Al entrar en el edificio Roger de Llúria, en el lado derecho hay una recepción donde normalmente cualquier recién llegado desorientado puede pedir indicaciones para saber adonde ir. La persona que muchas veces se levantará para ayudarlos será una mujer pequeña de cabellos oscuros, con gafas y actitud vivaracha llamada Isabel Centeno. En caso de que la buscáis, sepáis que solo está por las tardes, que es cuando trabaja como auxiliar administrativa en la Universidad. Si alguien esperara encontrarla por las mañanas tendría que desplazarse a la prisión La Modelo o al Monasterio benedictino de Sant Cugat, o a cualquier de las calles del barrio de la Barceloneta. Porque cuando Isabel no está trabajando en la UPF se dedica a divulgar la historia y a ejercer como guía turística: "Mi mundo es la historia y la divulgación". En su día a día Isabel es la encargada de abrir y cerrar aulas, digitalizar documentos, hacer tareas de archivo o enseñar la UPF Art Track: “Lo que me permite trabajar en la UPF, es hacer lo que a mí me gusta por las mañanas. Esta vida me llena muchísimo. No podría parar, es vocación y pasión".

Realmente, Isabel es medievalista licenciada en Historia por la Universitat de Barcelona, y especializada en estudios de mujeres. Como enamorada de la historia, está en su ADN investigar y difundir todo aquello relacionado con sus esferas de interés. Hoy en día, su incombustible dedicación al pasado está dividida en tres ámbitos: el barrio de la Barceloneta, El Monasterio de Sant Cugat y la prisión La Modelo.

Todo empezó cuando ella y dos compañeras historiadoras abrieron el taller de història del barrio marinero de la ciudad: "La Barceloneta es la gran desconocida de Barcelona. La gente solo come paella y va a la playa y no se paran a saber nada más". Con la misión de reivindicar la historia del barrio, empezó a rebuscar y a difundir el patrimonio de sus calles: "Lo que tiene de especial este barrio es que solo tiene tres siglos" afirma, y "es el único de Barcelona donde se puso una primera piedra, un día de febrero de 1753", añade.

"La Barceloneta es la gran desconocida de Barcelona. La gente solo come paella y va a la playa y no se paran a saber nada más"

Así, Isabel y sus colegas, Maria Jesús Vidal y Sheila Fernández, consiguieron recuperar la última casa original intacta del barrio –datada en el 1761–, que el consistorio la comprara y que la museizara para hacer un centro de memoria histórica. "Lo que tiene la cultura y la historia es que si tú la conoces te hace amar un lugar, te hace hacer barrio", declara. Para ella recuperar la Barceloneta no es solo un estímulo intelectual sino una cuestión personal: "Yo lo llevo en la sangre. Mis padres, mis abuelos y bisabuelos eran de la Barceloneta, y tengo esta historia impregnada de mis antepasados". Considera que la divulgación histórica y la cultura de la zona son una herramienta que pueden cambiar la fisonomía de su barrio y la imagen negativa que se tiene: "Esto hace que yo estime aquel barrio y quiera que sea lo mejor para que deje de ser un barrio degradado, y darlo a conocer de una manera cultural y familiar". Hasta el momento ha escrito  tres libros y numerosos artículos, “todos de historia pura y dura del barrio" porque, como nos indica, "todos los libros publicados sobre Barcelona acaban en la Muralla de Mar" y, por lo tanto, incluyen poca información sobre "el único barrio barroco de la ciudad". Hace un mes publicaron y presentaron el último, centrado en los ateneos de los barrios de Poblenou y la Barceloneta, gracias al hecho que ganaron la beca IES Ramon Muntaner.

La divulgación de la historia y la cultura de la zona son una herramienta que pueden cambiar la fisonomía de su barrio y la imagen negativa que se tiene

Pese a su dedicación, confirma que no cobra por investigar y dar a conocer la historia del barrio. "El Ayuntamiento no da ayuda, y no promueve a los historiadores", se lamenta. Solo gana dinero para hacer las visitas guiadas que dan a conocer todo el que aquella área tiene para ofrecer.

A través de contactos, fue una empresa donde gestionan los que ahora son sus dos otros campos de trabajo, la prisión La Modelo y el  Monasterio de Sant Cugat. Isabel nos explica que ambas visitas son muy diferentes, pero a la vez muy parecidas: "Sant Cugat es paz, tranquilidad y el mundo litúrgico, mientras que La Modelo es violencia y el mundo carcelario", reflexiona; "con todo, no dejan de ser dos mundos en que la gente está cerrada expiando pecados, aunque por motivos opuestos, unos porque quieren y otros porque están obligados".

Desde que La Model abrió el 2017, Isabel se ha encargado de hacer de guía, pero también ha participado en la creación de las rutas. Cuando le preguntamos qué destacaría del edificio responde tajante: "Todo. El edificio entero da para hacer un memorial". La prisión también ha sido una de las grandes desconocidas de la ciudad, pero no por falta de interés como lo que ha sufrido la Barceloneta, sino por el incómodo silencio que todavía rodea todo lo que pasó en su interior. Isabel nos recita los nombres de todos los reclusos famosos que han pasado por allí: Jordi Pujol, Salvador Seguí, Ferrer y Guardia, Lluís Companys, Francesc Layret, Salvador Puig Antich, el pintor Nazario o, incluso, Carmen de Mairena. "Solo en 1939 hubo 13.000 personas, todas cerradas en celdas pensadas para una persona". Mucha gente que viene a ver la prisión tiene una historia sobre sus bisabuelos, abuelos o padres que explican a Isabel durante las visitas: "A veces expresos vienen, te lo explican y lloran por todo el que han vivido en la prisión". Por eso cuando tiene que explicar las cosas, sabe que además de ser una buena divulgadora y saber captar la atención de la audiencia, es muy importante no caer en el morbo.

"A veces expresos vienen, te lo explican y lloran por todo el que han vivido en la prisión"

Con todo, avisa que no se puede caer de nuevo en el silencio: "Nosotros todavía no lo hemos recuperado con la memoria histórica. Desde los años ochenta ha habido una ley de silencio no escrita, y sólo ahora empiezan a haber estudios". Pero para nuestra guía ya es un poco tarde porque mucha de la gente que lo vivió ya ha muerto. Para dar a conocer la historia del centro penitenciario, solo ha podido contactar con expresos políticos de los años sesenta –los cuales están muy interesados a hacer de la prisión un museo–, y ha tenido que hablar con familiares para conocer de segunda mano que explicaban los expresidiarios. En el caso de las mujeres presas, tan poca es la documentación existente, que ha tenido que recurrir a las grabaciones que ellas mismas habían hecho porque ningún historiador quería recopilar sus testimonios.

Con la ruta que hace por La Modelo no únicamente aprovecha para hablar de historia, sino también del mundo carcelario y hacer reflexionar a los niños que la visitan sobre el papel de las prisiones en la sociedad actual.

Sin embargo, todo el trabajo de investigación lejos de ser pesado es sumamente gratificante: "Recuperarlo es una tarea muy enriquecedora y especialmente después divulgarlo en las escuelas". Con la ruta que hace por La Modelo no únicamente aprovecha para hablar de historia, sino también del mundo carcelario y hacer reflexionar a los niños que la visitan sobre el papel de las prisiones en la sociedad actual: "hagamos filosofía, sociología, ética, además de historia". Pero por encima de todo, Isabel y el resto de guías también hacen justicia porque la historia de La Modelo, tanto como la de la Barceloneta o la del Monasterio de Sant Cugat, "nunca la tendríamos que olvidar".