La respuesta a esta pregunta no es fácil porque es un tema controvertido. Creo que lo que nos ha hecho singulares a nosotros, los humanos, es una combinación de diferentes propiedades que tienen mucho que ver con las propiedades emergentes. La principal de estas propiedades emergentes es el uso del lenguaje complejo, una capacidad que no compartimos con ninguna otra especie. En segundo lugar, somos capaces de identificar las emociones y la mente de los demás, lo que nos ha convertido en una especie altamente cooperadora entre sus miembros. Y, finalmente, diría que los humanos tenemos una gran facilidad para viajar mentalmente en el tiempo, en el sentido de que accedemos al pasado con una memoria muy rica y al mismo tiempo somos capaces de visualizar muchos futuros alternativos en función de nuestras decisiones. En relación a este último aspecto, me gusta decir que los humanos somos narradores.

No exactamente. Compartimos con otros animales esta capacidad de tener valores o comprender las necesidades de los otros miembros de la especie. Ahora bien, los humanos somos una especie simbólica y compleja con enorme capacidad de ponernos en la mente de los demás. Esta capacidad de ponernos en la mente ajena es muy probable que, inevitablemente, llevara a comprender nuestra propia mente, de modo que la autoconciencia que tenemos los humanos haya sido un accidente de la evolución.

Existe la hipótesis del movimiento, que personalmente considero muy acertada, que propone la idea de que la aparición de organismos con la capacidad de captar su medio ambiente, y que deben moverse para buscar alimento y recursos, fue un motor muy importante a la hora de crear cerebros. Me parece una idea muy válida que, precisamente, tiene en el caso de las plantas un contraejemplo perfecto, porque no necesitan ninguna cognición compleja para recibir lo que necesitan. Una buena película que ilustra esto es El día de los trífidos, que describe unas plantas que son más inteligentes que otras porque deben moverse para encontrar alimento.

Existe la hipótesis del movimiento, que personalmente considero muy acertada, que propone la idea de que la aparición de organismos con la capacidad de captar su medio ambiente, y que deben moverse para buscar alimento y recursos, fue un motor muy importante a la hora de crear cerebros

El cine es un recurso muy bueno que utilizo desde hace mucho tiempo para conectar con los estudiantes, si bien cada vez conecto menos porque todo indica que los estudiantes de hoy ya no ven mucho cine. Hay películas, como Blade Runner o Ex_Machina, que son idóneas para plantear a los estudiantes las grandes preguntas de la ciencia o de la vida. El cine de ciencia ficción es sin duda un buen recurso.

En algunos aspectos, así es. Muchas ideas que hasta hace tiempo estaban en el terreno de la ciencia ficción se han ido convirtiendo en realidad con el paso de los años. Algunas veces, trabajando con otros investigadores en el laboratorio en el ámbito de la biología sintética, escribiendo nuevas ideas en la pizarra, hemos comentado que estas ideas parecen ciencia ficción; pero lo decimos con el convencimiento de que, al cabo de unos años, ya no serán ficción sino realidad.

Muchas ideas que hasta hace tiempo estaban en el terreno de la ciencia ficción se han ido convirtiendo en realidad con el paso de los años. Algunas veces, trabajando con otros investigadores en el laboratorio en el ámbito de la biología sintética, escribiendo nuevas ideas en la pizarra, hemos comentado que estas ideas parecen ciencia ficción

Es la hija mayor de la ingeniería genética de los años ochenta y noventa. Es una disciplina que gira en torno a la idea de que podemos construir circuitos normalmente basados en sistemas genéticos, que podemos hacer a partir de cualquier especie que hayamos analizado en el pasado, y ensamblar todo tipo de comportamientos y de tareas, en particular dentro de bacterias pero también dentro de células de mamíferos, que estas bacterias o células no hacen habitualmente. Esto ofrece un abanico de posibilidades que van desde la creación de una molécula que no sintetiza la naturaleza hasta la manipulación de bacterias para que se comporten como hormigas de forma que puedan resolver situaciones colectivamente, que es algo que evolutivamente nunca ha pasado.

Aún no.

La experiencia me dice que no debo especular con fechas ni plazos.

Primeramente hay una investigación básica sobre la que es necesario avanzar. Una de nuestras grandes líneas de investigación es utilizar la biología sintética para interrogar la naturaleza y la evolución. Dicho de otra forma: por qué no han pasado algunas de las cosas que podemos imaginar o incluso podemos construir. Esto nos dará pistas sobre qué caminos puede seguir la evolución y cuáles no. Dicho esto, el poder hacer comportamiento colectivo con sistemas microbianos o con sistemas celulares ingenierizados abre la puerta a muchas cosas, como por ejemplo que tu sistema tome decisiones complejas en un contexto de una enfermedad compleja.

Hay días que parece que no, ¿no? Pero la respuesta es que sí, que los humanos aprenden de los errores porque somos la especie que mejor puede comprender y analizar el pasado para tomar las mejores decisiones de cara al futuro.

Sí, es verdad. Aquí tenemos un conflicto que debemos resolver de cara a un futuro cercano. Somos una especie cooperadora que viene de un pasado cooperador que hemos modificado nuestro entorno a una gran escala. Y paradójicamente nuestra incapacidad de comprender el largo plazo hace que cueste mucho que la gente entienda que si no tomamos decisiones colectivas lo pagaremos muy caro en el futuro.

Por un lado, no existe ninguna objeción teórica o fundamental que impida que esto pueda ocurrir. Por tanto, podemos llegar a ver una máquina inteligente que sea consciente de sí misma. Paradójicamente, podría ocurrir que este hecho sea una realidad y nosotros no entendamos por qué ha acabado pasando. Sin embargo, estamos muy lejos de llegar a este escenario porque, por ahora, sólo disponemos de sistemas artificiales que realizan tareas hiperespecializadas que no tienen ningún tipo de conexión con su entorno. De alguna manera, es como si vivieran en una habitación oscura; para entendernos, no hay una mente que piense o tome decisiones, ni siquiera que entienda lo que hace.

Sí. Y esto genera unas paradojas interesantes. Como decía antes, los humanos hemos aprendido a leer la mente del otro, y sobre todo lo hacemos a partir de la identificación de las caras, que son el vehículo en el que leemos la mente del otro. Por extensión, podemos leer el rostro de una máquina y sentir empatía por elementos que no están vivos. De alguna manera, nos ocurre como con nuestros animales de compañía, en los que proyectamos muchas emociones, a veces sin base alguna; pero hay que decir que por lo menos los animales de compañía nos escuchan y las máquinas no.

Hace treinta años, el físico y biólogo Francis Crick afirmó ya la idea de que la conciencia debería dejar de ser una materia de estudio exclusiva para los filósofos. A su juicio, la conciencia debería convertirse en una materia de investigación. Hay que tener presente que la conciencia es una experiencia subjetiva y esto lo hace absolutamente singular en relación a cualquier otro tipo de problema que se plantee la ciencia.

Absolutamente sí. No debemos pensar que la ciencia es la única manera de abordar los problemas.

No. La religión no es compatible con la ciencia, aunque algunos colegas míos crean que sí. Pero la religión obliga a pensar que puede cancelarse el mundo natural, y eso no es posible.

La religión no es compatible con la ciencia, aunque algunos colegas míos crean que sí. Pero la religión obliga a pensar que puede cancelarse el mundo natural, y eso no es posible.

Sí, y esto es una verdadera tragedia. Lo sorprendente del caso es que los propios políticos o gobernantes hablan continuamente del cambio climático o del progreso tecnológico; pero, en realidad, y salvo algunas excepciones, no tienen una formación científica. Y pienso que es absolutamente necesario que estas personas tengan una formación científica y, en caso de que no la tengan, deberían contar siempre con el criterio de científicos a la hora de tomar decisiones, lo que lamentablemente ocurre muy poco.

Seguramente sea así. Recuerdo que, hace muchos años, cuando el sida mató a millones de personas ya se dijo entonces que habíamos aprendido la lección y que estaríamos preparados para una nueva epidemia global. Pero llegó el covid y pareció que no habíamos aprendido nada. Y sabemos perfectamente que la presión humana sobre el medio sigue creciendo y, por tanto, el contacto entre los humanos y las especies con las que no tendríamos contacto también sigue creciendo. En consecuencia, una nueva zoonosis es casi imposible que no vuelva a ocurrir. Pero quiero ser optimista y creer que estaremos listos para la próxima pandemia. Lo positivo que quiero poner en valor es que hemos visto la enorme capacidad de la ciencia, en base al sacrificio personal de muchas personas que han trabajado día y noche, para afrontar y resolver esta pandemia.

Tenemos un problema muy importante con este tema. Siempre hablamos de la necesidad de tener una sociedad con buen sentido crítico. Pero realmente: ¿hasta qué punto se enseña el sentido crítico en las escuelas y los institutos? Con mis estudiantes, que son muy buenos, también veo que no han estado suficientemente bajo un paraguas que les enseñe a cuestionarnos la información que nos llega. No debemos creer a priori lo que alguien dice sólo por el hecho de que lo diga en las redes sociales.

Sí, pero esto no debe ser un problema por sí mismo. Por definición, los científicos somos los primeros en cuestionarlo todo, incluso nuestro propio trabajo. A partir de ahí separamos lo correcto científicamente de lo que no lo es. Desgraciadamente, ese cuestionamiento de la realidad no está extendido entre la sociedad.

Las fake news son una pandemia y poseen todas las propiedades matemáticas de una pandemia. Por ejemplo, tienen la capacidad de propagarse muy eficientemente mediante redes complejas con elementos hiperconectados. Al igual que ocurre con las pandemias, hay nodos hiperconectados que generan y difunden información falsa, que de hecho es desinformación, la cual se propaga con mucha rapidez.

Se deben cuestionar siempre tres cosas, y siempre lo repito a mis alumnos de primero. La primera es el principio de autoridad; es decir, no debemos creernos necesariamente lo que diga una persona por el solo hecho de que sea el profesor o el catedrático. La segunda es la revelación de un hecho o una idea, que nunca debemos creernos como un acto de fe. Y la tercera es la tradición, en el sentido de que hay muchas cosas que se han hecho de una determinada manera por pura tradición durante mucho tiempo y que no deben ser necesariamente correctas, como por ejemplo la esclavitud.

Tengo dos hijos y necesito ser optimista [ríe]. Ahora mismo estamos en un cruce. Me refiero al cambio climático, que se habla continuamente hasta el punto de que quizás han hablado demasiado de ello. Pero lo cierto es que tenemos una ventana temporal de veinte o treinta años para tomar las decisiones correctas. Si no lo hacemos, el planeta irá muy deprisa a un calentamiento que será imposible de controlar y que supondrá el fin de nuestra civilización. ¿Lo podemos evitar? Sí, creo que todavía estamos a tiempo: pero hay que actuar ahora.