es la gran contrarreloj de la humanidad.

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