5. Calidoscopio

¿Qué tienen en común las humanidades y la Inteligencia Artificial (=IA)?

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Maria Morrás, Marco Madella i Simone Ventura

María Morrás, Marco Madella y Simone Ventura, profesores del Departamento de Humanidades de la UPF

La respuesta es obvia: ambos son productos nacidos del ingenio y el arte humanos y, por tanto, no naturales (DRAE). Forjada en 1956 por M. Minsky, la expresión IA denota procedimientos que permiten a las máquinas simular algunas –no todas-- las funciones propias del ser humano: percibir, representar y reconocer los objetos (base del conocimiento para Aristóteles), almacenar y clasificar información sobre ellos (datos) y crear modelos alternativos (representar y jugar con mundos hipotéticos). La IA, entonces, debería ser considerada disciplina humanística pues estas tienen como objetivo reflexionar sobre los productos culturales de los que el ser humano es artífice; esto es, surgidos por obra de la acción civilizatoria mediante la techné (que no tecnología), definida como un conjunto de conocimientos eficaces que se acompaña con el conocimiento de las razones por las cuales ese  procedimiento es eficaz. Ese carácter autorreflexivo es justo de lo que carece la AI y su principal limitación: puede manejar información y producirla, incluso aprender; pero no crea conocimiento aunque sirva de base para ello. Por ello, Humanidades y AI se complementan y suplementan. De aquí la recientísima supra-disciplina, la Humanities AI, que promueve el análisis de la IA mediante métodos humanísticos.  Esta, y no otra, es la ambición de nuevos centros como el de la Carnegie Mellon (https://ai.cs.cmu.edu/), de Stanford (https://hai.stanford.edu) o la Quest for Intelligence del MIT (https://quest.mit.edu/. Con más modestia –el presupuesto de las iniciativas mencionadas alcanza varios billones de dólares—la UPF ha puesto en marcha el BaPIS, un programa que reúne disciplinas diversas para reflexionar sobre el factor humano en la interacción con las máquinas, las relaciones entre creatividad y automatización, y la sociedad digital, al que se sumará un minor interfacultativo para formar alumnos ‘bilingües’, con habilidades en AI y Humanidades.

 Ese carácter autorreflexivo es justo de lo que carece la AI y su principal limitación: puede manejar información y producirla, incluso aprender; pero no crea conocimiento aunque sirva de base para ello

La otra cara de la moneda consiste, claro, en la aplicación de la IA a las disciplinas humanísticas. Es una colaboración que arranca en la década de los 1940, con el santo patrón de las Humanidades Digitales (=HD), Robert Busa, pero que no recibe la mayoría de edad y su nombre hasta la primera década del s. XXI. En estos años, las HD han pasado de mera herramienta que dota de base empírica a intuiciones hermenéuticas que permite acumular y manipular cantidades ingentes de información--pura prótesis tecnológica-- a elemento transformador de la epistheme al invitar a interrogar de manera diferente la realidad humana y el hecho cultural y, como resultado, producir nuevas respuestas. Son ya testimonio varios proyectos de la UPF sobre patrimonio cultural, arte y música digital, bases textuales y corpora lingüísticos. La próxima fundación de un centro dedicado a las HD ha de contribuir en el futuro próximo a producir proyectos más ambiciosos y mejor articulados en este campo, que abre un enorme campo al pensamiento, la creación y la tecnología.

Las humanidades digitales HD han pasado de mera herramienta que dota de base empírica a intuiciones hermenéuticas que permite acumular y manipular cantidades ingentes de información--pura prótesis tecnológica-- a elemento transformador de la epistheme al invitar a interrogar de manera diferente la realidad humana y el hecho cultural y, como resultado, producir nuevas respuestas