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(Bárcena de Pie de Concha, 1886 – Ginebra, 1959)

 

En enero de 1914, Luis Araquistáin podía preguntarse desde El Liberal: «¿Se puede ser germanófilo?», dando por descontado que, en la defensa de la libertad, antes iba a entenderse un fanático católico español con un fanático ateo francés que con un católico alemán. Esa apuesta por la libertad marcó, desde las variadas posiciones de izquierdas por las que transitó, su vida de pensador político. Militante socialista desde 1911, defendió un socialismo moderado y humanista que se manifiesta en España en el crisol. Un Estado que se disuelve y un pueblo que renace (1920) y también en el ensayo El peligro yanqui (1921) sobre los Estados Unidos, adonde había viajado en 1919 para asistir a la Conferencia del Trabajo como miembro de la delegación del sindicato UGT, junto a Largo Caballero y Fernando de los Ríos. Ese mismo año abandonó el PSOE debido a su proximidad al comunismo revolucionario, centrado en la obra de Lenin. Paralelamente, Araquistáin había desarrollado una brillante trayectoria como periodista al frente de la dirección de la revista España de 1915 a 1923, se había significado como crítico teatral y había hecho sus pinitos en la narrativa con una distopía muy marcada por la reciente Revolución Rusa: El archipiélago maravilloso (1923).

 

Quizá porque pasó varios años en la Argentina, de 1904 a 1908, siempre se interesó por los problemas políticos de Hispanoamérica, lo que se reflejó en sus artículos y en libros como La agonía antillana. El imperialismo yanqui en el Mar Caribe (1928), resultado de un viaje por Puerto Rico, Santo Domingo, Haití y Cuba, y La revolución mejicana. Sus orígenes, sus hombres, su obra (1929). Antes había reunido sus ensayos sobre literatura en El arca de Noé (1926) y en 1930 hizo lo propio con sus reseñas teatrales en el volumen La batalla teatral.

 

Dirigió la revista socialista radical Leviatán desde 1934 y, desde el verano de 1935, el semanario —luego diario— Claridad, que fue el órgano de expresión de los partidarios de Largo Caballero. Desde Leviatán emprendió una campaña agresiva contra la literatura burguesa (identificada con la de vanguardia) de la que no se libró Ortega y Gasset, al que dedicó una serie de artículos muy críticos como «profeta del fracaso de las masas», a la vez que se propuso difundir el pensamiento marxista, arremeter contra el fascismo y, en fin, cuestionar la viabilidad del liberalismo de Azaña (frente al que se situó durante la revolución asturiana de 1934). Araquistáin había sido nombrado en 1932 embajador de la República en Alemania y, a las pocas semanas del 18 de julio de 1936, se le encomendó la embajada de Francia, aunque dimitió del cargo unos meses después.

 

Paradójicamente, Araquistáin, que dio voz a la aliadofilia (y a la germanofobia) durante la Primera Guerra Mundial y que denunció el imperialismo norteamericano, se convirtió en sus últimos años en un divulgador de la filosofía krausista y en colaborador del Congreso por la Libertad de la Cultura, promovido y financiado por el gobierno de los Estados Unidos. En 1962 apareció póstumamente su libro El pensamiento español contemporáneo, donde revisaba sus criterios severos sobre la obra y figura de Ortega.

                                                                                                                                                                             

JG y DRdM

 

Los estudios más valiosos sobre el autor son los de Marta Bizcarrondo, Araquistáin y la crisis socialista en la II República (Siglo XXI, Madrid, 1975), y Juan Francisco Fuentes, Luis Araquistáin y el socialismo español en el exilio (1939-1959) (Biblioteca Nueva, Madrid, 2002), a los que debe sumarse el extensísimo prólogo que Javier Tusell puso a la antología de ensayos de Araquistáin, Sobre la guerra civil y en la inmigración (Espasa-Calpe, Madrid, 1983). De su labor periodística da cuenta Ignacio Sotelo en la semblanza que incluye Jesús Manuel Martínez en Grandes periodistas olvidados (Fundación Banco Exterior, Madrid, 1987), pp. 109-119, mientras que para sus ideas y escritos políticos pueden verse Raúl Morodo, «Introducción al pensamiento político de Luis Araquistáin», Boletín informativo de ciencia política, 7 (1971), pp. 17-33 y, con visión más amplia, Antonio Rivera García, «Regeneracionismo, socialismo y escepticismo en Luis Araquistáin», Arbor, 739 (2009), pp. 1.019-1.034. Son también de mucho interés los prólogos a algunas reediciones, como el de Jesús Rubio a la novela Las columnas de Hércules (Asociación de Directores de Escena de España, Madrid, 2009); los de Ángeles Barrio a La revista «España» y la crisis del Estado liberal (Universidad de Cantabria, Santander, 2001), y a Polémica de la guerra (Fundación Largo Caballero, Madrid, 2008); y el de Mariano Martín Rodríguez a El archipiélago maravilloso (Biblioteca del Laberinto, Madrid, 2011).