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Fernando Vela

Seudónimo de Fernando Evaristo García Alfonso

 

(Oviedo, 1888 – Llanes, Asturias, 1966)

 

El «terror» de la generación del arte nuevo —como lo llamó Emilio García Gómez— desde la secretaría de Revista de Occidente fue un ensayista de intereses plurales y mirada escrupulosa, pero antes de eso fue el autor del manual Fútbol Asociación y Rugby (Espasa-Calpe, Madrid, 1924), publicado bajo el seudónimo de F. Alonso de Caso (los apellidos de su madre). Eugenio d’Ors había publicado en La Libertad, de septiembre a noviembre, una serie de artículos sobre el balompié, en uno de los cuales afirma que este «espera su Cervantes», a lo que pudo responder un Vela que para entonces ya traducía del alemán la nueva antropología de Friz Graebner y dirigía el tráfico de intelectos que orbitaban alrededor de Ortega. Su modestia y discreción fueron proverbiales, casi tanto como la confianza plena que el filósofo puso en él desde que, en 1914, se conocieron en Asturias siendo Vela un colaborador de El Noroeste de Gijón. La inteligencia vivaz, el estilo ingenioso y la curiosidad insaciable debieron parecerle a Ortega las mejores credenciales para hacer de Vela su escudero en todas sus campañas. En 1915, al crear la revista España, designó a Vela corresponsal en el Principado, un cometido que volvería a proponerle para el diario El Sol en 1918. Pero la suerte futura de Vela cambia cuando en 1920 se traslada a Madrid dentro del Cuerpo Técnico de Aduanas en el que había ingresado en 1908. Allí puede asistir a las clases de Ortega y a su tertulia en la Granja del Henar. Sobre los apuntes tomados por Vela en 1922, Ortega compondrá el texto de El tema de nuestro tiempo (1923) el mismo año en que, paseando un día de abril, le ha sugerido a su amigo dar vida a una revista «que pusiera a los lectores españoles al corriente de las nuevas ideas, los nuevos descubrimientos científicos, los nuevos hechos sociales». No han pasado tres meses cuando el número inicial de Revista de Occidente está en la calle con sendos ensayos de Ortega y Vela, este sobre «las nuevas ideas biológicas».

 

Desde entonces su obra se realiza en la cercanía de Ortega: Revista de Occidente y El Sol, diario que dirigirá desde julio de 1933. En su primer volumen ensayístico, El arte al cubo y otros ensayos (1927), Vela pone de manifiesto su admirable flexibilidad intelectual: «El arte al cubo» trata sobre el arte de vanguardia, «Desde la ribera oscura» se subtitula atinadamente «Para una estética del cine», y «Sobre el problema de la filosofía» desarrolla un panorama de la filosofía alemana posterior a Nietzsche. Su segundo libro, El futuro imperfecto, hubo de esperar hasta 1934 y salió en la PEN Colección dirigida por Ildefonso-Manuel Gil y Ricardo Gullón. En el libro rescata bajo el epígrafe «Notas de periódico» breves glosas a la actualidad que recuerdan las de Azaña en 1923 en España. Sus ensayos sorprenden por la diversidad temática y por la penetración de análisis, sea el que dedica a «El superrealismo» en 1924, recién publicado el Manifeste surréaliste, sea «Sociología de la crisis» (1935), donde desmenuza el pensamiento de Karl Mannheim. Tras la guerra, Vela sobrevive con traducciones y colaboraciones en la prensa. Hasta 1943 vivirá en Tánger (adonde se había trasladado en 1938), colaborando en el diario España; luego regresa a la Península y, bajo el seudónimo de Héctor del Valle, escribe un par de biografías (Talleyrand y Mozart) para la editorial Atlas y reanuda su contacto con la editorial de Revista de Occidente. En 1950 reúne algunos ensayos de posguerra en El grano de pimienta, que sale en la colección Austral, y dos años después publica su penúltimo libro ensayístico, Circunstancias (1952), en el que ofrecía un variado menú de asuntos. El primer plato era una reflexión sobre el equilibrio del poder internacional tras la Segunda Guerra Mundial, seguido de un capricho sobre literatura y prestidigitación para pasar a unas notas de lectura (sociología, poesía china, economía...) y entrar así en los postres de un espléndido ensayo sobre la sociedad y cultura inglesas, «Visita a Inglaterra». El cierre de su producción, Ortega y los existencialismos (1961), es a la vez una ofrenda póstuma a Ortega y una explanación de su pensamiento.

 

JG y DRdM

 

José-Carlos Mainer, «Fernando Vela o el arte del ensayo», prólogo a la antología Inventario de la modernidad (Noega, Gijón, 1983, pp. 7-46); el «Homenaje a Fernando Vela» en Revista de Occidente, 90 (noviembre de 1988); Eduardo Creus, «Vigilia de la razón: sobre la obra ensayística de Fernando Vela», Hispanic Review, 74, 2006, pp. 143-163; y la bibliografía que elaboró Ramón García-Vela para el Boletín del Instituto de Estudios Asturianos (núms. 92, 99, 101 y 105-106)