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Un estímulo para la inquietud intelectual. Por Antonio Enrique Pérez Luño.

Conocí a Ernesto Garzón Valdés al promediar la década de los años 80. Desde entonces mis encuentros con el Maestro, recientemente fallecido, fueron constantes y siempre gratos en lo personal y un estímulo para mi inquietud intelectual.

De esos encuentros, me resulta especialmente emotivo el recuerdo del viaje en el que tuve la satisfacción de acompañarle en el solemne Acto Académico de su investidura como Doctor Honoris Causa por su Universidad argentina de su Córdoba natal. Momento en el que también estuvo acompañado por prestigiosos profesores europeos y americanos y, en particular por su discípulo dilecto Jorge Malem. Un estricto sentimiento de gratitud debo al Maestro desaparecido por su generosa hospitalidad en su destino académico de Maguncia, así como en su domicilio de Bonn, durante mi etapa de investigador del Max Planck en Heidelberg. En mi sede académica de la Universidad de Sevilla he tenido la fortuna de recibir en numerosas ocasiones, al profesor Garzón Valdés. De esa frecuente presencia entre nosotros recuerdo, con especial agrado, su visita en compañía del profesor Georg Henrik von Wright. Tras sus relevantes intervenciones en el Paraninfo de nuestra Universidad, se trasladaron a mi domicilio en compañía de sus respectivas esposas. Allí, en una atmosfera cordial y familiar, no faltó una breve incursión en el flamenco, circunstancia de la que cuantos asistimos guardábamos feliz memoria.

Fue el profesor Ernesto Garzón Valdés, una personalidad intelectual generosa de su saber y de su tiempo, siempre dispuesto a dedicarlo a cuantos acudíamos a él en busca de orientación y ayuda en nuestra actividad investigadora. Mérito incuestionable en la propagación de nuevas formas de entender y de hacer la reflexión filosófica sobre el Derecho corresponde, en efecto, al profesor argentino Ernesto Garzón Valdés.

Su disponibilidad intelectual, aunadas a su solvente conocimiento de la cultura jurídica y, en particular, del pensamiento analítico, asumido desde un amplio y plural estudio de la filosofía moral jurídica y política, han propiciado la fecundidad de su magisterio del que se han beneficiado un nutrido sector de las más recientes promociones de filósofos del derecho alemanes, españoles y latinoamericanos. Su magisterio ha hallado firme continuidad y fecunda impronta en varios centros universitarios, de Europa y América.

Por todo ello, creo preferible decir que Ernesto Garzón Valdés ha vivido, que resignarme a aceptar que ha muerto. La dignidad personal y fecundidad intelectual que han caracterizado su existencia, pienso que invitan a parafrasear a Antonio Machado, para decir que al querido Maestro le hagamos “un duelo de labores y esperanzas”.

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