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Un estudio revela que el miedo no sabe inglés

Un trabajo coliderado por Albert Costa, investigador ICREA del Centro de Cognición y Cerebo,  concluye que la respuesta psicofísica al miedo varía en función de si la adquisición de ese miedo viene enmarcada en un contexto de lengua materna o de lengua extranjera. La investigación ha sido publicada en la revista Scientific Reports y abre las puertas al trabajo en lenguas extranjeras en terapias psicológicas.

26.01.2018

 

La adquisición del miedo ha sido estudiada durante años dada su importancia en el campo de la ciencia cognitiva y la psicología clínica. Un estudio desarrollado por investigadores de la Universitat Jaume I, la Universitat Pompeu Fabra y la Universidad Nebrija que ha sido publicado recientemente en la revista del grupo Nature, Scientific Reports,  concluye que la adquisición del miedo puede verse directamente afectada por el contexto lingüístico.  

El equipo de investigadores ha estado liderado por Jon Andoni Duñabeitia, investigador principal de la Facultad de Lenguas y Educación de la Universidad Nebrija (Madrid), por Albert Costa,  profesor de investigación ICREA y director del grupo de investigación en Producción del Habla y Bilinguismo (SPB) del Centro de Cognición y Cerebro (CBC) en la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona),  y por Azucena García Palacios, investigadora y profesora de Psicopatología de la Universitat Jaume I (Castelló de la Plana) . Este consorcio de científicos ha comprobado que dos de las medidas psicofisiológicas más indicativas de la respuesta al miedo – la dilatación de las pupilas y la sudoración de la piel – mostraban un efecto de condicionamiento al miedo menor cuando los participantes se encontraban en un contexto lingüístico en el que la lengua imperante era la lengua extranjera.

El condicionamiento al miedo es uno de los paradigmas con mayores implicaciones en el campo de psicología, consistente en asociar un estímulo inicialmente neutro (por ejemplo, ver un objeto de un color determinado) a un estímulo claramente aversivo (por ejemplo, recibir una descarga eléctrica). De esta manera y mediante la exposición repetida a ambos estímulos, el estímulo neutro pasa a ser un estímulo condicionado y las personas acaban desarrollando y mostrando miedo ante su sola presencia. No es necesario experimentar en carne propia la descarga eléctrica, es decir, el impacto del estímulo aversivo, para quedar condicionado, sino que basta con que a uno le expresen verbalmente que este puede tener lugar para mostrar una respuesta de miedo al estímulo condicionado.

El estudio investigó si la lengua en la que se realiza el experimento (nativa o extranjera; español o inglés, en este estudio) modulaba la respuesta automática de las personas ante el estímulo condicionado. Para ello, se pedía a las personas que contaran hacia atrás mientras se les mostraban cuadrados de dos colores. Los participantes creían que solamente ante la presencia de los cuadrados de un color concreto podrían recibir pequeñas descargas eléctricas a través de un dispositivo que se les había colocado, algo que no llegaba a suceder en ningún caso. Mientras que la mitad de los participantes completaron el protocolo en su lengua nativa (español), la otra mitad lo hizo en una lengua extranjera en la que tenían un buen nivel (inglés).

Los investigadores recogieron mediante un aparato de registro de movimientos oculares,  la dilatación de las pupilas ante los estímulos condicionados y no condicionados (los cuadrados de colores), y también registraron la respuesta galvánica mediante un sistema para medir la conductancia de la piel, índices ambos muy fiables del condicionamiento al miedo.

Los resultados fueron muy contundentes: las personas que completaron el estudio en una lengua extranjera mostraron un efecto significativamente menor de condicionamiento al miedo que las personas que completaron el estudio en su lengua materna. La magnitud de los efectos de dilatación de las pupilas y de sudoración de la piel ante los estímulos condicionados en relación a los no condicionados fue mayor en el contexto de lengua materna que en el contexto de lengua extranjera. Para los autores del estudio “la reactividad emocional es menor en una lengua extranjera, y esto nos hace distanciarnos con mayor facilidad de situaciones cargadas de contenido emocional cuando la lengua predominante del ambiente es la extranjera”.

“Ahora estamos más cerca de entender cómo la intensidad con la que experimentamos nuestras emociones puede verse afectada por la lengua en la que interactuamos”, afirma Albert Costa, quien considera que “estos resultados pueden tener implicaciones para terapias psicológicas en las que los pacientes tengan problemas para expresar su experiencia emocional ante hechos traumáticos”.

Los investigadores están ya trabajando en nuevos estudios con carácter aplicado que pretenden aportar evidencia a favor del uso de las lenguas extranjeras como herramienta psicoterapéutica. “Estos resultados abren una nueva línea para explorar la utilidad de usar una segunda lengua en terapias psicológicas como método para disminuir la intensidad emocional y en ámbitos de la salud donde las emociones puedan interferir en la toma de decisiones”, subrayan los autores del trabajo.

En un futuro cercano, el conocimiento de esta interacción entre el contexto lingüístico y la reactividad emocional ante situaciones muy intensas podrá ayudar a mejorar algunas terapias, convirtiendo la lengua en una herramienta al servicio de los psicólogos y psiquiatras. Así, uno de los próximos pasos para los investigadores será comprobar la efectividad del uso de las lenguas extranjeras en situaciones de conflicto manifiesto entre las personas, así como en terapias orientadas a la extinción de ciertos condicionamientos que impidan a las personas vivir con normalidad.

Trabajo de referencia:

Azucena García-Palacios, Albert Costa, Diana Castilla, Eva del Río, Aina Casaponsa & Jon Andoni Duñabeitia (2018), ‘The effect of foreign language in fear acquisition’, Scientific Reports, 8: 1157. DOI:10.1038/s41598-018-19352-8.

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