8. Calidoscopio

Blockchain: ¿la piedra filosofal de Internet?

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Miquel Oliver

Miquel Oliver, jefe del Grupo de Investigación en Tecnologías y Estrategias de las Telecomunicaciones y profesor del Departamento de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones de la UPF

Internet tiene una asignatura pendiente desde sus orígenes: pasar a ser una red cien por ciento distribuida. Esto significa tener una estructura que no dependa de ningún ente central que organiza o gestione una parte esencial para su funcionamiento. La gran maravilla de Internet ha radicado siempre en su carácter distribuido, es decir no centralizado. "La inteligencia de la red está en los extremos" predicamos en clase, mientras damos cuenta de una serie de protocolos muy sencillos que nos permiten, con un solo clic, descargar cualquier contenido por muy remoto que se encuentre.

Pero la historia no es tan maravillosa como la contamos. Una de las piezas clave del funcionamiento de la red radica en la jerarquización de su sistema de nombres de dominio (Domain Name Server oro DNS, en inglés). Este mecanismo es el que nos permite "humanizar" Internet. Quiero decir que, en lugar de tener que recordar el número 84.89.128.15 cada vez que queremos acceder a la web de la UPF, lo podamos hacer tecleando "www.upf.edu" (o incluso si estamos un poco perezosos solo " upf.edu ").

El servicio DNS es similar a una gran agenda con números de teléfono, abierta a nivel mundial. Cada vez que quieres hacer una llamada a alguien hay que ir para encontrar su número. Esta agenda es accesible para todo el mundo pero sólo es modificable por parte de unos pocos, que son los proveedores de servicios. Así, cuando los proveedores de servicios reciben la orden de borrar alguien "molesto" les es muy fácil. En pocas horas un servicio web puede dejar de existir si ha sido eliminado de la agenda DNS. Por ejemplo, esto es lo que sucedió el pasado 1 de octubre con algunas webs en Cataluña.

Ahora mismo nos encontramos con la tecnología llamada blockchain (también se le llama cadena de bloques, de su traducción literal del inglés) como una de las grandes promesas que revolucionarán Internet. El hecho de ser el motor que ha sustentado criptomonedas tan famosas como Bitcoin o Ethereum le otorga una robustez y fiabilidad tecnológica sin precedentes. Ninguna empresa, ni ningún hacker han conseguido comprometer este ingenio tecnológico, utilizado para crear algo tan sensible y vulnerable al fraude como es el dinero virtual. Así, el blockchain se puede ver como un listado de transacciones (apuntes contables) con una marca de tiempo inalterable y criptográficamente seguro (imposible de corromper). Con estos ingredientes, muchos expertos auguran un futuro sensacional a esta tecnología, aplicable a un amplio abanico de situaciones y sectores productivos (banca y finanzas, registros electrónicos, ventas de coches, títulos universitarios, etc.), atribuyéndole capacidades mágicas.

En los últimos meses ya ha habido varios intentos de utilizar la tecnología blockchain para conseguir un directorio DNS completamente distribuido (ENS, Blockstat o DNSChain son ejemplos). Si se consiguiera, entonces podríamos hablar de una Internet cien por cien distribuida y menos intervenida. El número de "contactos" que debería incluir la cadena de bloques (aproximadamente un billón) la hace viable si lo comparamos con la dimensión de transacciones asociadas hoy al Bitcoin. ¿Será la solución? ¿Será adoptada por la red? Si la respuesta a la última pregunta es afirmativa podremos decir que, efectivamente, hemos encontrado la piedra filosofal que multiplicará aún más el valor de Internet.