Atrás “Una vez entiendes las causas de un conflicto, aceptas más las situaciones que se derivan”

“Una vez entiendes las causas de un conflicto, aceptas más las situaciones que se derivan”

Ali Wanli, estudiante del máster en Estudios Internacionales sobre Medios, Poder y Diversidad y sirio, nos habla del conflicto en Siria y de cómo el país ha llegado hasta donde se encuentra hoy

27.01.2020

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Ali Wanli, estudiante del máster en Estudios Internacionales sobre Medios, Poder y Diversidad, llega al punto de encuentro, en la Plaza Gutenberg del campus del Poblenou, con un café en la mano y con una sonrisa de oreja a oreja. Nos presentamos y empezamos una conversación larga, densa y apasionante sobre su trayectoria vital, sus estudios y, sobretodo, sobre Siria, su país de procedencia. Hablamos de las raíces del conflicto que vive la región, de las consecuencias de este y de geopolítica.

Antes de venir a estudiar a Barcelona, viviste en Arabia Saudita, aunque tú eres sirio. ¿Cómo era tu vida, en Siria?

Provengo de una familia de clase media. Mi padre es médico y mi madre profesora. En 2003 mi familia y yo nos mudamos a Arabia Saudita. Allí fui al instituto y, cuando acabé, volví a Siria para cursar un grado universitario. Empecé Tecnologías de la Información en la Universidad de damasco y estudié eso durante un año; pero me cambié al grado en Periodismo, que me gustaba más. Durante este tiempo, la revolución siriana empezó. Yo, evidentemente, estuve involucrado en ella, por mi condición de hombre joven y estudiante que estaba descubriendo nuevos valores y nuevas maneras de vivir.

¿Cómo viviste las movilizaciones?

Las movilizaciones eran muy peligrosas. Peligrosas porque la mayoría de la población, y yo incluido, no sabíamos como protegernos delante el Estado que ejercía el monopolio de la violencia. Como mucha más gente, yo no tenía unas ideas políticas bien formadas y me sentía constantemente desprotegido, como a punto de caer por un precipicio. Nadie se esperaba una respuesta tan violenta por parte del régimen.

¿Viviste alguna situación de especial riesgo?

Sí, cuando el sindicato de estudiantes me arrestó. En teoría, un sindicato tiene que representar los estudiantes y querer mejoras para ellos; pero, en Siria, el sindicato estaba controlado por la universidad que, des del principio de las protestas, recibía listas de los servicios de inteligencia del país. Me arrestaron y me torturaron durante cuatro o cinco horas en la Facultad de Medicina de la Universidad de Damasco. Me hacían preguntas por las que no tenía respuesta. Por suerte, y por un motivo técnico, me dejaron libre. Tuve que irme de Siria y dejé el grado en Periodismo; perdí mi trabajo, mis amigos y mi familia.

¿Y dónde te fuiste, después?

Me fui al Líbano, donde estuve sólo un día, y después volví a Arabia Saudita para ver a mis padres. Allí me quedé un mes y después me fui a Egipto, al Cairo, a estudiar comunicación otra vez. Pasé cinco años y fue una etapa maravillosa. Allí trabajé para organizaciones locales que ayudaban refugiados sirios y empecé a comprender que la economía de los países no la deciden ellos de manera soberana. Por eso, estuve buscando y encontré el máster en Estudios Internacionales sobre Medios, Poder y Diversidad aquí, en la Universidad Pompeu Fabra.

¿Qué esperabas, del máster?

Pensé que sería interesante cursarlo porque unía mis dos grandes pasiones: la comunicación y el activismo. También esperaba que me diera herramientas para enfocar la sociología y las teorías políticas occidentales. Creo que, de momento, el máster ha cumplido con mis expectativas.

También he tenido mucha suerte con el personal docente. La Núria Almiron, la coordinadora del máster, nos ha facilitado mucho el aprendizaje a las personas que no somos occidentales. Ella sabe que el máster que está haciendo está orientado hacia Occidente; pero hace todo lo que puede para dotarlo de una perspectiva global. También estoy muy contento con la comunidad universitaria y con la vida en Barcelona, que me encanta.

¿Habías encontrado esta fusión entre comunicación y política en otros programas?

¡No! En Damasco y en Egipto los grados eran completamente técnicos y centrados en cómo hacer periodismo, en cómo escribir una noticia. Nunca había tenido la oportunidad de explorar y de ir más allá. A veces, en nuestra vida diaria, es difícil tener un punto de vista claro, porque somos jóvenes y vivimos dentro de un mundo donde el volumen de información es inmenso. Estando en una zona de conflicto es muy difícil no posicionarse y pensar que unos son “los buenos” y los otros, “los malos”.

¿Estar en Barcelona y estudiar este máster te ha cambiado la perspectiva con que enfocas el conflicto en Siria?

No tengo ninguna duda. Ser aquí y tener contacto constante con estudiantes internacionales me ha ayudado a ser más abierto respecto ideologías contrarias a la mía. De todas formas, sigo estando resentido porque, por su culpa, he perdido mi casa. Me estoy empezando a dar cuenta, pero, que hay diferentes víctimas en un conflicto. Con esto no estoy diciendo que el régimen sirio no sea criminal, porque lo es, y tampoco estoy menospreciando toda la gente que ha muerto por su culpa. Quizás pienso así porque, una vez entiendes las causas de un conflicto, aceptas más las situaciones que se derivan. Es un tema difícil de tratar y con muchos matices.

Hablas de resentimiento y es que el conflicto en Siria tiene raíces históricas, religiosas y sociales. ¿Cómo explicarías el conflicto a una persona que sólo tiene la información básica que los medios occidentales dan?

Creo que para entender el conflicto tenemos que ir, como mínimo, al Imperio Otomano. Siria formaba parte de este imperio, de carácter sunnita. Algunas minorías, como son los alauitas, eran consideradas una amenaza para el régimen, por culpa de conflictos políticos regionales, especialmente a principios del siglo 16, cuando los alauitas se tuvieron que exiliar a las montañas de Siria. Había un gran conflicto de clase, porque los sunnitas eran ricos y vivían en las ciudades y los alauitas eran extremadamente pobres y, normalmente, siervos de los sunnitas. Podemos decir, entonces, que en aquel momento había opresión y discriminación institucional hacia la minoría alauita.

Cuando el Imperio otomán cayó, fuimos una colonia francesa. Los acuerdos de Sykes-Picot, orquestados por los ministros de Francia y Gran Bretaña, dividieron los restos del Imperio y crearon el que ahora se conoce como Siria, Irak, el Líbano, Jordania, Palestina y otros países del norte de África. En Siria en concreto, se aseguraron que las minorías quedaran divididas entre países. Querían asegurarse que los países de Oriente Medio no tuvieran un estado-nación.

¿Por qué no lo querían?

No les interesaba en absoluto. Querían tener el control del territorio y por eso dieron apoyo a los cristianos y a los alauitas de la zona. Para dominarlo todo, los franceses decidieron dar apoyo a las minorías en vez de los sunnitas, creando sectarismos y grupúsculos que son la raíz de todo lo que estamos viviendo hoy. La era colonial llevó muchos conflictos sociales, políticos y religiosos.

Y después, ¿qué pasó?

Entre los años cuarenta y sesenta tuvimos una era que podemos llamar “democrática”. El clasismo seguía presente, porque los sunnitas continuaban siendo ricos y continuaban gobernando. Durante estos años, se formuló el Partido Baas Árabe y Socialista. Es un partido nacionalista, racista y basado en los grupos arábicos. Querían volver a unir todos los árabes porque pensaban que, creando este sentimiento de pertenencia, podrían enfrentarse a la influencia occidental.

Durante los años sesenta y después de algunos intentos de golpe de estado, Hafiz al-Assad, del Partido Baas, llegó al poder, mientras ejercía como ministro de Defensa. Fue muy inteligente y supo jugar bien sus cartas porque, mientras ostentaba este cargo, empezó a introducir alauitas en el ejército. Cuando hizo el golpe de estado, nadie puedo luchar en contra, porque tenía el ejército controlado.

A partir de aquí, empezó a crear la Siria moderna, un país muy similar al estilo de la Unión Soviética. Una economía muy orientada al Estado, muchos ministerios y mucha presencia del ejército. Tampoco te quiero mentir diciéndote que no había desarrollo, porque sí que había. En esos momentos, Siria era un país de deuda cero. Eso era porque todo los que necesitábamos se producía en el ámbito nacional, menos algunas cosas concretas, que dependían de la Unión Soviética. Que, ya se sabe, siempre era más fiable para el régimen que negociar con Occidente.

Si una parte de la población consideraba que el régimen era injusto, ¿por qué no se rebelaban?

Hubo algunos intentos de hacerlo. El año 1982, un grupo de sunnitas de la ciudad de Hama y de Alepo intentaron rebelarse y el régimen respondió con eficacia. Bombardearon Hama entera durante un mes entero. No hay cifras exactas, pero se habla de entre 30 mil y 60 mil personas muertas. Allí se acabaron las esperanzas que el pueblo sirio tenía, porque se dieron cuenta que el Estado no tenía miedo de matar a quien fuera para mantener el régimen.

Pero años más tarde empezó una revolución…

Sí. Los antecedentes son que Hafiz al-Assad murió y nombró Bashar al-Assad, su hijo, el presidente del país. El año 2000 fue el inicio de su mandado y fue cuando intentó transformar la economía del país. Bashar al-Assad estaba orientado hacia Occidente: había estudiado medicina en Londres, era bien educado, sabía cómo vestir un esmoquin y lo hacía muy bien, eso de encajar manos con otros políticos. Pero el intento de liberalización de su economía no llevó a la rebelión.

El pueblo sirio necesitaba alguna esperanza. Y AlJazeera, el medio de comunicación, jugó un papel importante en ese aspecto. Siempre se había pensado que tenías dos opciones políticas: estabas con los dictadores o con Occidente. La llegada de AlJazeera nos hizo ver que podíamos construir alguna alternativa más allá de eso, que no todo era blanco o negro.

¿Crees que el conflicto tiene solución?

Hay muchos factores en este conflicto y es muy complicado de analizarlo de manera precisa. Eso hace que es muy difícil de resolver. ¿Cómo solucionas todo esto? Problemas locales, clasismo, problemas sociales, problemas de sectas y grupúsculos, conflictos internacionales, nuevo orden mundial e influencias externas al país. También, los problemas de raíz siguen estando ahí y, a día de hoy, las diferencias son más profundas que nunca. Por lo tanto, creo que, por el momento en que nos encontramos ahora, el conflicto no tiene solución. Por lo menos, a corto y medio plazo.

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