Creo que podemos identificar tres retos. El primero, que afecta especialmente al ámbito de la docencia, consiste en aumentar la flexibilidad para permitir un mayor margen de decisión a los estudiantes a la hora de confeccionar su formación. Este cambio es coherente con otros ya iniciados y supone dar a los estudiantes más capacidad de decisión, pero también más responsabilidades. El segundo reto está ligado a la necesidad de mejorar todo aquello en que interactuamos con los estudiantes y pasa tanto por un mejor aprovechamiento de las posibilidades que ofrecen las tecnologías como por crear y potenciar espacios de diálogo y de colaboración. Estos cambios deben servir también para fortalecer el papel de las asociaciones, los representantes de los estudiantes, los equipos deportivos, etc. El tercer reto es quizás más ambicioso, y conlleva repensar los servicios que ofrecemos a los estudiantes y la forma como los ofrecemos, para ajustarnos mejor a sus necesidades como estudiantes y como futuros profesionales y ciudadanos.

"El reto más ambicioso que tenemos conlleva repensar los servicios que ofrecemos a los estudiantes y la forma en que les ofrecemos"

En estos momentos estamos acabando de perfilar y terminar proyectos concretos. Aunque en el último año y medio he podido familiarizarme con las necesidades y las demandas del conjunto de estudiantes como delegado del rector para estudiantes, el diseño y la puesta en marcha de estos proyectos debe ser fruto de un esfuerzo abierto y participativo que no deje fuera ningún colectivo de la Universidad. Comparto plenamente el convencimiento del rector con la necesidad y las ventajas de trabajar en red, de manera más transversal. Ya hemos empezado a trabajar y en unas semanas confío que entre todos podamos poner en marcha uno o dos proyectos para ir afrontando los retos que acabo de describir.

"El diseño y la puesta en marcha de los nuevos proyectos debe ser fruto de un esfuerzo abierto y participativo"

Muy positivamente. Creo que toda la comunidad UPF podemos y debemos estar muy orgullosos del movimiento asociativo que tenemos -yo lo estoy, ¡y mucho!-. En los últimos cuatro años, las asociaciones de estudiantes y otros grupos de este movimiento han llevado a cabo más de un millar de actividades muy diversas: desde la organización de un "referéndum" para conocer la posición de los estudiantes ante la introducción de grados de tres años de duración hasta la puesta en marcha de un huerto urbano en el campus, o la celebración de conferencias y de fiestas. Todas suman, y creo que es importante destacar el papel creciente del Consejo de Estudiantes como aglutinador e impulsor de muchas iniciativas. A nadie se le puede escapar que un movimiento asociativo fuerte crea una comunidad más rica, canaliza mejor las demandas de los estudiantes y dinamiza la vida de los campus.

“Creo que toda la comunidad UPF podemos y debemos estar muy orgullosos del movimiento asociativo que tenemos”

Sí, y cada vez más. Es cierto que a diferencia de lo que suele ocurrir en el mundo anglosajón, en nuestro entorno todavía hay margen de mejora en cuanto a la valoración social y profesional de estas actividades. Pero también lo es que en los últimos años estamos viviendo una transformación a muchos niveles que está aumentando la importancia de actividades extraacadémicas, como la participación en ligas de debate, modelos y concursos; la implicación en iniciativas solidarias; la práctica de deporte o el impulso de iniciativas de emprendimiento. Los estudiantes de la UPF son conscientes de este cambio, pero también la Universidad, que seguramente debe idear nuevas fórmulas para potenciar y para reconocer mejor las muchas actividades extraacadémicas que hacen nuestros estudiantes.

"Estamos viviendo una transformación a muchos niveles, que está aumentando la importancia de actividades extraacadémicas"

En efecto, el grado en Global Studies hace suyo este espíritu para formar futuros gestores en un mundo global, pero principalmente actores transformadores, capaces de cambiar este mundo global. Es difícil identificar dos o tres claves que por sí mismas ayuden a los estudiantes a entender un mundo complejo, porque precisamente esta es una de las características de esta realidad cambiante: lo que servía ayer quizás ya no sirve hoy, y probablemente ya no servirá mañana. Sin embargo, si tuviera que escoger algunos elementos, quizás me quedaría con la necesidad de entender el mundo desde una perspectiva transdisciplinar -no únicamente interdisciplinar- y desde una perspectiva que se haga eco de su pluralidad: de enfoques (local, regional, estatal, internacional, global), de percepciones, de capacidades, etc.

No tengo ningún tipo de duda, y ya lo estamos viendo con el enorme interés que ha generado el nuevo grado, no sólo entre estudiantes, sino también entre instituciones, organizaciones y empresas. Sin querer parecer grandilocuente, el mundo necesita urgentemente buenos gestores y catalizadores del cambio. Los graduados en Global Studies de la UPF deben saber responder a esta necesidad, pero también deben ser conscientes de que si quieren ser verdaderamente efectivos, nadie les deberá ofrecer su puesto de trabajo, sino que tendrán que diseñarlo ellos mismos.

“El mundo necesita urgentemente buenos gestores y catalizadores del cambio”

¡Una pregunta fácil! Yo creo que ninguna generación, ni ahora ni antes, ha sido capaz de prever todo lo que pasaría o viviría a lo largo de su vida. Por mucho que ahora nos parezca que vivimos en un mundo muy cambiante y que quizás no responde a un patrón establecido, yo diría que las generaciones actuales no somos excepcionales en nuestra incapacidad de predecir el futuro. No voy a negar que la globalización actual y los enormes saltos tecnológico, científico y comunicativo que conlleva han acelerado el ritmo; pero precisamente por eso necesitamos personas y profesionales capacitados para gestionar el cambio e, incluso, potenciarlo.

"Las generaciones actuales no somos excepcionales en nuestra incapacidad de predecir el futuro"

¡Continuamos con las preguntas sencillas! Los últimos años han sido testigo de un recrudecimiento de los conflictos armados y, en paralelo, de una explosión del número de refugiados y desplazados. También se  ha incrementado la desigualdad entre las personas más ricas y las más pobres del planeta. En cuanto al número de víctimas de atentados terroristas, en cambio, las cifras globales no han experimentado un cambio radical; lo que sí puede que haya cambiado son las percepciones de los ciudadanos europeos o de otras regiones, ahora más expuestos a este tipo de atentados. Y, al mismo tiempo, hemos experimentado avances sanitarios y científicos extraordinarios que salvan numerosas vidas y que nos ayudan a vivir más y mejor. 

La suma de estos factores hace difícil afirmar con rotundidad que vivimos en un mundo más inseguro. Por otra parte, la tensión entre las libertades personales y la seguridad colectiva es, en parte, una falsa dicotomía. Si se entiende la seguridad desde una perspectiva amplia, centrada en el bienestar del individuo, la pérdida de libertades personales conlleva necesariamente una rebaja de la seguridad colectiva, y no lo contrario. En todo caso, creo que en los últimos años hemos asistido a una reducción de las libertades personales que no responde a la necesidad de garantizar la seguridad colectiva, sino que en buena medida esta reducción se aprovecha de la seguridad colectiva para legitimarse.

"La pérdida de libertades personales conlleva una rebaja de la seguridad colectiva"

Creo que, a pesar de los acontecimientos de los pasados ​​meses, todavía nos encontramos un poco lejos de la posibilidad de un enfrentamiento nuclear entre ambos países. Es cierto que el presidente Trump se ha distanciado de la doctrina de "paciencia estratégica" que defendía su predecesor y que el régimen norcoreano, cada vez más aislado, puede sentir la tentación de recurrir a su arsenal para ganar más influencia a escala internacional; pero uno y otro país saben que este enfrentamiento es el peor de los escenarios posibles para ambos. También lo saben los países vecinos de Corea del Norte, algunos de ellos aliados importantes de los Estados Unidos en la región de Asia Oriental. Sin embargo, el nivel de riesgo es seguramente el más alto que hemos visto en las últimas tres décadas.

No lo será, ¡ya lo es! Más que para el nuevo orden mundial, que no sabemos si llegará o no, la relación entre China y Estados Unidos es determinante para la adaptación y la supervivencia del actual orden mundial. A menudo se piensa que la creciente influencia económica y política de China acabará dando lugar a otro orden distinto del actual. Sin embargo, el cambio en la distribución de poder en el sistema internacional no debe llevar necesariamente a un cambio de orden.

Como ha sugerido el profesor norteamericano G. John Ikenberry, el orden mundial actual es muy "pegajoso" y flexible, de modo que si Estados Unidos y China son capaces de fijar unos mínimos acuerdos que les permitan sentirse cómodos, quizás el escenario más probable no es el de un cambio de orden, sino el de una adaptación o un reajuste del actual.

"El cambio en la distribución de poder en el sistema internacional no debe llevar necesariamente a un cambio de orden"

¡Veo que me haréis viajar! Depende. Una ONU como la actual tan fuertemente condicionada por la voluntad de los estados más poderosos del planeta y por su derecho de veto puede que no. El caso reciente de Siria ilustra bastante bien el porqué: a pesar de la necesidad de hacer algo para ayudar a los ciudadanos que sufren la situación de inseguridad en el país, la organización ha sido incapaz de articular una respuesta rápida, efectiva y comprometida como consecuencia de las fuertes desavenencias entre los miembros permanentes del Consejo de Seguridad.

Ahora bien, una ONU bien financiada y en la que el voto de uno o dos únicos estados no pueda poner freno a las iniciativas que tienen el apoyo de la mayoría de la comunidad internacional, tal vez sí. De nuevo, la clave la podemos encontrar en las exigencias del mundo cambiante y complejo en que vivimos que comentábamos antes: una ONU que quiera y pueda ser un agente de cambio debería tener más poder; una ONU que se limite a reproducir fielmente las disparidades de poder existentes, probablemente no lo debe tener.

"Una ONU que quiera y pueda ser agente de cambio debería tener más poder"