¿El aceite de coco es bueno para la salud?

Al aceite de coco se le atribuyen efectos cardioprotectores y adelgazantes, además de beneficios para la salud de la piel. La dietista-nutricionista y técnóloga de los alimentos Beatriz Robles explica qué hay de cierto en todo esto a la luz de la evidencia científica

17.06.2021

 

Las novedades y la ruptura de los paradigmas siempre nos llaman la atención. El aceite de coco ha irrumpido como una exótica fuente de grasa que se promociona como saludable, a pesar de contener un 92 % de ácidos grasos saturados. ¿Se ha confundido la ciencia hasta ahora? ¿Supone alguna ventaja frente a otras grasas de uso cotidiano en nuestro entorno? 

 

Conceptos confusos que llevan a conclusiones erróneas

Cuando se proponen efectos beneficiosos, se suele hacer en base a ciertas premisas basadas más en aparentes relaciones lógicas que en la evidencia científica. En el caso del aceite de coco, una grasa rica en ácidos grasos de cadena media (AGCM), los potenciales beneficios asociados a los AGCM no pueden extrapolarse a la grasa de coco (al final del artículo se detalla por qué).1

Es posible que oigas que hay poblaciones nativas en las islas del Pacífico o en la India que consumen abundante grasa de coco y presentan mejores perfiles lipídicos y menor mortalidad. No nos vale. No puede compararse su estilo de vida ni su dieta con los típicamente occidentales (como se explica en estudios como este, este o este).  

La próxima vez que alguien enarbole estos argumentos como prueba de sus virtudes, ya sabes por qué no son válidos.

Efecto sobre la salud

Los beneficios atribuidos a la grasa de coco dependen de quién emita el mensaje y a qué público esté dirigido. En los medios de comunicación generalistas se habla de sus efectos cardioprotectores, mientras que las publicaciones en redes sociales suelen aludir a su papel en la reducción del peso o la salud de la piel.

La ciencia está investigando hasta qué punto estas ventajas están bien fundamentadas. Por el momento, esto es lo que las revisiones sistemáticas y metaanálisis (investigaciones de alta calidad) nos dicen:

 

Salud cardiovascular

Es el aspecto sobre el que se encuentra un mayor número de estudios con un alto nivel de evidencia, especialmente en cuanto a su papel sobre los niveles de lípidos en sangre.

Sube el HDL (el colesterol “bueno”). Como se recoge en Coconut oil consumption and cardiovascular risk factors in humans, en Impact of coconut oil consumption on cardiovascular health: a systematic review and meta-analysis, en la reciente Health effects of coconut oil: Summary of evidence from systematic reviews and meta-analysis of interventional studies, o en la importante revisión publicada en Circulation, The Effect of Coconut Oil Consumption on Cardiovascular Risk Factors: A Systematic Review and Meta-Analysis of Clinical Trials.

Pero incrementa también el LDL (el colesterol “malo”) y los triglicéridos debido a su alto contenido en grasas saturadas. Así lo indican The Effect of Coconut Oil Consumption on Cardiovascular Risk Factors: A Systematic Review and Meta-Analysis of Clinical Trials, Effects of oils and solid fats on blood lipids: A systematic review and network meta-analysis o Impact of coconut oil consumption on cardiovascular health: a systematic review and meta-analysis. Eso sí, ese incremento es menor que el que se produce a partir de grasas de origen animal.

Actualmente no tenemos la certeza de que valores altos de colesterol HDL reduzcan el riesgo cardiovascular, pero sí está contrastado que la subida de LDL lo incrementa. 

 

Reducción de peso y control de la glucemia

La recomendación de usar la grasa de coco como una ayuda para bajar de peso se basa en el efecto de los ácidos grasos de cadena media sobre la oxidación de los lípidos, lo que puede asociarse a la reducción de la grasa corporal.

Pero, como hemos visto, esto se observa fundamentalmente con ácidos grasos de 8 o 10 átomos de carbono, más cortos que el ácido láurico predominante en la grasa de coco, lo que explica que las investigaciones que lo han revisado, como Use of coconut oil for grinding and reducing abdominal circumference o The Effect of Coconut Oil Consumption on Cardiovascular Risk Factors: A Systematic Review and Meta-Analysis of Clinical Trials, no encuentren evidencia de que reduzca la grasa corporal o el perímetro de cintura. Este último, junto con otros como Effect of coconut oil on cardio-metabolic risk: A systematic review and meta-analysis of interventional studies tampoco encuentran una acción positiva sobre el control de la glucemia.

¿Cómo se traduce esto en recomendaciones para la población?

La mayoría de las revisiones no puede extraer conclusiones diferenciadas por el tipo de grasa (virgen, refinada o hidrogenada) y se ha propuesto que los polifenoles de la versión virgen podrían tener potenciales efectos beneficioso. No obstante, es solo una hipótesis, mientras que su repercusión negativa por el elevado contenido en grasas saturadas (que están presentes siempre) sí está contrastada.

En base a los resultados obtenidos, las revisiones llegan a conclusiones bastante claras. Valgan algunos ejemplos:

Estas posturas están alineada con las recomendaciones más recientes de entidades como la American Heart Association, que no otorga propiedades beneficiosas al aceite de coco y aconseja no utilizarla, manteniendo la recomendación de limitar la ingesta de grasas saturadas y reemplazarlas con grasas insaturadas para reducir el riesgo cardiovascular. 

Entonces, ¿la tomo o no la tomo?

Lejos de mensajes como el que pronunció Karin Michels, epidemióloga de la Harvard T. H. Chan School of Public Health calificándola la grasa de coco “veneno puro”, no parece una buena idea usarla como sustituta de nuestras fuentes de grasa tradicionales y saludables (aceite de oliva virgen, frutos secos).

¿Como opción para introducir novedad en la cocina y aportar sabores diferentes? Adelante. Pero que se quede, por el momento, en un ingrediente anecdótico.

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Lo primero que se destaca positivamente de la grasa de coco es su alto contenido en ácidos grasos de cadena media (AGCM). Los AGCM presentan ventajas metabólicas frente a los ácidos grasos de cadena larga (AGCL). Para empezar, se absorben más rápido en el intestino porque, debido a su tamaño y sus características químicas, no necesitan pasar por el paso previo de formar micelas. En cuanto al transporte, los AGCL deben unirse a los triglicéridos y formar quilomicrones que viajan por la linfa antes de llegar a la sangre, los tejidos y el hígado. Sin embargo, los AGCM absorbidos por las células intestinales pueden pasar directamente a la sangre de la vena porta para viajar rápidamente al hígado donde, en lugar de formar colesterol, sufren procesos que favorecen la obtención de energía rápida. Además, no se almacenan y pueden tener un papel en la saciedad y la reducción del peso corporal. 

No obstante, numerosas revisiones científicas (1, 2, 3)  sostienen que los potenciales beneficios de los AGCM no pueden extrapolarse a la grasa de coco por varias razones. Inicialmente, por una simplificación de la nomenclatura. Químicamente se distinguen ácidos grasos de cadena corta si tienen entre 4 y 6 átomos de carbono, de cadena media entre 8 y 10 o 12 (depende de las fuentes), de cadena larga entre 12 y 18 y de cadena muy larga entre 20 y 24. El ácido láurico, con 12 átomos de carbono, supone aproximadamente la mitad de los ácidos grasos del aceite de coco. Los ácidos grasos de cadena larga (mirístico con 14 carbonos y palmítico con 16) son aproximadamente un 25 % del total, y los de cadena media (caprílico con 8 carbonos y cáprico con 10) se encuentran en torno a un 15 %. 

Independientemente de su clasificación teórica como de cadena media o de cadena larga, entre un 70 % y un 75 % del ácido láurico actúa biológicamente si fuera un AGCL y se absorbe en forma de quilomicrones. 

Por otra parte, si lo que se emplea como reclamo son los beneficios de los triglicéridos de cadena media (TCM), se trata de un fallo importante de concepto: una cosa son los ácidos grasos libres y otra los triglicéridos. Los ácidos grasos en los aceites se encuentran mayoritariamente en forma de triglicéridos: tres ácidos grasos que se combinan y unen a una molécula de glicerol. Esos triglicéridos, a su vez, pueden considerarse de cadena media, siempre que al sumar los carbonos de sus tres ácidos grasos obtengamos entre 24 y 30 átomos. En la grasa de coco solo el 4 % de los triglicéridos cumple esa condición, por lo que es un error decir que es rica en “triglicéridos de cadena media” (así como otorgarle cualquier ventaja atribuible a los TCM). 

 

Beatriz Robles, tecnóloga de alimentos y dietista-nutricionista, es docente de la Universidad Isabel I, autora de Come seguro comiendo de todo (Planeta) y divulgadora. www.beatrizrobles.com @beatrizcalidad

 

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