6. Especial calidoscopio

La internacionalización, un motor imprescindible de la Universidad

Isabel Valverde, profesora del Departamento de Humanidades y vicerrectora para proyectos para la internacionalización de la UPF

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El binomio «universidad» e «internacionalización» viene de lejos y se nos antoja incuestionable. La circulación de profesores, estudiantes e investigadores entre universidades de distintos lugares del mundo ha favorecido siempre la diseminación de ideas, de ciencia y de conocimiento.  En efecto, como institución centenaria que es, la universidad tiene una dimensión internacional que le ha sido inherente, de forma casi continua, desde sus inicios. ¿Sería imaginable una universidad que, replegada sobre sí misma, renunciara a ella? Sin duda, hoy la respuesta es una negativa taxativa e inapelable.

En el marco contemporáneo de la globalización, cualquier universidad (de las que cuentan) plantea la internacionalización como motor de su afirmación institucional y su posicionamiento en un contexto de creciente competitividad. En definitiva, por muy debatido que sea el contenido que otorgamos al término, la internacionalización contribuye al prestigio de la universidad, a su capacidad de atracción y, por tanto, a su valor reputacional, que son, sin duda, parte de su capital.

La internacionalización contribuye al prestigio de la universidad, a su capacidad de atracción y, por tanto, a su valor reputacional, que son, sin duda, parte de su capital.

En las últimas décadas, la internacionalización no sólo ha pasado a ocupar una posición de centralidad en la vida de las universidades, dejando de ser un elemento marginal en la educación superior, sino que ha ganado en complejidad y en densidad. Basta con señalar la ingente reflexión de la que es objeto desde ámbitos tan diversos como el académico, el técnico y de gestión, el económico e incluso el político. Citemos, en este sentido, las iniciativas geopolíticas de consolidación europea, desde el proyecto Erasmus (1987) al de las universidades europeas (2019), que se articulan sobre el valor de la internacionalización ahora ya con un alcance global. En algo más de veinte años se ha pasado de pensarla sobre todo en términos de intercambio de estudiantes extranjeros o de Study Abroad Programs, a plantear aspectos como las alianzas y los socios estratégicos, las iniciativas de titulaciones dobles o conjuntas, la internacionalización en casa, la digitalización o los rankings globales. Con ello, parece evidente que, en el momento actual, asistimos a un cambio de paradigma de lo que entendemos por internacionalización de la universidad. Las condiciones actuales hacen más apremiante la necesidad de re-pensarla desde perspectivas críticas, teniendo en cuenta que la emergencia originada por la Covid-19 ha hecho más apremiante una necesidad que, sin embargo, no había nacido con ella.

Podríamos considerar que, en cierto sentido, la internacionalización tiene una doble naturaleza, o bien que ocupa un lugar dual en el espacio institucional: se definiría en relación a un eje horizontal y a otro vertical, o bien sería simultáneamente un elemento transversal y un ámbito estratégico. Si bien la internacionalización impregna los diversos ámbitos de la universidad por un fenómeno de capilaridad no se diluye en ellos; al contrario, responde a sus propias condiciones y a una dinámica interna que tiene sentido en sí misma. De ahí la complejidad antes aludida.

El Pla Estratègic de la UPF 2016-2025 reconocía, con acierto, a la internacionalización como un eje transversal en la proyección de la universidad en el futuro. En la actualidad, además, estamos trabajando, siguiendo el otro eje, en la elaboración de una estrategia integradora que sitúe a la UPF como una universidad internacionalizada competitiva en la escena global. En esta estrategia confluyen necesariamente desde el proyecto de universidad europea EUTOPIA y los nuevos planteamientos en relación a titulaciones internacionales hasta los programas internacionales innovadores y la participación en redes de prestigio que vinculan universidades afines. Únicamente un diseño estratégico articulado y orientado permitirá superar el reto estructural que supone la acogida e integración entre nosotros de estudiantes y profesores de otros países y culturas, la gestión de un currículo académico internacional, el reconocimiento de la experiencia internacional como valor formativo ineludible, la colaboración de investigación con socios estratégicos, y la internacionalización de todos los estamentos de nuestra comunidad, por mencionar algunos de los aspectos más relevantes.

El Pla Estratègic de la UPF 2016-2025 reconocía, con acierto, a la internacionalización como un eje transversal en la proyección de la universidad en el futuro. En la actualidad, además, estamos trabajando, siguiendo el otro eje, en la elaboración de una estrategia integradora que sitúe a la UPF como una universidad internacionalizada competitiva en la escena global. 

Desde este punto de vista, elaborar un plan estratégico es un proceso sujeto a algunos malentendidos de base. Por un lado, señalaremos la percepción de que la internacionalización no precisa una estrategia específica al concebirse, en última instancia, como un atributo natural de ámbitos tales como la investigación, la cooperación o el currículo del profesorado. Frente a esta presunta naturalidad, casi automática, está la constatación de que la suma de colaboraciones discretas, a pesar de su excelencia y la calidad de los vínculos, no alcanza donde sí lo hace una política internacionalizadora que abarque y beneficie al conjunto de los colectivos de la universidad y a la diversidad de sus funcionalidades. En este sentido, por ejemplo, la política de alianzas y la integración en redes remite a una suerte de diplomacia universitaria que es parte fundamental y hoy en día prácticamente imprescindible en una apuesta estratégica por una internacionalización realmente eficaz.

Por otro lado, está la visión reduccionista que equipara internacionalización con movilidad (sobre todo, de estudiantes). La movilidad ha sido efectivamente el pilar de la internacionalización, una práctica que en los últimos veinte años ha alcanzado un peso determinante tanto en términos cuantitativos (veáse el incremento constante del número de estudiantes que se beneficia de los programas de intercambio) como cualitativos (el impacto en la experiencia formativa, académica y personal, y en la empleabilidad de los egresados). Con todo, internacionalizar no es únicamente promover y facilitar la movilidad física – es un aspecto que se revela necesario, pero no suficiente.

Es precisamente el modelo de movilidad de proporciones masivas y a escala global el que, por distintos factores, ha agotado su potencial y su capacidad de evolucionar. Además de plantearse la cuestión del sentido de su crecimiento exponencial, los costes ambientales en el contexto de la crisis climática global han contribuido a la mirada crítica con la que abordamos hoy este fenómeno. Y este cuestionamiento precedía ya a la expansión de la pandemia y a su impacto en la educación superior en todo el mundo en los últimos meses. A la cuestión de la sostenibilidad, viene finalmente a sumarse la de la inclusividad en términos sociales: aunque masivo, el disfrute de la movilidad internacional sigue siendo limitado.

El impacto de la Covid-19 ha exacerbado un proceso de reflexión necesaria y está acelerando una transformación del modelo de internacionalización. El reto presente es el de pensar prácticas de movilidad y de interacción más sostenibles y dinámicas, en consonancia con un mundo que se adentra en la cuarta revolución industrial.

El impacto de la Covid-19 ha exacerbado un proceso de reflexión necesaria y está acelerando una transformación del modelo de internacionalización. El reto presente es el de pensar prácticas de movilidad y de interacción más sostenibles y dinámicas, en consonancia con un mundo que se adentra en la cuarta revolución industrial. Por un lado, la internacionalización en casa gozará previsiblemente de mayor peso estratégico por cuanto representa una nueva forma de experiencia intercultural que ayuda a superar barreras geográficas, sociales y culturales. Por otro lado, el desafío más inmediato remite a la transformación digital de la educación superior según modalidades que, a la vez, complementen la movilidad física y den un paso más allá. En lo que concierne a la internacionalización, el desafío se centra en desarrollar imaginativamente el potencial de la movilidad virtual en todos sus formatos, pero con una negociación necesaria con la interacción presencial. El modelo de la movilidad internacional física evolucionará hacia una movilidad diversa, híbrida e inclusiva, que se inscribirá en lo que ha dado en denominarse el “giro digital”.

La internacionalización de las instituciones de educación superior, como lo son las universidades, ha alcanzado un grado de complejidad difícilmente imaginable a finales del siglo pasado y que la emergencia climática, la globalización y las crisis presentes y futuras hoy por hoy imprevisibles acentuarán. Una institución con visión y proyecto como la UPF no ha eludido el desafío de dotarse de un marco estratégico que la sitúe con ventaja como una universidad auténticamente internacional en un escenario de competición global.

Internacionalización de la comunidad UPF

Evolución de la movilidad de estudiantes

Movilidad saliendo de la UPF

* Curso con afectación por la Covidien-19

Movilidad entrante en la UPF

* Curso con afectación por la Covidien-19

Convenios con 27 de las 50 mejores universidades del mundo (ranking THE, 2021)

 

  Convenios de colaboración institucional

  Convenios de colaboración institucional que incluyen movilidad de estudiantes

 
 

Graduados con estancias en el extranjero

Participación en redes internacionales de universidades

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Programas Internacionales de la UPF

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