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(San Sebastián, 1872 – Madrid, 1956)

 

El novelista de raza de su generación también se fajó en los periódicos y escribió ensayos fuertemente idiosincrásicos sin abandonar la «retórica de tono menor» que siempre preconizó. Esta se sustanciaba en una huida del retoricismo por el camino del estilo conversacional (frase corta, vocabulario popular, caracterización impresionista y despegada, tono desparpajado) y la opinión a contrapelo y desapacible. Más que un pensar a la contra, como en Unamuno, hay en Baroja un opinar con desdén que se manifiesta con especial acuidad en su prosa de ideas. Bajo sus profusas opiniones sobre casi todo no hay más ideología que un feroz individualismo teñido de sentimentalidad, ni más sistema que su libre antojo, pues, como sentenció Ortega, Baroja era incapaz de esfuerzo sistemático. Aunque se declaró «liberal radical» y «anarquista», despreció frutos políticos del liberalismo como la democracia parlamentaria o la igualdad social, abominó de socialistas y comunistas y en su anarquismo no pasó de ser, si puede decirse así, un diletante. En consonancia con sus correligionarios del 98, en su juventud comulgó con las exigencias de reconstrucción social a través de las reformas agraria, industrial y educativa, pero no tardó en desencantarse, aunque, a diferencia de Unamuno o Maeztu, se aparcó en un limbo de escepticismo y no creyó que la salvación de España se hallara en la tradición o en la espiritualidad. Sus primeros artículos en la prensa donostiarra datan de 1890 (La Unión Liberal) pero, amén de colaborar en El Liberal o La Justicia madrileños, su presencia constante en los periódicos no empieza hasta 1899. Con su ingreso en El Globo en 1902, se afianza su vinculación al periodismo (en 1903 viajaría a Tánger como corresponsal de guerra) al tiempo que lo hace como novelista con Camino de perfección.

 

En 1904, el año de La busca, reúne artículos y estampas narrativas en el tomo misceláneo El tablado de Arlequín, pero su primer libro de ensayos se hará esperar hasta 1917 con Nuevo tablado de Arlequín (lo había empezado a publicar en la revista España en 1915). Ese mismo año, consagrado como novelista con títulos como Zalacaín el aventurero (1909) o El árbol de la ciencia (1911), publica Juventud, egolatría, un ensayo sobre sí mismo y sus circunstancias desarrollado en breves epígrafes en los que, con estudiada impudicia, hace un autoanálisis forense que constituye también la forja de su imagen pública. Regresará a esta escritura autobiográfica en Las horas solitarias (1918) y, por supuesto, en los siete volúmenes de sus memorias Desde la última vuelta del camino (1944-1949). En 1919 publica La caverna del humorismo, donde, en cierto modo, replica a las Ideas sobre Baroja del primer volumen de El Espectador (1916). A este importante libro de ensayos seguirán en pocos años Divagaciones sobre la cultura (1920), Divagaciones apasionadas (1924), Crítica arbitraria (1924), que recupera críticas teatrales de 1902, el Prólogo casi doctrinal sobre la novela (1925), nueva réplica a Ortega, ahora a sus Ideas sobre la novela, desde el umbral de La nave de los locos (1925), Intermedios (1931), donde incluye la suculenta conferencia «Tres generaciones» (1926), Vitrina pintoresca (1935) y Rapsodias (1936). Tras la guerra aparecerán Ayer y hoy (1939), El diablo a bajo precio (1939), Chopin y Jorge Sand y otros ensayos (1941), Pequeños ensayos (1943), La obra de Pablo Yarza y algunas otras cosas (1956) y La decadencia de la cortesía y otros ensayos (1956), pero por encima de esta retahíla de títulos sobresalen, por su valor ensayístico, dos de las entregas de sus memorias, El escritor según él y según los críticos (1944) y La intuición y el estilo (1948), donde se rescatan y ponen en limpio las ideas literarias barojianas.

 

JG y DRdM

 

Soslayando el copioso material biográfico, del que sigue siendo muy recomendable Los Baroja (1973) de Julio Caro Baroja y sus memorias Desde la última vuelta del camino, ahora en tres tomos cuidados por Fernando Pérez Ollo que incorporan La guerra civil en la frontera y el inédito Rojos y blancos (Tusquets, Barcelona, 2006), del Baroja ensayista tratan Cecilio Alonso, Intelectuales en crisis. Pío Baroja, militante radical (1905-1911) (I. E. Juan Gil-Albert, Alicante, 1985), Félix Bello, El pensamiento social y político de Pío Baroja (Universidad, Salamanca, 1990), y B. Ancos Morales, Pío Baroja: Literatura y periodismo en su obra (FUE, Madrid, 1998). Deben consultarse las introducciones a los 17 volúmenes de las Obras completas dirigidas por José-Carlos Mainer (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 1997-2000), autor de una biografía del escritor, Pío Baroja (Taurus, Madrid, 2012), a la que hay que sumar el estudio de Francisco Fuster, Baroja y España. Un amor imposible (Madrid, Fórcola, 2014).