Blogs

El velo de la elegancia. Por Alberto Carrio Sampedro.

Discretamente, haciendo gala de esa elegancia que lo caracterizaba, se ha ido nuestro maestro, Ernesto Garzón Valdés, con quien tanto aprendimos. Fiel a su forma de ser, Ernesto hizo mutis sin ceremonias ni despedidas innecesarias. Se fue con la prudencia propia de los morigerados, con la que delicadeza con la que se desaparece el murmullo del agua en la riba del mar.

Hemos perdido un hombre bueno, generoso intelectual y emocionalmente. Un maestro, sin necesidad de más adjetivos.  Al fin y al cabo, es fácil identificar a los grandes maestros s como él. Son tan escasos, que cuando la vida nos pone en el camino personas tan extraordinarias como Ernesto no podemos más que agradecer a nuestro sino la suerte que nos ha deparado. Ha sido sin duda un privilegio tenerlo como guía de nuestras incipientes inquietudes intelectuales, como apoyo en nuestros primeros pasos, siempre balbuceantes, en la Academia. Gracias, maestro, por estar siempre a nuestro lado, del lado de quien más te necesitaba. Gracias por acoger en tu casa a aquellos jóvenes viajeros que fuimos, ávidos de tus palabras y consejos; gracias por presidir incansablemente innumerables comisiones de tesis doctorales, por brindarnos  siempre tu ayuda intelectual, tan inagotable como exigente.  Nunca podré olvidar tus palabras de apoyo y aliento cuando fundiéndote en un gran abrazo me proclamaste doctor.

Hemos perdido un maestro, un hombre bueno. Una persona de una elegancia extraordinaria que siempre supo elegir el lado correcto de la vida y esforzarse en cosechar virtudes a pesar del alto precio que tuvo que pagar por ello. Hasta siempre, maestro. Quizá no haya mejor modo de recordarte que poniendo en práctica tus enseñanzas cotidianamente.  Vivirás, así, en nuestro recuerdo y en nuestras acciones.

00

More Blog Entries

thumbnail
thumbnail