Sí. En cuanto a las cuatro universidades españolas, claramente van por parejas. Las Autónomas de Barcelona y de Madrid están en los alrededores de la ciudad respectiva (por cierto, los "Cercanías" de Madrid son bastante mejores que los nuestros), llenas de césped, y sus edificios son antiguos y grises. Son un ejemplo bastante paradigmático del "desarrollismo" (y, de hecho, se crearon por el mismo decreto ley durante el franquismo, el año 68), y tienen una manera de hacer que es más de "ir al grano". Por el contrario, la UPF y la Carlos III rezuman competitividad y progreso; son bastante más urbanas. Tienen un talante más profesional, quizás un poco más orientado a la economía, con un perfil de estudiantes con un rendimiento académico más elevado, que muestra que, desgraciadamente, este rendimiento a menudo depende de las posibilidades socioeconómicas. Ahora bien, en todas partes hay gente muy bonita.

la UPF y la Carlos III rezuman competitividad y progreso; son bastante más urbanas

SciencesPo y la Pompeu juegan en ligas diferentes, tienen costumbres diferentes; pero sí veo bastantes puntos en común. La comparación es atrevida, porque en SciencesPo te revisan la mochila cada dos por tres coincidiendo con visitas de miembros del gobierno francés y otras personalidades. Tienes que enseñar el carnet en la entrada y tienen un equipo de seguridad digno de la discoteca más exclusiva del mundo. Han pasado por allí desde Macron hasta Chirac. El elitismo se hace notar y la institución pesa. Pero si hay algo que destacaría es la vitalidad del tejido asociativo en las dos universidades: hay asociaciones de todo tipo y un montón de actividades. No nos costó mucho encontrar el equivalente a la revista el L'Universitari: La Péniche, y espero próximamente poder intercambiar experiencias con ellos.

Yo tengo un problema, y ​​es que me gusta todo, y a menudo me cuesta decidirme. Ya estaba buscando piso en Maastricht para estudiar un grado abierto que me permitiría combinar asignaturas de política con elementos de programación cuando las notas de la selectividad me regalaron la oportunidad de hacer FPE, unos estudios en los que ya me había fijado desde que se había creado el grado, hace varios años. No me lo esperaba. Me llamaba la atención la multidisciplinariedad, el no tener que escoger, y aunque te quedes quizás en un nivel más superficial en cada una de las materias, para mí vale la pena tener una visión global de todo, y después poderme especializar, si quiero.

Creo que la aproximación multidisciplinaria de FPE es un acierto.

Leía el otro día, no recuerdo dónde, que los problemas sociales, en plural, no son más que diferentes aristas de un solo problema: "El problema social". Y para enfrentarse a ellos —solucionarlo definitivamente es imposible— no sobra ningún tipo de gafas. Con las gafas de economista maximizarás los recursos disponibles, harás el pastel más grande. Pero esto es miopía. Se necesitan gafas de politólogo para entender que los problemas no se solucionan a base de ser más ricos, y necesitamos algunas dioptrías filosóficas para ser conscientes del lugar desde donde estamos pensando, qué corriente de pensamiento hay detrás de cada argumento. Creo que la aproximación multidisciplinaria de FPE es un acierto.

Aún recuerdo como bromeábamos en los ferrocarriles volviendo de la UAB el día antes de la declaración del estado de alarma. Los primeros meses fueron muy difíciles, y en todas las universidades hemos tenido profesores que se han adaptado mejor, y otros, peor. En general, creo que hemos tenido suerte.

El hecho de movernos de universidad a universidad nos ha permitido experimentar diferentes aproximaciones territoriales en la gestión de la pandemia. Mientras los amigos de Cataluña se pasaban el día dando clase en línea, en Madrid nunca abandonamos la presencialidad, e incluso teníamos los bares abiertos. Coincidir con el fenómeno Ayuso y vivir la campaña electoral en Madrid ha sido toda una experiencia, a veces esperpéntica; pero "nos hemos podido aprovechar de ello" y hemos tenido una vida universitaria más plena. En nuestro caso, sólo abandonamos la presencialidad durante unos meses, en la primavera de 2020, y aunque una cierta virtualidad me ha permitido compatibilizar los estudios con un montón de otras cosas, siento que las clases presenciales son mil veces mejores.

El hecho de movernos de universidad a universidad nos ha permitido experimentar diferentes aproximaciones territoriales en la gestión de la pandemia

En clase de Informática, en la ESO, tocamos un poco de pasada una herramienta llamada App Inventor, que permite crear apps sin mucha programación. Aquello me fascinó y aquel verano lo dediqué entero a hacer un juego bastante sencillo de tres en raya. Yo tenía catorce años, y a partir de ahí seguí los pasos que me iban parecido lógicos. Primero, publicar la app en Google Play; después, poner un nombre para mi "empresa" y crear una cuenta de Twitter ..., y por el camino aprendí muchas cosas sobre marketing, desarrollo web y un montón de herramientas digitales.

Hice el trabajo de investigación de bachillerato sobre el mundo de las apps, y eso marcó un punto de inflexión, ya que de ahí salió mi primera app, con más de 10.000 instalaciones, que me hizo dar cuenta de la importancia y del peso que tenía todo esto. Hasta que en el año de entrada en la Universidad llegó el primer gran hit, “Jo mai mai", que fue número 1 de ventas en España, con la colaboración de un instagramer. Me he formado a base de tutoriales de YouTube; pero, sobre todo, a base de prueba y error. Para mí, el mundo de las apps era —y es— un hobbie, como la lectura o los videojuegos.

Hay un verso de Josep Vicenç Foix que dice "me exalta lo nuevo y me enamora lo viejo". A mí también me gusta todo; así que hago los malabares que sea necesario para combinar la faceta política con la digital. A veces, es difícil porque eso me hace sacar peores notas, por ejemplo. Pero, sin duda, me compensa. Últimamente, estoy tomando más conciencia de mis limitaciones y debo aprender a hacer renuncias y a priorizar.

A mí también me gusta todo; así que hago los malabares que sea necesario para combinar la faceta política con la digital

Pues, sí que visto así parece que no tenga ningún tipo de relación. Pero el contenido de las aplicaciones tiene un encaje dentro de mi historia vital y de los intereses y las inquietudes que tenía en cada momento. Pero, claro, esto después no se refleja y cuesta entender desde fuera. Y en cuanto a la motivación, en un principio, lo que me movía era el reto de programar como tal. Me movía ver cómo, ante una dificultad, intentaba encontrar las maneras dentro de la programación para conseguir que en la pantalla se reflejara lo que yo quería. Pero ya más adelante, a medida que esto fue creciendo y publiqué más aplicaciones, lo que me motivaba mucho era ver las estadísticas, y ver como en cientos de países la gente se lo descargaba, ver que tenía acceso a saber cuántas descargas tenía cada área geográfica. Y todas estas estadísticas eran muy interesantes. Pero, claro, después de mil, dos mil, tres mil descargas, aunque todavía no me lo crea, ya 30.000 descargas al mes, hace que uno pierda un poco la visión de los números y su importancia. Y ahora, a mí, lo que me mueve es imaginarme el impacto social que puedan tener algunas de las aplicaciones que he publicado. En particular, la que ayuda a los niños a aprender a separar palabras por sílabas. Ver esto me mueve mucho más y me hace tener muchas más ganas de hacer aplicaciones que los números grandes de las instalaciones.

“Juga amb les síl·labes” es una app con cinco modos de juego que aspira a allanar el camino del aprendizaje de las bases de la ortografía catalana, a través de la ludificación (gamification) y generando dinámicas interactivas en clase. Es un JClic del siglo XXI y es que, sin duda, la educación deberá adaptarse a la digitalización. Pero en este proceso hay unos riesgos inmensos en cuanto a la privacidad de los niños y las consecuencias nocivas de la tecnología. Lo que importa es que este proceso lo lideren los docentes, no los programadores. Yo no soy ningún experto en educación.

El proyecto nació como parte de mi trabajo de investigación, cuando me puse a disposición de la jefa de estudios de primaria para desarrollar una app que resolviera algún reto educativo persistente. La app se utilizó en unas cuantas sesiones con alumnos (a las que me encantó asistir) y, en principio, el proyecto quedó allí. Cuando llegó la pandemia, a todos se nos contagió el espíritu solidario del "todo irá bien", y me pregunté qué sabía hacer yo que pudiera ser de utilidad en ese contexto. Así recuperé el proyecto, y a través del contacto con la Agrupación Escolar Catalana pude poner la app a disposición de todos los centros educativos de habla catalana gratuitamente. Durante el curso pasado, una treintena larga de escuelas, centros de educación especial y ONG de los “Països Catalans” se inscribieron en la iniciativa. Creo que la educación digital es el futuro, y no hay manera de resistirse; pero esto no quiere decir que no vaya a utilizar bien.

Cuando llegó la pandemia, a todos se nos contagió el espíritu solidario del "todo irá bien", y me pregunté qué sabía hacer yo que pudiera ser de utilidad en ese contexto

De entrada, quiero aclarar que hoy por hoy Splashapps soy yo y punto. Algún amigo me ha ayudado en el pasado y hemos hecho algunas colaboraciones con influencers y entidades; pero Splashapps no deja de ser un proyecto mío al que dedico algún tiempo. En los próximos años quiero hacer hincapié en el impacto social. No estoy seguro de cómo hacerlo, pero una opción sería mantener una línea de apps más comercial para hacer sostenible económicamente el resto de la actividad. También quiero adentrarme un poco más en el mundo educativo y continuar mejorando las apps que ya he publicado. Tengo un montón de ideas concretas y las voy acumulando en una lista; pero las limitaciones de recursos son muy importantes. Sobre todo el tiempo: al fin y al cabo, soy un estudiante y también participo en diversas organizaciones, así que a menudo pienso que una ayuda me iría muy bien. Si por casualidad alguien está leyendo esto y le interesa el proyecto, que no dude en contactar conmigo.

Tengo un montón de ideas concretas y las voy acumulando en una lista; pero las limitaciones de recursos son muy importantes

Si algo me ha enseñado FPE es que todo está conectado. Así que, por más que lo quisiera, nunca terminaría de dejar de lado uno de los dos ámbitos. A mí, lo que me gusta es la ilusión ingenua de "hacer un mundo mejor", y estos años yendo arriba y abajo he entendido que esto es posible desde el sector público, pero también desde el privado. El tercer sector y la economía social y solidaria deben ser futuro, y eso no quiere decir que la res pública deba adelgazar necesariamente. La revolución digital afecta de lleno las humanidades y el ámbito social, y estoy convencido de que mi futuro profesional pasa por ambos.

A mí, lo que me gusta es la ilusión ingenua de "hacer un mundo mejor"

No creo que tenga que escoger, todos los campos pueden ser complementarios y tengo la impresión de que en el mundo hacia donde vamos continuará siendo imprescindible el ámbito digital: hay mucho margen para evaluar políticas públicas digitalmente, ser más eficientes a la administración pública gracias a los servicios digitales, imaginar más procesos participativos y más democráticos gracias al ámbito digital, etc. Tuve muchas dudas a la hora de elegir los estudios; ahora sé que no hay un motivo para dejar de lado ninguna de esas pasiones. En un futuro, a un nivel más concreto, también me gustaría trabajar o pasar un tiempo en una organización internacional como la Unión Europea o Naciones Unidas, para ver cómo son y si me gusta lo suficiente como para intentar quedarme.

Es importantísimo, porque es una gran fuente de oportunidades para el conjunto de la comunidad universitaria. La UE se está tomando en serio la European Universities Initiative, que lleva el Erasmus + al nivel siguiente, caminando hacia un modelo de universidad federal europea a medio y largo plazo. Para llegar hasta allí, ofrece financiación a alianzas internacionales de universidades como EUTOPIA. Más allá de la financiación, EUTOPIA nos permite hermanarnos con universidades de toda Europa muy buenas y con un perfil similar a la UPF, para potenciar la investigación, repensar el modelo de educación superior y fomentar la movilidad internacional de manera sostenible.

Todo esto es muy abstracto y tenemos que ser capaces de explicar al estudiante medio qué es EUTOPIA y cómo se puede beneficiar de ello. Es importantísimo. Yo tengo una teoría, y es que tenemos que ser principalmente los estudiantes los que expandamos la mancha de aceite entre los compañeros. En primer lugar, hay becas específicas y programas de movilidad entre las universidades de la alianza, especialmente para la investigación y la investigación doctoral. ¡Pero para los estudiantes de grado también hay un montón de cosas! Hay un programa de diseño de soluciones a retos sociales que pretende conectar el conocimiento generado en las universidades con la mejora de su entorno, hay un club cultural, se dan consejos para encontrar trabajo en los países respectivos, hay una comisión de sostenibilidad, conferencias con ponentes de nivel... y también estamos nosotros, el EUTOPIA Student Think Tank, que publicamos los "papers" de los estudiantes desde primero de carrera hasta doctorandos, con la idea de empoderarlos, y los conectamos con las figuras capitales de sus disciplinas. A medio plazo queremos aumentar la influencia de las aproximaciones jóvenes a los retos de hoy en día y trasladarlas a las instituciones europeas y a los actores políticos.

El EUTOPIA Student Think Tank (EUSTT) debe ser un espacio muy amplio de generación de conocimiento compartido, con la mirada puesta en su traslación social. Durante los últimos meses hemos estado con los preparativos y con la campaña de lanzamiento, ya que salimos a la luz el pasado 4 de octubre. Somos un equipo de doce personas (¡yo soy el más joven!) que trabajamos por áreas. Mi responsabilidad es que estemos todos alineados, que sepamos donde estamos y donde vamos en líneas generales, para no perder la motivación por lo que hacemos.

En el día a día, gestiono las reuniones bisemanales de la Junta y estoy muy en contacto con el presidente, para coordinarnos con el resto de la alianza EUTOPIA. Últimamente, he ayudado con la web en el Área de Comunicación, que, por cierto, está liderada por dos estudiantes geniales de la UPF. En abstracto, me gusta pensar que facilito las cosas a los auténticos cracks que forman parte de mi equipo. A veces me cuesta, pero creo que tengo que limitarme a engrasar la máquina porque las piezas son brutales y solas.

En las universidades donde el tejido asociativo era más débil y, en general, había menos capacidad de resiliencia, la pandemia las ha afectado más. En la Pompeu nos estamos recuperando de una manera relativamente rápida; pero yo te lo sé decir desde el punto de vista del mundo de las asociaciones, al que he estado conectado. El problema de hacer las actividades en línea se acabará, y en las asociaciones hay muchas ganas de hacer cosas, los ciclos de las juntas son muy rápidos y trepidantes, ya que los estudiantes se van de la universidad y entra gente nueva, con muchas ideas renovadas.

Sin embargo, la pandemia nos ha hecho mucho daño a todos; evidentemente, también a la comunidad universitaria. En mi opinión, durante estos años se han acelerado procesos que ya existían, tanto buenos como malos. La continuidad de las actividades de muchas asociaciones se ha visto seriamente comprometida; por ejemplo, las simulaciones de la United Nations Student Association of Barcelona (UNSA Barcelona) y los debates de la Barcelona Debating Society (BDS), porque han faltado los viajes, las conferencias internacionales y los debates presenciales. Personalmente, no me ha ido tan mal, ya que el hecho de que buena parte de la actividad se haya desarrollado forzosamente en línea me ha permitido continuar muy en contacto con lo que ocurría en la Pompeu, a pesar de estar en Madrid y, ahora, en París.

En cuanto a los problemas, por un lado están los de siempre: el paro juvenil insoportablemente alto, el acceso a la vivienda, compatibilizar estudios y trabajo..., sin olvidar que a los estudiantes también nos preocupa el resto de cosas que pasan en el mundo, desde el cambio climático, la ciberseguridad y la violencia machista hasta la situación en Afganistán. La parte positiva de la pandemia, y esto lo hemos abanderado las generaciones más jóvenes, es que han aflorado cuestiones que antes estaban más ocultas, como es el caso de los cuidados y la salud mental, especialmente el hecho de tener que estudiar en línea y el estrés que conlleva, y determinadas aproximaciones sobre cómo se hacen las clases virtuales. Aquí, la misma universidad tiene una responsabilidad ineludible, y me consta de que el talante que en algunos casos se ha adoptado es preocupante.

Exactamente, en L'Universitari lo que queremos es dar voz a nuestra generación. Somos una generación que lo tiene muy difícil en muchos sentidos; pero, a la vez, tenemos cosas que decir y queremos aportar al debate público. Entonces, nuestro primer objetivo como asociación, reflejado en nuestros estatutos, es dar voz a la comunidad universitaria en un sentido amplio, y publicar sus artículos y que sus opiniones se oigan; en segundo lugar, queremos defender la pluralidad de ideas, también porque la universidad debe ser un espacio de reflexión, y en tercer lugar, conectar y reforzar el tejido asociativo. En la Pompeu tenemos una suerte, que es que tenemos asociaciones de temas muy diversos, y eso nos diferencia mucho de otras universidades. Y creo que, si conseguimos ser un ágora y un espacio de conexión de todas estas asociaciones, fortaleceremos este tejido asociativo y haremos que la experiencia universitaria en general de todos los estudiantes sea mucho mejor.

No sé si las personas que lideran la UPF son conscientes del inmenso valor del tejido asociativo de esta universidad, en particular del campus de la Ciutadella. Espero que sí. El tejido asociativo de la UPF es, sin duda, el rasgo distintivo que nos diferencia del resto de universidades que he visitado en España, al tiempo que nos acerca a SciencesPo. Estudiantes con el culo inquieto que experimentan en un entorno seguro antes de ir a por todas en el mundo real. Creo que hay que aumentar los recursos que se destinan a las asociaciones, y escuchar sus necesidades para adaptar los mecanismos administrativos que corresponda. Sin duda, se hace un muy buen trabajo; pero de verdad pienso que este tipo de capital humano es lo que marca la diferencia y luego nos permite ponernos las medallas en los rankings, porque repercute sobre el ambiente en la Universidad, la capacidad de captar talento internacional, el nivel de la docencia, la organización de congresos con ponentes reconocidos ... la UPF es la casa de Deba-t.org, por ejemplo, y esto es muy bueno para la Pompeu y a veces parece que no se valora.

El tejido asociativo de la UPF es, sin duda, el rasgo distintivo que nos diferencia del resto de universidades que he visitado en España, al tiempo que nos acerca a SciencesPo

No sólo en la Universidad, y no sólo su voz, también su voto, para que sea efectivo. Todavía no sé lo suficiente sobre los mecanismos de gobernanza de la Universidad; pero, durante la campaña, el rector Amat propuso cosas interesantes para escuchar a estudiantes y a asociaciones. Iniciativas que, por otra parte, todavía no me consta que estén en marcha. Sin embargo, no debemos sobrestimar nuestro papel en la universidad. Los estudiantes debemos estudiar, y como es evidente debemos tener voz y voto en la toma de decisiones. Deben existir mecanismos de participación efectiva. La politización de estos mecanismos —como las pugnas entre sindicatos y otras asociaciones ideológicas— supone un reto; pero no seré yo quien defienda despolitizar estos espacios, porque sería absurdo.

no debemos sobrestimar nuestro papel en la universidad

Me temo que no aprovechamos suficientemente los órganos de participación que tenemos, porque no los conocemos bastante. Creo que se aprovechan de una manera asimétrica. Hay estudiantes que estamos muy al caso, nos leemos todos los correos y las newsletter, estamos implicados ... Y entonces hay una masa importante de estudiantes a la que no le interesan demasiado estos temas. Es a esta gente a la que tenemos que llegar, y lo tenemos que hacer de maneras diferentes y originales. Y eso no se soluciona únicamente con una campaña institucional, por buena que sea. Más allá de los órganos formales hay muchas maneras de influir, y gracias a ello, por ejemplo, la UPF fue la primera universidad española en adherirse a "Menú Por el Planeta", a través de un mecanismo de participación que estaba más allá de los órganos establecidos.

Me temo que no aprovechamos suficientemente los órganos de participación que tenemos, porque no los conocemos bastante

Yo soy muy optimista. Hoy parece que todo el mundo deba tener una frase que se haga suya, una frase profunda para la bio de Instagram y el estado de WhatsApp. La mía es de Martí i Pol, aquello de "todo está por hacer y todo es posible". Unos versos más arriba dice que "estamos donde estamos". La clave está en eso, ser conscientes de la realidad y de sus limitaciones pragmáticas, perder el tiempo justo enfadándose con los culpables del cambio climático y poner todas nuestras energías a revertirlo, y si es necesario enviar a paseo a los culpables, pues se hace; pero no con ánimo vengativo.

La palabra más política, cargada de connotaciones morales, es justicia. Ya que hace falta una narrativa de las soluciones aburridas, complejas y sin apriorismos quizás se puede sostener tras esta palabra. Una gran prioridad es la justicia climática, para que degradar el futuro de la vida no salga gratis. Esto debe ir de la mano de la justicia social, porque hay que detener el aumento de las desigualdades y conseguir que la gente viva mejor, y es que el crecimiento económico es un medio, no un fin en sí mismo. La digitalización nos ofrece oportunidades de ir más rápido, y también riesgos en términos de concentración de poder (por parte de gobiernos y de empresas). También hay justicia global, con un cierto sentido redistributivo.

Creo que una Unión Europea unida y autónoma puede ser clave, y puede jugar un papel de liderazgo muy fuerte en todos estos ámbitos

Creo que una Unión Europea unida y autónoma puede ser clave, y puede jugar un papel de liderazgo muy fuerte en todos estos ámbitos, y lo está intentando (en temas como el green deal, o las políticas sociales, por ejemplo). La UE es un espacio donde creo que todo esto se está haciendo mejor que en el resto del mundo. Pero debemos desengancharnos de EE.UU., tener autonomía estratégica y poder liderar el mundo para apretar, para generar un liderazgo positivo. Siempre teniendo en cuenta que la economía está al servicio de la sociedad, y no al revés.