Teología negativa y estética apofática

El estudio del lenguaje de la negatividad, en sus orígenes teológicos (teología apofática), a partir de la obra de pensadores como san Agustín y el Pseudo-Dionisio Areopagita, halla una de sus expresiones más fuertes y originales en los filósofos y teólogos medievales europeos. Con la aparición de las nuevas lenguas vernaculas asistimos a la creación de un rico vocabulario especulativo que se sitúa en el fundamento de algunos movimientos filosóficos modernos. Especialmente en el ámbito de lengua alemana, figuras como el Maestro Eckhart han dejado un corpus de textos escritos, en latín y alemán, que han inspirado fuertemente el pensamiento de autores como Nicolás de Cusa y Angelus Silesius (Johannes Scheffler) o, también, en el ámbito de las tradiciones místicas ibéricas, en Juan de la Cruz y Teresa de Ávila. Especialmente significativo es el rastro de un "elemento místico" en los pensadores modernos, como Franz von Baader y Hegel, así como en la obra de filósofos como Heidegger y Derrida, así como en la de los llamados "teólogos de la muerte de Dios," en la estela de Dietrich Bonhoeffer.

Aquel vocabulario procedente de la teología negativa, que ha expresado con radicalidad la experiencia de la absencia de Dios, especialmente en la obra de los autores místicos medievales, pero también modernos (Simone Weil), encuentra interesantes analogías con la obra plástica de los primeros artistas abstractos europeos (Mondrian, Malévich) y norteamericanos de mediados de siglo XX (Mark Rothko, Barnett Newman), la escultura vasca (Chillida y Oteiza) o la obra del artista anglo-indio Anish Kapoor, poniendo de relieve la necesidad de una reflexión estética de conceptos como nada, silencio, y vacío, a partir de las vías expresivas procedentes de la abstracción y la desfiguración de las imágenes, fenómeno que reproduce los problemas estrechamente vinculados con la teología, como la iconoclastia y la iconodulia, y que los volvemos a hallar hoy en contextos de destrucción y ataque a las imágenes. Estas estrategias de la negatividad estética también se encuentran, de manera muy conmovedora, en la poesía de Rainer Maria Rilke, T. S. Eliot, o Paul Celan, constituyendo lo que aquí llamamos una "estética apofática," es decir, una estética negativa que, a diferencia de la estética negativa de Adorno, Lyotard y otros, sin dejar de ser moderna, se siente implícita o explícitamente en el rastro de la teología negativa o apofática.

Paradigmas para una nueva morfología de lo sagrado

El diálogo y las tensiones entre las categorías de sagrado y profano es el núcleo de esta línea de investigación. Destacadas figuras de la escena artística del siglo XX, en pleno contexto de los movimientos de secularización, y como consecuencia de la reuina de los habituales lenguajes religiosos, muy desgastados por las traumáticas experiencias de las dos guerras europeas, han intentado localizar los restos del misterio, a partir de nuevas formas y estructuras expresivas. Ya sea de forma explícitamente religiosa, por medio de testigos arquitectónicos (Mies van der Rohe, Philiph Johnson), musicales (Arnold Schönberg), pictóricos (Marc Chagall, Salvador Dalí, Miquel Barceló o Anselm Kiefer), pero también en el videoarte (Bill Viola), o de forma implícita (Joan Miró y Antoni Tàpies, entre otros), las artes han contribuido muy poderosamente a repensar conceptos y categoráis del pensamiento religioso, ofreciendo al investigador un ámbito en el que poner en práctica una investigación auténticamente interdisciplinaria y transversal.

En paralelo a una investigación acerca de las artes plásticas, los vínculos de la experiencia religiosa con la literatura y la poesía, que ya habían llamado la atención de los lectores desde el Romanticismo, ofrecen modelos literarios de gran vitalidad en nuestros días. De manera especial, esta línea de investigación indaga en la tradición de la literatura catalana, que ha dado lugar a figuras relevantes como Ramon Llull, Jacint Verdaguer, Joan Maragall, Màrius Torres y Salvador Espriu. Esto permite introducir en el estudio de estos autores una mirada distinta, con unas claves de lectura que complementan las más habituales entre los estudiosos de dicha literatura y que, al mismo tiempo, se abre a prácticas interdisciplinarias, como en el caso del artista y poeta Perejaume.