Atrás “La pobreza global no es una característica natural del mundo, sino un producto político”

“La pobreza global no es una característica natural del mundo, sino un producto político”

Jason Hickel, antropólogo, investigador del Goldsmiths College (Universidad de Londres) y escritor, pronunció el pasado 27 de mayo en la UPF una conferencia sobre pobreza global y desigualdades.
13.09.2019

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Jason Hickel, antropólogo, escritor y miembro de la Royal Society of Arts, está vinculado al Goldsmiths College (Universidad de Londres), donde actualmente coordina el máster en Antropología y Política Cultural.

Visitó la UPF el pasado 27 de mayo para impartir la conferencia "Global Poverty and Inequality: Prospects for Development in the Anthropocene", organizada por el Grupo de Pensamiento Crítico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UPF, el Johns Hopkins University - Universidad Pompeu Fabra Public Policy Center, y el grupo de investigación GREDS-EMCONET.

La investigación de Jason Hickel se centra en la desigualdad global, la economía política, el post-desarrollo y la economía ecológica. Su libro más reciente, The Divide: A Brief Guide to Global Inequality and its Solutions, fue publicado por Penguin Random House en 2017.

Esta conferencia en la Universidad se enmarca en el proyecto estratégico de la UPF en relación con el Bienestar Planetario.

¿La pobreza, es un problema político? ¿Se puede evitar?

Hay una literatura común que considera la pobreza de los países pobres del Sur global como un fenómeno natural -como algo "que es"-. Esta literatura es políticamente útil; pero, incorrecta. De hecho, la pobreza de la periferia del sistema mundial es una herramienta de acumulación hacia el centro. El crecimiento del Norte dependió de diferentes factores -colonización, anexiones, esclavitud, proletarización forzada, tratados desiguales, que originaron el empobrecimiento masivo del resto del mundo. Y esto no es una tragedia del pasado: En The Divide expongo cómo las relaciones de explotación entre los países ricos y los países pobres siguen presentes hoy en día. Pero, ¿se pueden evitar? Evidentemente que sí. Y no con caridad ni ayudas, sino cambiando las reglas de la economía global para que sean más justas para los países pobres.

 ¿La desigualdad, es consubstancial a la globalización?

No obligatoriamente. Pero el tipo de globalización que ha imperado en el mundo desde 1980 ha sido muy concreta, estructurada en torno a los principios neoliberales del consenso de Washington: desregulación corporativa, privatización de los derechos públicos, recortes en el gasto social, etc. Estas políticas han generado una desigualdad extraordinaria, no sólo dentro de cada nación, sino también entre ellas, hasta el punto de que la diferencia de renta per cápita entre el Norte y el Sur casi se ha cuadruplicado desde 1960.

 "La diferencia de renta per cápita entre el Norte y el Sur casi se ha cuadruplicado desde 1960".

¿La Revolución Industrial y el colonialismo, pusieron las bases del actual sistema de política económica?

Es importante entender que la Revolución Industrial no surgió de la nada. Fue precedida por el movimiento del cerco de terrenos comunales: un proceso increíblemente violento a través del cual los campesinos británicos fueron despojados por la fuerza de sus tierras. Esto creó la masa de mano de obra barata que los capitalistas necesitaban para nutrir las fábricas de la Revolución Industrial; personas que no tuvieran más remedio que venderse por un salario para sobrevivir. Este mismo proceso de cerco y despojo se fue potenciado a través del Sur global durante el periodo colonial, con efectos similares, y estableció las bases del sistema capitalista mundial en que vivimos actualmente.

Usted afirma que, según el indicador con el que se mida la desigualdad, se puede considerar que ha aumentado o ha disminuido durante las últimas décadas. ¿Es esto una gran paradoja? ¿Cuál es la realidad?

Algunos economistas han hecho un esfuerzo consensuado para argumentar que la desigualdad global ha disminuido durante las últimas décadas. Sus afirmaciones se basan en un indicador bastante extraño, enfocado no hacia la brecha de renta real, sino hacia las tasas de cambio relativas. O sea, si los ingresos de un país pobre aumentan a un ritmo más rápido en relación a su punto de partida que los de un país rico, debe entenderse como una reducción de la desigualdad, incluso si la diferencia entre ellos ha crecido.

Pensemos, por ejemplo, en un país pobre que tiene unos ingresos medios de entre 500 y 1.000 dólares (un incremento del 100%) y en un país rico que tiene unos ingresos de entre 50.000 y 75.000 dólares (un incremento del 50%). Los ingresos del país pobre han crecido dos veces más rápido que los del país rico, en relación con su punto de partida. Pero la diferencia entre ellos se ha hecho evidente: de 45.500 dólares a 74.000. Una explicación basada en el sentido común nos dirá que la desigualdad ha empeorado.

Esto es lo que pasa realmente. La diferencia de renta per cápita real entre el Norte y el Sur globales ha sido casi cuadruplicada durante las últimas décadas, desde el momento que ha pasado de los 9.000 dólares en 1960 a los 35.000 dólares actuales. No hay "convergencia", como algunos nos quieren hacer creer; sino divergencia, claramente.

¿Cuál es el mejor indicador y la mejor manera de medir la pobreza? ¿Cuándo se considera que una persona es pobre?

El indicador fundamental para medir la pobreza es el Umbral Internacional de la Pobreza, que está fijado en 1,90 dólares por día. Pero, de hecho, no hay ninguna base empírica para establecer 1,90 dólares como la cantidad que puede satisfacer las necesidades básicas de la población. Es una cifra arbitraria y sin sentido para medir la pobreza global. De hecho, tenemos pruebas evidentes que muestran que las personas que viven en este nivel siguen siendo extremadamente pobres, con espantosos niveles de desnutrición, esperanza de vida y mortalidad infantil.

"Los estudiosos han insistido durante mucho tiempo que necesitamos un umbral de pobreza más significativo".

Los estudiosos han insistido durante mucho tiempo que necesitamos un umbral de pobreza más significativo. La mayoría proponen 7,40 dólares por día, que es el mínimo necesario para conseguir nutrición básica y esperanza de vida razonable. Si utilizamos este índice, vemos que hay 4.200 millones de personas que viven actualmente en la pobreza; o sea, alrededor del 60% de la humanidad. Y esta cifra ha aumentado significativamente desde los años ochenta del siglo pasado.

¿La división tradicional entre países del Norte y del Sur, es válida actualmente?

Algunas voces han intentado argumentar que esta división ya no es válida; pero, desgraciadamente, todavía son pocas. Nuevamente, la diferencia de renta per cápita entre el Norte y el Sur aumenta y no se reduce. ¿Por qué? Porque el Norte continúa controlando de una manera muy desequilibrada el voto en el Banco Mundial y en el Fondo Monetario Internacional (FMI), al tiempo que ostenta desproporcionadamente el poder de negociación en la Organización Mundial del Comercio. Asimismo, fiscaliza las decisiones en política económica de los países más pobres mediante deudas y finanzas condicionadas; gestiona prácticamente todas las jurisdicciones clandestinas del mundo, lo que permite a las empresas multinacionales obtener ilegalmente beneficios sin impuestos de las naciones más pobres; conserva la capacidad de destituir a los gobiernos extranjeros que practican unas políticas económicas en contra de sus intereses, y ocupa países que considera estratégicos en términos de recursos y de geografía. Estos desequilibrios geopolíticos del poder mantienen y reproducen una división de clase global que ha empeorado -no ha mejorado- durante las décadas posteriores del final del colonialismo.

¿Cuál es el papel de algunas instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial para mantener la situación actual?

El Banco Mundial y el FMI nacieron durante el período colonial. Asimismo, la mayor parte del poder de voto se dio a EEUU, Gran Bretaña y algunos países occidentales. Las colonias no controlaron mucho las decisiones importantes. Y este modelo es el que se sigue más o menos actualmente. EEUU tiene el poder de veto. El Sur global, con un 80% de la población mundial, tiene derecho a menos del 50% del voto. Incluso, si fueran todos juntos y acordaran cambiar algo sobre la economía global, no serían capaces de conseguirlo. La razón es que, cuando el Banco Mundial y el FMI impusieron programas de ajuste estructural durante los años ochenta y noventa del siglo pasado, nadie fue capaz de pararlos; aunque podríamos ver en tiempo real la destrucción que conllevaban estas políticas para la vida de las personas.

¿Qué cambios estructurales serían necesarios para revertir la desigualdad de la economía mundial?

En The Divide expuse varias soluciones a la crisis de la desigualdad global. El primer paso importante sería democratizar las instituciones de gobernanza global -el Banco Mundial, el FMI y la OMC-, para que los países pobres puedan opinar en las decisiones que les afectan. A continuación, tenemos que repensar el sistema de la deuda. Ahora mismo, los países ricos aprovechan la deuda para controlar las decisiones de política económica de los países pobres, lo que les impide perseguir las reformas progresivas que necesitan para desarrollarse. La cancelación de deudas impagables liberaría a los países pobres de este control. En tercer lugar, podríamos establecer un salario mínimo global, vinculado al 50% del salario medio de cada país, a fin de asegurar que los trabajadores del Sur global tengan una parte equitativa del valor que aportan a la economía global. Si el capitalismo se globaliza, también es razonable que las normas laborales lo hagan. Hay muchas otras ideas que podríamos explorar; muchas no sólo estimulantes, sino también realmente factibles.

Si el capitalismo se globaliza, también es razonable que las normas laborales lo hagan”.

¿Qué tipo de revolución sería necesaria con respecto al pensamiento?

El primer paso es cambiar la forma de pensar sobre la pobreza global. Reconocer que no es una característica natural del mundo, sino un producto político, una consecuencia del poder. Debemos repolitizar y rehistoricitzar el discurso sobre la pobreza. Y hemos de pasar de un paradigma de caridad a un paradigma de justicia, buscando cambiar las reglas de la economía global para hacerla fundamentalmente más justa para la mayoría del mundo.

¿La universidad podría contribuir a esta revolución?

Un gran número de estudiantes se preocupa por los problemas globales, como la pobreza y la desigualdad. Quieren ayudar a crear un mundo mejor. Pero, fácilmente, caen en discursos simplistas y antiintelectuales sobre caridad y ayuda. Por ello, viajan por todo el mundo intentando ayudar, construyendo orfanatos en Ghana y pozos en Honduras ..., cosas por el estilo. Son esfuerzos bien intencionados; pero, en última instancia, se olvidan de lo central. Tenemos que ser más inteligentes que eso.

"El problema de la pobreza y la desigualdad global es, en última instancia, un problema sobre la lucha de clases”.

Los estudiantes universitarios que se preocupan por estos problemas deben tratar de identificar los determinantes estructurales y políticos más profundos de la pobreza y la desigualdad y perseguirlos. Por supuesto, esto significa enfrentarse a intereses muy arraigados que se benefician significativamente del statu quo. Pero eso es exactamente lo que tiene que pasar. El problema de la pobreza y la desigualdad global es, en última instancia, un problema sobre la lucha de clases.

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