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(Madrid, 1891 – Boston, 1951)

 

La dedicación al ensayo en Pedro Salinas es algo tardía en relación con su obra poética y narrativa, iniciadas respectivamente en 1923 con Presagios y en 1926 con los cuentos de Víspera del gozo, pero fue tanto o más absorbente que estas, sobre todo a partir de 1939. Los mentores que hubo detrás de esos títulos también determinan las orillas del cauce por donde discurre Salinas como intelectual, Juan Ramón Jiménez y José Ortega y Gasset, a despecho de la animosidad que desarrollará hacia el primero y la distancia que le separará del segundo después de 1939. Juan Ramón lo llamó a colaborar en su revista Índice y le publicó su primer libro de versos; Ortega lo convocó a Revista de Occidente y puso a su servicio la editorial entre 1926 y 1929, donde publicó su segundo libro poético, Seguro azar (1929). Salinas había sido uno de los noventa y nueve socios de la Liga de Educación Política en 1914 y sería un catedrático de Literatura Española comprometido con los cursos de extensión universitaria durante los años de la República. Sin embargo, su compromiso con el proyecto de modernización cultural no le condujo, a diferencia de muchos otros, al terreno del ensayo social, político o histórico antes de la guerra. Ni después. Porque el período de mayor dedicación al ensayo fue, sí, el de su exilio, pero los temas que trató tuvieron que ver con el campo de las letras o, de una manera más holgada, con el ámbito de la cultura.

 

En los años republicanos, Salinas fue una pieza clave en la puesta en marcha de los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Santander, que funcionaron desde 1932. Una etapa, esta, que coincidió con su responsabilidad (compartida con Guillermo de Torre) como director de Índice Literario, magnífica revista sobre la actualidad literaria publicada por el Centro de Estudios Históricos entre 1932 y 1936, en la que se mantuvo un difícil balance entre los criterios selectivos del historiador literario y la inmediatez de la crítica periodística. En 1941 reunió en el libro Literatura española siglo XX una serie de artículos y reseñas publicados en los años treinta, muchos en Índice Literario, en los que invariablemente la recensión de la obra a examen se transformaba en un ensayo de situación e interpretación del libro y de su autor. Un año antes, el último de los cuatro que profesó en Wellesley College, publicó en inglés Reality and the Poet in Spanish Poetry. Favorecido quizá por el aislamiento durante su exilio en Estados Unidos y, entre 1942 y 1946, Puerto Rico, Salinas se refugia en la prosa discursiva. Escribe en los años cuarenta dos ensayos extraordinarios sobre dos grandes poetas: La poesía de Rubén Darío (1946) y Jorge Manrique, o tradición y originalidad (1947). Entretanto, los ensayos de El defensor esperaban ver la luz en un almacén de Bogotá, donde se imprimieron en 1948 pero apenas se distribuyeron debido a la coincidencia con el golpe de estado de ese año. El volumen reunía varias defensas (la de los «nuevos analfabetos», que reincidía en la defensa del analfabetismo que había hecho Bergamín antes en los años treinta, la de la correspondencia espistolar, la del lenguaje, la de las minorías literarias...) que tenían en común el albergar dentro de sí una metralla de invectivas contra aspectos de la sociedad contemporánea que, en su opinión, tendían más a la barbarie que a la civilidad culta. Sus trabajos sobre literatura de este período fecundo se reunieron póstumamente en Ensayos de literatura hispánica (1958), pero muchos otros quedaron sin rescatar y ahora pueden leerse en el apartado «Ensayos misceláneos» de los Ensayos completos (2007), en espléndida edición de Enric Bou y Andrés Soria Olmedo.

 

JG y DRdM

 

Disponemos de una buena antología crítica de Andrew P. Debicki, ed., Pedro Salinas (Taurus, Madrid, 1976) y del «Prólogo» de Dámaso Alonso a los Ensayos completos I (Taurus, Madrid, 1983, pp. 12-28). Ciriaco Morón Arroyo y Manuel Revuelta editaron Pedro Salinas. Estudios sobre su praxis y teoría de la escritura (Sociedad Menéndez Pelayo, Santander, 1992) y F. Javier Díez de Revenga estudió «El ensayo y la crítica en Pedro Salinas», en Homenatge a Pedro Salinas (Universitat de Barcelona, 1992, pp. 47-60). Claudio Guillén ofrece una imagen compleja (y testimonial) en «Pedro Salinas, múltiple», en De leyendas y lecciones (Crítica, Barcelona, 2007, pp. 105-144), y Enric Bou y Andrés Soria Olmedo firman una excelente «Introducción general» a Obras completas II. Ensayos completos (Cátedra, Madrid, 2007, pp. 23-54).