El Laboratorio de Programación Celular Sintética abre las puertas en el MELIS-UPF
El Laboratorio de Programación Celular Sintética abre las puertas en el MELIS-UPF
Liderado por Javier Santos-Moreno, el nuevo laboratorio quiere poner a punto temporizadores moleculares que permitan programar bacterias para que ejecuten tareas determinadas a cierto tiempo vista.
Javier Santos-Moreno (Bilbao, 1990) empieza, este mes de junio, a dirigir su propio laboratorio en el Departamento de Medicina y Ciencias de la Vida (MELIS) de la UPF e impartir clases en la Facultad homónima, gracias al programa de reclutamiento de profesores titulares de la Universidad.
Después de licenciarse en Biotecnología en la Universidad de Salamanca y hacer el máster universitario en Laboratorio de Análisis Clínicos en la Universidad Pompeu Fabra, Javier consiguió una beca del Gobierno Vasco para irse al Collège de France y el Instituto Pasteur de París a hacer un doctorado, donde investigó la secreción de proteínas en bacterias.
Un estudio que le abrió las puertas a hacer su primer postdoc en la Universidad de Lausana (Suiza), donde trabajó, por primera vez, en biología sintética, diseñando y construyendo circuitos genéticos, o dicho en sus propias palabras “redes de genes que se regulan unos a otros para implementar una cierta lógica y producir una respuesta adecuada en función de la información que han recibido”.
Desde entonces, el joven biotecnólogo ha seguido trabajando en el campo de la biología sintética. Los últimos años lo ha hecho desde el propio Departamento MELIS-UPF en el Laboratorio de Biología Sintética Traslacional, liderado por Marc Güell, donde ha realizado su segunda estancia postdoctoral –financiada por los programas Marie Curie y Juan de la Cierva–, modificando el microbioma de la piel para diseñar aplicaciones diagnósticas o terapéuticas.
El Laboratorio de Programación Celular Sintética
Javier llega al MELIS-UPF con una situación excepcionalmente buena. Su grupo nace con el proyecto “TICK-TOCK Do and Die; Ingeniería de temporizadores biológicos y sus aplicaciones” financiado con 2,3 millones de euros gracias a una ayuda “ERC Starting Grant” del Consejo Europeo de la Investigación (ERC, por sus siglas en inglés). Con él, su grupo quiere tratar de programar el tiempo de manera que las bacterias puedan, de forma autónoma, ejecutar tareas a largo plazo sin supervisión; es decir, reguladas por una suerte de temporizador molecular interno.
“A día de hoy, si queremos dar instrucciones a las células, tenemos que hacerlo a tiempo real a través de señales químicas o físicas. Conseguir que hagan cosas en ausencia de una señal o conseguir que se trate de una señal que han recibido hace muchas horas y que han guardado para realizar la tarea más tarde, es complicado”, cuenta Santos-Moreno.
A día de hoy, es complicado conseguir que una bacteria haga cosas en ausencia de una señal o que se trate de una señal que han recibido hace muchas horas y que han guardado para realizar la tarea más tarde
“El objetivo de nuestro proyecto es poder darle a la bacteria una señal para que empiece a medir el tiempo y, por ejemplo, hacer que a los dos días realice la tarea que nos interesa. Después podría realizar otras tareas distintas a tiempos precisos, o incluso estar programada para controlar su propio crecimiento en un momento dado”. Una aplicación que, según el biotecnólogo, tiene un gran potencial en aquellos casos en los que no es fácil dar señales directas a la célula porque está liberada en el medio ambiente para, pongamos, degradar vertidos químicos o aumentar la productividad de las plantas de los campos de cultivo.
Según Javier, hoy en día, en Europa existe el miedo a liberar células modificadas genéticamente en el ambiente porque se teme que puedan escapar de nuestro control. Poder programar el tiempo en las células modificadas nos ayudaría a controlar su comportamiento de manera mucho más precisa y a aumentar su seguridad.