Con razón, la Unión Europea considera los beneficios de las energéticas como “derivados de una situación excepcional”, lo que le otorga legitimidad moral para utilizar una parte para ayudar a familias y pequeñas empresas. Unos beneficios que, en la primera mitad de 2022, se han incrementado un 30% respecto al mismo período del año anterior. Beneficios derivados de la geoestrategia rusa, y no fruto de la innovación empresarial o de una inversión. Pero, no nos engañemos, esa circunstancia, la de enriquecerse gracias a una desgracia, es bastante habitual. Por suerte, existe una brújula moral que indica cuándo hay que intervenir y cuándo no hace falta: las acciones de las plataformas de videoconferencia y de entretenimiento también multiplicaron los beneficios durante la pandemia y nadie hizo aspavientos. En cambio, enriquecerse con mascarillas o propagar una pérdida de poder adquisitivo generalizada por el precio de la electricidad es otra historia.