De qué hablamos cuando hablamos de microbiota, microbioma y probióticos
De qué hablamos cuando hablamos de microbiota, microbioma y probióticos
Los microorganismos han pasado de ser los malos de la película y estar vinculados solo a las enfermedades a considerarse un órgano más de nuestro cuerpo.
Desde la segunda mitad del siglo XX, en los países occidentales no han parado de aumentar las enfermedades alérgicas y autoinmunitarias (como el asma, la diabetes tipo 1 y las enfermedades inflamatorias del intestino), a la vez que han disminuido las enfermedades infecciosas (como la tuberculosis y las paperas). Y uno de los motivos que podría estar detrás de esto es la pérdida de microorganismos clave para nuestra salud, como consecuencia de una excesiva higiene, el uso indiscriminado de antibióticos y una alimentación cada vez más alejada de lo que comían nuestros abuelos.
De hecho, el papel esencial que juegan los microorganismos para nuestra salud y su baja capacidad para dar lugar a enfermedades es lo que precisamente los ha hecho pasar desapercibidos hasta hace poco tiempo.
¿Qué es la microbiota y dónde se encuentra?
Al conjunto de microorganismos que habitan en nuestro cuerpo se le ha conocido tradicionalmente como “flora” o “microflora”, seguido del lugar donde se encuentra (por ejemplo, la flora intestinal). Sin embargo, este nombre no es correcto porque puede llevar a pensar que las bacterias son plantas.
Es preferible, por tanto, usar el término “microbiota”, que designa el conjunto de microorganismos (principalmente bacterias, pero también arqueas, virus, hongos y protistas) que residen en nuestro cuerpo en números comparables al de las células humanas (aproximadamente 10^14).
Aunque la mayoría de estos microorganismos residen en el tracto gastrointestinal, también tenemos microbiota en la cavidad oral y nasofaríngea, en el tracto genitourinario, en la leche materna y en el tracto respiratorio.
La microbiota intestinal en números
Para hacernos una idea de la magnitud de la microbiota intestinal, podemos fijarnos en estos números que nos dan una relación de escala:
- En el cuerpo humano de un adulto de 70 kg, su microbiota intestinal equivale al tamaño y peso de un mango de 200 gramos.
- El ser humano tiene unos 23.000 genes, mientras que su microbiota suma más de 3 millones de genes.
- El tubo digestivo humano donde habita la microbiota intestinal mide unos 7-10 metros, que equivale a una superficie de unos 30-40 metros cuadrados.
- El número de células humanas y bacterianas que tenemos en nuestro organismo es similar (por cada célula microbiana hay una célula humana).
¿Qué es entonces el microbioma?
El término “microbioma” se solapa en parte con el de microbiota. Pero específicamente se utiliza para referirse a:
- El hábitat entero, incluyendo los microorganismos, sus genes y las condiciones medioambientales que les rodean. De forma análoga, el microbioma sería equivalente a un bosque entero: todos los organismos pequeños y grandes que habitan en él, el suelo y el riachuelo que transcurre por el medio.
- La colección de todos los genes de los miembros de una microbiota (incluye las funciones que ejercen los microorganismos). Mientras que el genoma humano consiste en unos 23.000 genes, la microbiota puede albergar una colección de hasta 3 millones de genes que nos ofrecen funciones complementarias a las de nuestras células.
- La comunidad de microorganismos que residen en un hábitat en particular. En este último caso, el término microbioma se utiliza como sinónimo de microbiota.
¿Cómo te ayuda la microbiota?
La mayoría de microorganismos que te rodean y colonizan las mucosas de tu cuerpo en contacto con el exterior son beneficiosos y te ayudan a:
- Aprovechar los nutrientes de la dieta que no puedes digerir, como la fibra que se encuentra en las hortalizas, las frutas y las legumbres.
- Fabricar nutrientes esenciales como las vitaminas y algunos aminoácidos y ácidos grasos.
- Estimular el desarrollo normal del sistema inmunitario y las funciones del cerebro desde el embarazo.
- Actuar como una barrera que te defiende de los agentes patógenos externos.
¿Puede causarme problemas el microbioma?
A día de hoy los científicos aún no conocen en qué consiste una microbiota sana. Aunque en general la microbiota no suele ocasionarnos ningún problema, existen dos situaciones en las que puede suponer una amenaza:
- Infecciones endógenas debidas a una alteración en el equilibrio de la microbiota autóctona (por ejemplo, en las vaginosis bacterianas hay un sobrecrecimiento de diferentes bacterias que habitan en la vagina y una reducción de los lactobacilos protectores) o el paso de las bacterias desde el intestino hasta el torrente sanguíneo (por ejemplo, en pacientes con una función de barrera intestinal alterada y un sistema inmunitario débil).
- Producción de sustancias carcinogénicas: las bacterias intestinales pueden transformar ciertos componentes de la dieta en sustancias que, cuando permanecen en contacto con la mucosa del intestino durante mucho tiempo, pueden aumentar el riesgo de cáncer.
Por ejemplo, una ingesta alta de proteínas, especialmente las de origen animal, se fermenta por la microbiota intestinal dando lugar a metabolitos tóxicos relacionados con el cáncer colorrectal.
Y, finalmente, ¿qué son los probióticos?
Como nuestro cuerpo no puede fabricar bacterias beneficiosas de la nada, estas las obtenemos a través de la alimentación en forma de probióticos. El término probiótico fue acuñado por primera vez en 1965 y proviene del latín pro -a favor de- y del griego bios -vida-. La definición más reciente y consensuada de probiótico la publicó la Asociación Científica Internacional de Probióticos y Prebióticos en 2014: “microorganismos vivos que, cuando se administran en cantidades adecuadas, confieren un beneficio para la salud del huésped”.
La leche materna es la primera fuente de probióticos a la que nos exponemos y después los podemos obtener a través de la dieta. Los probióticos más estudiados son distintos tipos de bacterias y levaduras y se comercializan en forma de alimentos, complementos alimenticios y medicamentos.
Para que un alimento se considere probiótico, los microorganismos tienen que estar vivos en el momento de su consumo, estar bien identificados con nombre y apellidos (género, especie y cepa) y haber demostrado en ensayos clínicos en humanos sus beneficios para la salud. Esto implica que las cremas y otros productos de cosmética y los alimentos sometidos a procesos de fabricación que destruyen las bacterias (por ejemplo, el pan, el vino, los encurtidos y el chocolate) no se pueden considerar probióticos, a pesar de que la publicidad y el marketing te hagan creer lo contrario.
A día de hoy, la ciencia nos dice que los únicos alimentos fermentados que se pueden considerar probióticos son algunas leches fermentadas como el yogur (puede ayudar a mejorar la digestión de la lactosa en personas con dificultades en su absorción) y algunos tipos de kéfir (pueden ayudar a mejorar la malabsorción de la lactosa y a erradicar la bacteria del estómago Helicobacter pylori).
Referencias
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Andreu Prados es farmacéutico y dietista-nutricionista especializado en traducir los estudios de biomedicina y nutrición en un lenguaje que se entiendan. Investigador del Observatorio de Comunicación Científica de la Universidad Pompeu Fabra y profesor en la Universidad Ramón Llull y la Universitat Oberta de Catalunya. https://andreuprados.com @andreuprados
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