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TEMA DE DEBATE: El reto de la inmigración

Políticas de acomodación

LA VANGUARDIA - 05.46 horas - 25/01/2003

RICARD ZAPATA-BARRERO

Al hablar de política de inmigración se suele distinguir dos niveles. El nivel de la admisión dentro de nuestras fronteras y el nivel de la coexistencia, una vez los extranjeros han sido admitidos. En el primer nivel se habla de regulación de flujos siguiendo dos preguntas básicas: cuántos entran y quiénes entran. En el segundo nivel se habla de política de integración de los inmigrantes. Existe un tercer nivel que está desatendido y que constituye una de las condiciones fundamentales para el éxito o el fracaso de una política de inmigración: la acomodación.

Se trata del nivel de la pedagogía y de la socialización destinadas tanto a los inmigrantes como a la ciudadanía con el objetivo de crear una cultura de recepción. Parte de la base de que la inmigración pertenece a la conciencia colectiva de la ciudadanía, que carece de los recursos necesarios para gestionar individualmente esta nueva realidad. El objetivo básico de este tercer pilar de la política de inmigración es que tanto el inmigrante como el ciudadano sientan confianza cuando se relacionen entre sí en cualquiera de las esferas públicas de nuestra sociedad (la educación, el trabajo, la sanidad, la vivienda, etcétera). Para conseguirlo es imprescindible que los políticos y los gestores públicos, junto con la sociedad civil, debatan sobre cómo conseguir la acomodación de los inmigrantes y los ciudadanos. Ante un asunto que despierta tantas emociones, en muchas ocasiones la única alternativa que tiene el ciudadano es el racismo, que expresa más miedos y desorientaciones internas que propiamente xenofobia.

A diferencia de cuando se habla de política de integración de los inmigrantes, al hablar de políticas de acomodación parto de dos premisas básicas. Por un lado, insisto en que la acomodación no es un asunto que sólo concierne a los inmigrantes, sino también a los ciudadanos. Por otro lado, no son sólo las estructuras políticas y sociales sino la gente que vive en ellas (ciudadanos e inmigrantes) la que debe ser multicultural. Esto implica que el multiculturalismo no es una realidad que se pueda construir desde arriba por decisiones de la elite política, sino desde abajo, por la propia ciudadanía. Muchas veces existen sociedades multiculturales, pero sin personas con mentes multiculturales.

Estos dos sentidos inciden, pues, en que los receptores de las políticas de acomodación deben ser el conjunto de la población. Esto implica que la acomodación debe también estar presente en las mentes de los ciudadanos y debe expresarse a través de sus conductas. El proceso de acomodación es bidireccional: los ciudadanos deben también acomodarse a la nueva situación. Así, una persona con una mente multicultural, al encontrarse por primera vez con otra persona de origen extranjero no se interesa por dónde ha nacido, sino por dónde vive.

Esta política de acomodación tendría como primer objetivo implicar a la ciudadanía en una cultura de recepción y contrarrestar la tendencia actual de los ciudadanos, que están acostumbrados a percibir estas políticas “por encima de sus hombros”, como si “aquello” fuera un asunto que ocurre “fuera de sus vidas”, que concierne a los “otros”, lejanos del “nosotros”. Es decir, conseguir llegar a una situación donde la visión caleidoscópica del mundo sea la regla y no la excepción (que la pregunta “dónde vives” predomine sobre la pregunta “dónde has nacido”).

Una primera medida para iniciar una política de acomodación consistiría en sensibilizar a la ciudadanía para proporcionarles recursos y ayudarles a gestionar esta nueva realidad generada por la presencia de inmigrantes. Sin esta pedagogía social, la ciudadanía que se encuentra en situaciones de inestabilidad o en espacios de competitividad con los inmigrantes ve al “otro” como un invasor y sólo tiene como única alternativa la huida de los espacios públicos ocupados por los inmigrantes y/o el rechazo frontal. El objetivo básico de la política de acomodación es evitar la separación entre la ciudadanía y los inmigrantes en las diferentes esferas públicas. Una política de acomodación es básicamente antisegregracionista. Trata de evitar la creación de mundos paralelos, la separación, la fragmentación social basada en la cultura y en el origen. Su lenguaje es el de la cohesión, la confianza, la comunión de valores. Una sociedad de inmigración requiere que los inmigrantes y los ciudadanos se sientan cómodos.

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