Autor: SALAZAR,
Domingo de |
Localización
y transcripción: Carles Brasó Brogi |
Por ser las cosas de China tan dignas de ser savidas, me paresçió
dar á Vuestra Magestad quenta dellas en carta por sy, para podella
dar más larga, aunque todo lo que se dixere será poco en comparaçión
de lo que ello es. Pero antes de benir á tratar de lo que Dios por
su misericordia nos a querido descubrir de las cosas de aquel Reyno, que tan
ocultas nos estaban, me combiene, para descargo de mi conçiençia
, y no morir con este escrúpulo, deshaçer un engaño en
que algún tiempo estuve, y con él escriví á Vuestra
Magestad lo que entonçes sentía, que, aunque según la
ynformación que tube escriví verdad, pero después e savido
pasar lo contrario; y aunque luego que me començé á desengañar
lo escriví á Vuestra Magestad, pero no fué con tanta
eficaçia como combenga, porque aún no estava yo del todo desengañado,
y agora que del todo lo estoy, tuviera por negoçio gravíssimo
no procurar deshaçello; y como entonces, por aber sido engañado,
escriví á Vuestra Magestad lo que sintía, fundado en
el dicho engaño, agora que estoy del todo desengañado escrivo
lo que siento, pues con todos los hombres y mayormente con Vuestra Magestad
se a de tratar siempre y en todo acaeçimiento la pura y llana verdad,
sin mezcla de cosas que la encubran.
Antes que á estas yslas llegase, abía oído deçir
que en el Reyno de la China ningún extranjero podía entrar sin
peligro de muerte como no llevasen liçençia de los que aquel
Reyno goviernan; y que si algún natural dél lleva algún
extraño sin liçençia, á él lo mataban y
al extraño ponían en prisión (de) donde nunca salía.
Llegado á estas yslas y començado a comunicar con algunos Portugueses
que acá benían, les oí deçir y afirmar lo mismo
que yo abía oído, y como benía con aquella opinión,
fácilmente creí lo que los Portugueses dixeron, y quedé
persuadido á que era verdad que ningún extranjero podía
entrar en la China sin peligro de muerte; y como yo de mucho atrás
e tenido gran deseo de la combersión de aquel Reyno, y con él
bine á estas yslas, porque una de las razones que me mobieron á
acetar este obispado fué saver que estavan estas yslas muy cerca de
la China y que abía en ellas muchos naturales de aquel Reino que á
ellas se abían benido á bivir, y doliéndome que por no
dexar entrar en aquel Reyno ningun extrangero se podría storbar la
predicaçión del Evangelio, hiçe ynformaçión
con muchos testigos Portugueses que estavan allí, de Macan y de la
Yndia, la qual envié á Vuestra Magestad, en que fue probado
que los superiores de la China que llaman mandarines no consentían
(que) nadie entrase en aquel Reino sin su licençia, y que para esto
tienen gruesas armadas para guardar las costas; que matan ó prenden
todos los que allá llegan. Fundado en esta relaçión que
por vía de Portugueses supe, escriví á Vuestra Magestad
afirmando que con justo título podía Vuestra Magestad enviar
su armada á aquel Reyno y quando no quisiese rescevir los predicadores,
abrir por fuerça de armas camino para que los resciviesen, teniendo
entendido que este impedimiento solos los mandarines lo ponían, y que
de parte del común no abía resistençia, sino que fueran
bien resçevidos. Estando, pues, todos en estas yslas y yo también
en esta opinión, quiso Nuestro Señor descubrir esta trama y
sacarnos deste engaño; y fué que un navío que salió
destas yslas para México, arribó con tormenta á las costas
de la China, y aunque al prinçipio los que en él iban rescibieron
de los soldados que la guardan algunos malos tratamientos pensando que eran
ladrones ó espías; pero después que fueron llebados ante
el gobernador mandarín y supo que iban de los Luçones, que ansí
llaman á estas yslas, los trató bien y mandó que los
bolviesen todo lo que les abían tomado, y castigó al que lo
tomó; y los enviaron en paz á Macan, de donde vinieron á
esta çiudad y en ella está oy el que fué por capitán
de la nao, y están dos agustinos que yban en ella, que me an contado
todo lo que les pasó.
De aquí començé á desengañarme y entender
que el Reyno de la China no era tan inascesible como los Portugueses lo deçian,
y entonces escriví a Vuestra Magestad la carta que arriba dixe, afirmando
que la mala fama en que echaban á los mandarines de la China, era más
imbención de Portugueses que fundado en verdad; y andando el tiempo
me fui confirmando más en esta verdad por algunas personas, ansí
religiosos como seglares, que destas yslas an ido á la China; que llegados
allá los prendieron para saver de donde benían y qué
buscaban y después que supieron lo que eran los dexaron bolver en paz
y los abiaron para que biniesen; y al punto de esta escrivo se allaron aquí
dos frailes françiscos que me contaron cómo luego que llegaron
á la China los prendieron y llevaron maniatados antel mandarín
y después que supo quien eran, los mandó soltar, y mandó
que les hiçiesen la costa hasta que pudiesen bolver acá; y acávame
de confirmar en esta verdad del todo, por la relaçión que tube
del buen resçivimiento que en la provincia del Chincheo hiçieron
á una nao, que el virrey de la Nueba España que entondes era
enviaba á Macan (llevando) por capitán (á) Lope de Palacios,
hermano del oydor Palacios, oydor de México. Esta nao, con tiempo forçoso
fue á dar á Chincheo, donde todos los que en ella (iban) fueron
muy bien resçividos, savido que yban á contratar á la
China; y les persuadieron á que no pasasen adelante, que allí
le darían carga para su nao; pero Dios que tenía ordenado de
castigar á los que por aquella vía, contra la voluntad de Vuestra
Magestad querían destruir á esta tierra, les cegó, para
que no tomasen el más saludable consejo, que les podía venir
(iban en esta nao tres religiosos de Sancto Domingo), que del de aquella provinçia
fueron muy bien resçividos y amorosamente tratados; llevólos
á la çiudad y dióles posada en su casa, y aposentó
donde pudiesen deçir misa, la qual dixeron con tanta quietud y seguridad
como si estuvieran en esta Corte; y abiéndolos tenido consigo ocho
días, los dexó yr á su navío y en él se
fueron á Macan. Esta relación tube de los mismos religiosos
que allí se hallaron, y al presente tengo en mi casa un hombre que
vino de México en aquella nao, que se alló á todo presente,
y me lo a todo contado; y porque esta relaçión, con otras cosas
que an pasado, se envió agora dos años á Vuestra Magestad,
y sé que an llegado allá, no me detengo en referir cosas más
en particular.
Todo esto é dicho para deshaçer aquella mala opinión
que de los mayores de la China se tenía, que aunque es verdad que biven
con reçelo y recapto, y como prudentes procuran tener su República
guardada, para que no entren á ella nasciones extrañas, que
la puedan ofender y perturbar; pero sin duda lo que se a dicho dellos es falso
testimonio que les an levantado, pues asta agora no sabemos que ayan muerto
á persona alguna, por solo aber entrado en su tierra, ni le ayan puesto
en perpetua cárcel, como los Portugueses deçían; y si
algún mal tratamiento an hecho á algunos Españoles que
(á) aquel Reyno an ido, a sido por el mal nombre y fama que los Portugueses
de nosotros entre ellos an dibulgado, diçiéndoles que se guarden
de castellanos, porque es una gente que anda á robar y á tomar
Reynos extraños; y como se an hecho señores de la Nueva España,
del Perú y de las Philipinas, procuraran también serlo de la
China; y como los deste Reyno son los más recatados del mundo, fácilmente
an creido lo que de nosotros les an dicho los Portugueses, y por esta causa
tratavan mal á los castellanos que allá yban. Esto que aquí
digo es cosa muy çierta, savido de personas que en la China se an bisto
en arto peligro de ser muertos por deçir los Portugueses á los
chinos que eran spías, y uno de los religiosos de Sant Francisco de
que arriba hiçe mençión, me a afirmado que él
por sus oidos oyó deçir que habían dicho los Portugueses
dellos que eran spías, y por eso los maniataron; que si yo no supiera
ser esto ansí, no me atreviera á afirmarlo á Vuestra
Magestad, por ser cosas tan graves y que á los Portugueses tan mal
está; y aunque esto no es de creer que todos lo digan, pero basta de
deçirlo algunos para que los chinos lo creiesen, que no poco daño
an hecho, y si Dios no lo remediara abían puesto ellos de su parte
impedimiento para que nunca el Evangelio entrase en aquel Reyno. Pero después
que an bisto lo contrario, y de los chinos ó sangleyes (que todo es
uno) que de acá ban y les quentan la llaneça con que acá
son tratados y la libertad con que andan entre nosotros, ánse asegurado,
y no resçiven ya escándalo de bernos allá, por lo que
paresçe, de aquellas dos naos que en aquella an dado. Y el doctor Sanctiago
de Vera me dixo el año pasado que tratava de concertarse con los mandarines
de Chincheo que nos diesen una ysla que está junto á aquella
costa, donde pudiesen poblarse los castellanos y poner allí su contrataçión,
y que no hallava á los sangleyes muy fuera de esto; mas como no a abido
efecto, no e savido por quién quedó. Y en confirmación
de que no tienen los mandarines tan çerrada la puerta de aquel Reyno
como los Portugueses deçían, agora poco á sucedido un
caso que lo da bien a entender, y es, que hechando los Portugueses á
todos los religiosos castellanos que estaban en Macan y mandándoles
ir á la Yndia sin desxarles bolver acá, dos frayles se fueron
ocultamente á la çiudad de Cantón, y de allí por
tierra se fueron á Chincheo, que abrá çién leguas
de camino, sin rescivir en todo él agravio ninguno, sino buenos tratamientos;
y el de Chincheo los envió á esta çiudad, dándoles
navío en que biniesen; y el capitán que los traxo a benido algunas
veçes a berme. Yo le e dado las graçias. Acá estos religiosos
al presente están en esta çiudad, y me an contado lo que les
pasó en el camino, desde Macan á Chincheo, y los regalos que
les hiço el capitán que les traxo desde Chincheo acá.
De todo lo arriba dicho se ynfiere que todo lo que se a dicho del Reyno de
China y de los mayores que la gobiernan, en quanto no dexar entrar allá
gentes extrañas, a sido imbención y embuste de Portugueses,
que por sus intereses particulares, pensando que su contrataçión
con los chinos abía de cessar si entrasen en ella castellanos, que
á esto lo emos atribuido los que acá estamos, ó por mexor
deçir a sido ardid del demonio, que por esta vía á procurado
impedir el fructo que en este gran Reyno se spera haçer entrando el
Evangelio en él, de la manera que Jesu-Christo, Nuestro Señor,
mandó a sus discípulos y apóstoles que lo predicasen
por todo el mundo; esto es, no confiando en sus fuerças ni en sabidura
ni potencia humana, sino sólo en la virtud de Dios, que, quando es
servido, allana todas las dificultades que se ofreçen. Y si algunas
veçes dexa padeçer á sus predicadores, es para mayor
bien suyo, y para que más resplandezca la virtud y potencia de Dios;
y ansí digo que si en algún tiempo yo fuí de pareçer
que se podía dar guerra á la China por la falsa relaçión
que tube del impedimiento y estorbo que los governadores de aqel Reyno ponían
á la predicaçión del Evangelio, no dexando entrar en
él á los que lo podían predicar, y agora que sé
la berdad, digo que una de las mayores ofensas que á Dios se haría
y el mayor impedimiento y obstáculo que se podrían al Evangelio,
es ir á la China con mano armada ni con género de violençia,
porque hasta agora ninguna causa, derecho ni raçón a abido,
ni hay de nuestra parte, para poder entrar en aquel Reyno con mano armada,
pues es çierto que ni á ellos se les a dicho, ni an entendido
lo que nosotros pretendemos, sino que nos tienen por gente que no tratamos
sino de usurpar Reynos extraños, y teniéndonos en esta posesión,
muy bien haçen de guardarse de nosotros; y para desaçerse tan
mala opinión que de nosotros tienen, no ha de ser yendo allá
con grandes armadas y exérçitos formados, porque destos ningún
otro efecto se puede seguir sino alborotar y scandaliçar el mayor y
mexor Reyno que ay en el mundo, y entrando en él cómo y de la
manera que Dios manda y quiere, y al tiempo que su Divina Magestad tiene ordenado,
que los hombres no lo podemos saver, se hará una de las mayores combersiones
que desde la primitiva yglesia acá se han visto; y esto es lo que el
demonio procura storbar hechando fama de que si no es por armas, no se puede
por otra vía entrar en la China; como se (es) verdad que no se a descubierto
esta agora gente tan aparejada para rescibir el Evangelio, como esta es, ni
de quien tanta speranza se pueda tener del mucho fructo que en ellos se hará
yéndoles á predicar el Evangelio, como nuestro Señor
Jesucristo lo ordenó; y si alguno, aunque sea un ángel del cielo,
fuere de otro parecer, téngalo Vuestra Magestad por instrumento del
demonio con zelo, no según çiencia, quiere persuadir que el
Evangelio de Jesucristo se haya de predicar como el Alcorán de Mahoma,
con violencia y fuerça de armas; lo qual Dios aparte del pensamiento
de todos los príncipes christianos y de todos los que bien sienten
de la Ley de Dios y Verdad evangélica; que yo bien çierto estoy
que sabida por Vuestra Magestad la verdad, no permitirá que se haga
más deso lo que sea conforme á la voluntad de Dios.
Viniendo ahora á la narración de lo que toca á los sangleys,
tubiera neçesidad de alargarme mucho en esto, si antes de agora no
obiera noticia á Vuestra Magestad de muchas cosas á esta matheria
pertenesçientes, y ansí iré abreviando por no haçer
á esta más larga de lo que combiene.
Quando á esta tierra llegué (vi que) en un pueblo que se llama
Tondo, çerca desta çiudad, un río en medio, abía
mucho número de sangleyes poblados y algunos dellos christianos, pero
los más ynfieles; abía también en esta çiudad
algunas tiendas de sangleyes que se quedaban á bivir acá para
acavar de bender las mercadurías que les quedavan de un año
para otro: estavan estos sangleyes derramados entre los Españoles,
sin tener lugar cierto donde viviesen, asta que don Gonçalo Ronquillo
les señaló lugar donde viviesen, á manera de alcaicería,
que acá llamamod Patián, de quatro quartos grandes; aquí
se hiçieron muchas tiendas, y començó á ser la
contrataçión mayor y benir más sangleyes á esta
çiudad, yo, con el deseo que traía de la combersión de
esta gente, luego puso los ojos en ellos, procurando que fuesen bien tractados,
porque desta manera se aficionasen á nuestra Ley, por saver que esta
era la voluntad de Vuestra Magestad; porque donde están los Españoles,
siempre hay algunos indisciplinados y que, sin tener consideración
al buen exemplo questán obligados á dar á estos ynfieles,
les haçen algunos malos tratamientos, por lo qual yo comencé
a faborescellos y amparallos, riñiendo á los que los maltrataban
y procurando que se deshiçiesen los agravios que les haçían,
de manera que libremente pudiesen entender en sus grangerías y bender
sus mercadurías, que en esto a abido muy grande excesso en esta çiudad
por los que estavan obligados a remediallo. De aquí començaron
los sangleyes á tomarme mucho amor, porque es la gente más agradeçida
que yo e visto, y poco á poco se a benido á engrosar tanto esta
contratación, y á ser tantos los navíos sangleyes que
á esta çiudad vienen con mercadurías y todo género
de lienços, sedas, muniçiones y cosas de mantenimientos, trigo,
harina, açucar y muchos géneros de frutas, mas como las de Spaña
no se an visto, y áse ennoblecido tanto esta çiudad, que si
no fueran por los incendios é infortunios que le an benido por mar
y por tierra, fuera una de las más prósperas y ricas que Vuestra
Magestad en sus Reynos tiene; porque como en otras á Vuestra Magestad
e escrito, esta çiudad está en el mejor puesto del mundo para
todos los intereses y bienes temporales y spirituales que se pueden desear,
pues por la parte de levante, aunque muy apartados, pero que se puede venir
con buena navegación á ella, tiene los Reynos de Nueba España
y Perú; al norte, como á la distancia de tresçientas
leguas, las grandes yslas del Iapón; al norueste el grande y estensísimo
Reyno de la China, tan çerca desta ysla, que partiendo un día
por la mañana con raçonable tiempo, otro dia se desçubre
tierra de la China; al poniente la Conchinchina, los Reynos de Sián
y Patany, Malaca y el gran Reyno del Dacheu, ques la antigua Trapobana, y
las dos Xavas, mayor y menor, y al medio día las yslas Maluco é
Burney; y de todas estas partes bienen, á contratar á esta çiudad;
y de aquí se puede ir á ellas, porque todas están çerca,
y para lo spiritual, si obiese ministros del Evangelio que pudiésemos
enbiar allá, están todas estas puertas abiertas, y se haría
muy gran fructo, porque (á) algunas destas partes an ydo religiosos
de Sant Françisco y los an resçivido muy bien; y por aber muchas
guerras y no aber lenguas, se bolvieron. En la China no ay tanta certidumbre
que serán rescebidos como en las demás partes, pero asta agora
á ninguno de los que allá an ido los an muerto ni hechado en
prisión para detenellos allá.
Estavan todos los sangleyes, quando yo bine, casi olvidados y hechados al
rincón, sin que se tratase de su combersión, porque no abía
quien supiese su lengua ni quien se pudiese á deprenderla, por la mucha
dificultad que tiene, y por estar los religiosos que aquí estavan ocupados
con los naturales destas yslas; y aunque los religiosos de Sant Agustín
tenían á cargo los sangleyes de Tondo, no los administravan
ni doctrinavan en su lengua, sino en la de los naturales; y ansí los
sangleyes christianos que avía lo eran de sólo nombre, sin saber
más de la christiandad, que si nunca la obieran resçibido; y
doliéndome yo mucho que una naçión tan ilustre como ésta,
caresçiese de ministros que en su misma lengua los enseñase
y doctrinase, procuré con don Gonçalo Ronquillo que los pusiésemos
aparte, en sitio de por sí, y se les diesen ministros, que aprendiesen
su lengua y en ella les enseñasen; y estando ya todo conçertado,
y señalado el ministro, se bino á deshaçer todo por estorbos
que entonçes se ofresçieron; y abiendo acudido á todas
las religiones á que me señalase algún religioso dellas
que aprendiese la lengua y encargarse dellos, y aunque todos mostraban deseo
de lo querer haçer y algunos lo començaron á deprender,
pero ninguno salió con ella, y ansí se estuvieron los sangleyes
sin aber quién los doctrinase, ni tratase de su combersión,
con las veras que es menester, asta que el año de ochenta y siete traxo
Dios á estas yslas los religiosos de S. Domingo, con cuya benida vino
el bien destos sangleyes, como por el efecto se a parescido, como adelante
diré. Mostró Dios luego que los religiosos vinieron ser su voluntad
que ellos tomasen los sangleyes á su cargo, porque por estar esta çiudad
edificada en un estrecho sitio, çercada de una parte de la mar y por
la otra de un río, y estar ya todo tomado, paresçía no
aber lugar donde los dominicos asentasen, y luego se descubrió un sitio
que asta allí nadie abía caído en él, ques agora
lo mejor de la çiudad: está junto al Parián de los sangleyes,
y esta fué la ocasión de començar los religiosos de esta
orden á comunicarse con ellos y á tomarse amor los unos á
los otros; porque todas las veçes que salen del Parián ó
buelven á él, pasan por la yglesia de Sancto Domingo, y muchas
veçes se detienen á mirar lo que en ella se haçe, porque
es jente muy curiosa, y cuando se haçen las proçesiones del
Rosario y de los juramentos, cofradias que están fundadas en aquella
casa, salen mucho número de sangleyes á bellas; y como están
tan cerca del monasterio, oyen de noche cantar los maytines á los religiosos,
de que no poco se edifican, porque también ellos tienen su modo de
religión, y ay religiosos entre ellos, que hacen muy aspera vida y
presumen de ser muy contemplatibos; y cuando Dios sea servido de alumbrallos,
no ay duda sino que aprovechará mucho la christiandad.
Dixe arriba que el monasterio de Sancto Domingo está junto al Parián
de los sangleyes, el qual está edificado junto con esta çiudad,
entre el norte y levante, en un gran pantano de ciénaga que allí
abía; pasólos allí Diego Ronquillo, siendo governador,
por haberse quemado el otro Parián que don Gonçalo Ronquillo
abía hecho, y aunque al prinçipio paresçió un
disparate pensar en aquel çieno se abía de haçer habitación
de ombres, pero los sangleyes que son gentes codiciosísimas, y los
más ingeniosos que debe aber en el mundo, se dieron tan buena maña,
que (en) un sitio al paresçer inabitable, an hecho un Parián
á la forma del otro, pero mucho mayor y alto, más acomodado
(que el) otro que los sangleyes pretenden, porque en la parte fixa donde están
los quatro quartos, an hecho sus casas y calles por donde andan, que será
cada calle de estos quartos.
Pasos en largos, están los quartos en forma quadrada. Tornóseles
á quemar este Parián por ser las casas paxiças, y con
la buena diligencia del doctor Vera, presidente y governador, se tornaron
á haçer mucho mejores, y cubiertas de texas, por seguridad del
fuego: a ennoblecido tanto este Parián á esta çiudad,
quanto me atrevo á afirmar á Vuestra Magestad que ninguna çiudad
de quantas agora se saven allá y acá, no ay cosa tanto de ver
como esta, porque en él ay toda la contrataçión de la
China, donde se hallan todos los géneros de mercadurías y cosas
curiosas que de allá bienen; y se comiençan ya (á) hazer
acá con tanta frecuençia y más perfición que se
haçen en la China, por la comunicaçión que con los Españoles
tienen, que con ella se an perficionado en cosas que en la China no se solían
haçer. Hállanse en este Parián todos los oficiales de
todos los oficios y artes mecánicas de una República, y de todos
en mucha cantidad; y que hacen cosas muy más curiosas que en España,
y algunas veçes tan varatas, ques vergüença deçirlo;
y si los castellanos fuésemos tan recatados en el tratar con ellos
como son los Portugueses, baldrían las cosas mucho más varatas,
y los sangleyes ganarían en ellas, porque en la China balen las cosas
muy varatas, y por poco que se ganen en ellas, bendidas acá, es mucho
la ganancia para ellos: pero (á) los castellanos no se les puede poner
freno ni ponellos en orden, y ansí se ba ya todo estragando: y como
los sangleyes, que no son nada neçios, les ban conosçiendo el
humor, aprovéchanse del poco miramiento de los Españoles, y
con brevedad se haçen más ricos de los que fueran, si los Españoles
supieran tener modo.
Ay en este Parían médicos y boticarios, con rétulos en
sus lenguas puestos en las boticas, que declaran lo que en ellas se bende;
ay también bodegones en mucha cantidad donde acuden los sangleyes y
naturales á comer, donde me diçen que también acuden
spañoles; los officios mecánicos de los Españoles an
cessado todos, porque todos se visten y calçan con sangleyes, por ser
muy buenos oficiales, al uso de España, y háçenlo todo
muy barato; los plateros, aunque no saben esmaltar, porque en la China no
usan esmalte, pero en lo demás, ansí de oro como de plata, haçen
obras maravillosas, y son tan ábiles é ingeniosos, que en viendo
alguna pieça hecha de oficial de España, la sacan muy al propio;
y lo que más me admira es, que con no aber quando yo aquí llegué
hombre dellos que supiese pintar cosa que algo fuese, se an perfiçionado
tanto en este arte, que ansí en lo de pinçel como en lo de bulto,
an sacado maravillosas pieças, y algunos niños Jesús
que yo e visto en marfil, me pareçe que no se puede haçer cosa
más perfeta; y ansí lo afirman todos los que los an bisto. Banse
proveyendo las yglesias de la ymágines que éstos haçen,
de que antes abía mucha falta, y según la abilidad que muestran
al retratar las ymágines que bienen de España, entiendo que
antes de mucho no nos harán falta las que se haçen en Flandes;
y lo que dixe de los pintores, digo también de los bordadores, que
ban ya haçiendo obras bordadas muy perfetas y se van cada día
perfeccionando.
Lo que acá á todos nos á caydo en mucha graçia
es que vino aquí un enquadernador de México, con libros, y puso
tienda para enquadernar; asentó con un sangley, diçiendo que
le quería servir, y, disimuladamente, sin que el amo lo hechase de
ver, miró cómo enquadernava, y en menos de.... se salió
de su casa diçiendo que ya no le quería servir, y puso tienda
deste oficio; y certifico á Vuestra Magestad que salió tan exçelente
oficial, que al maestro le a sido forçoso dexar el oficio, porque todos
acuden al sangley, y haçe tan buena obra, que no haçe falta
el oficial Español, y al punto que estas escrivo, tengo en mis manos
un Nabarro en latín, enquadernado por él, que en Sevilla á
mi juiçio no se encuadernara mexor.
Ay muchos ortelanos entre estos sangleyes, que en partes donde parescía
no poderse dar nada, crían ellos muy mucha y muy buena ortaliça
ansí de la de España como de la de México, y tienen esta
plaça tan proveída como la de Madrid ó Salamanca. Haçen
sillas, y frenos, y estribos, tan buenos y tan varatos, que algunos mercaderes
quieren de ellos haçer cargaçón para México.
Del trigo y harina que trahen de la China, ay muchos panaderos que cucçen
pan y lo benden en la plaça y trahen por las calles, de que á
esta çiudad á benido mucho provecho, porque haçen muy
buen pan y barato; que con aber tanto arroz en esta tierra, muchos se sustentan
con el pan, lo que antes no se solía haçer. Y son tan combenibles,
que quando alguno no tiene dinero para pagalles el pan, se lo dan fiado sobre
tarxa; y aconteçe comer muchos soldados un año entero desta
manera, sin que los panaderos les dexen de acudir con todo el pan que an menester,
que a sido para esta çiudad un gran remedio de pobres; que si este
refuxio no tubieran, padesçieran muy grande nescesidad. Provéenos
también de carne, de la que se cría en esta tierra, puercos,
benados, carabaos, que son los búfanos de Italia, y es tan buena carne
como de baca. Venden también muchas gallinas y gaüchos, que sy
ellos no los vendieran, padesçiéramos todos nesçesidad;
y son tan aplicados á ganar de comer, que hasta la leña partida
venden en el Parián; y lo que más á esta çiudad
tiene sustentada, es el pescado que estos sangleyes trahen á vender,
porque es tanto lo que cada día toman, que anda sobrado por las calles,
y lo dan tan varato, que por un real se merca pescado para comer y cenar en
una casa de las principales.
En lo que queda dentro de los quatro lienços del Parián, está
una laguna muy grande, que se ceba del agua de la mar por un estero que entra
á ella. Ay en medio desta laguna una ysleta donde se haçe justicia
de los sangleyes que algún delito cometen, para que puedan ser vistos
de todos. Adorna mucho esta laguna al Parián, y es de tanto provecho,
que allí se hallan gran cantidad de naviós que tratan por el
estero que arriba dixe, quando cresçe la mar, y en estos navíos
se trahe toda la provisión que al Parián viene, y de allí
se reparte por toda la çiudad.
Entre los provechos que de la comunicación de los sangleyes á
esta çiudad a benido, es uno, y no de los menores, que con ser en España
las obras de piedras tan costosas y dificultosas de haçer, en esta
çiudad, por la buena diligencia y el trabajar mucho los sangleyes,
se haçen casas de sillería buenas y varatas, y con tanta brevedad,
que dentro de un año ha abido hombre en esta çiudad que ha hecho
casa para vivir en ellla. Y bánse haçiendo muchas casas, y muy
sumptuosas, y yglesias, monasterios, ospitales y un fuerte, todo con tanta
brevedad, que es cosa de admiraçión. Haçen ladrillo y
texas mucho y varato y muy bueno; la cal se començó al prinçipio
á haçer de piedra, como en España, y los sangleyes an
dado en haçerla de unas piedreçillas que se hallan en esta costa,
que llaman corales blancos; y de conchas de ostiones, de que ay mucha cantidad:
aunque al prinçipio nos paresçía que no era buena esta
cal, pero después aca salió tal y tan buena, que ya en esta
çiudad no se gasta otra; y vino á valer tan varata, que en mi
casa se comprava un cahíz por quatro reales, y ansí en las demás;
y un millar de ladrillos por ocho reales; pero este preçio no es fixo,
porque sube y baxa conforme el dinero que de México viene. Y saven
los sangleyes aprovecharse muy bien del tiempo, y vender sus cosas más
caras quando saven que ay dinero para comprallas; pero nunca se encareçen
tanto, que no queden las cosas en muy buen preçio; y toda la cal, ladrillo
y texa se obligan á poner en casa del que lo compra, que es grande
descanso, y también lo es muy grande edificar con estos sangleyes,
porque ellos se conçiertan á un tanto por cada braça,
y ellos cortan la piedra y trahen la arena, y dándoles cal, ponen ellos
todo lo demás; y desta manera dan la cassa ó la obra hecha con
mucho descanso del dueño. El xornal de un sangley, quando no trabaxan
á destaxo, es un real cada día, y a de comer dél. Son
grandes trabaxadores, y muy cobdiçiosos del dinero, y a acudido tanto
número de ellos á esta çiudad, que junto al Parián
de que arriba e tratado se ba haçiendo otro grande Parián; y
de la misma forma donde muchos sangleyes an hecho sus casas; y estubiera del
todo poblado ya, si los ladrillos de México no obieran faltado el año
pasado, los quales, según dicen, no dexó benir el marqués
de Villa-Manrrique, de que no pequeños daños é perdidas
an benido á esta çiudad y á los sangleys. Él dará
quenta á Vuestra Magestad, y más estrecha á Dios de los
daños y pérdida que por su causa á esta tierra an benido;
que si Vuestra Magestad no lo remediara embiándole subcessor, y tan
bueno como lo envió, diera presto con esta tierra al través,
y ansí la dexa harto fatigada y aflixida.
Residen en este Parián de hordinario de tres á quatro mill sangleyes,
sin los que van y vienen en los navíos, que suelen ser más de
dos mill, y con éstos y con los que residen en Tondo, y con los pescadores
y ortelanos que viven en esta comarca, me diçen los padres de Sancto
Domingo que los tienen á cargo que habrá de hordinario de seis
á siete mill sangleyes, en cuya combersión y administraçión
andan ocupados quatro religiosos de la dicha orden.
Muchas menudençias son las que aquí e referido, y no paresçe
mucha la prudençia haçer carta tan larga para quien está
tan ocupado como Vuestra Magestad, y en negoçios tan gravíssimos;
pero mi buen çelo meresçe perdón, pues de tierras tan
apartadas y de gente tan extraña como esta y de quien tan poca noticia
hasta aquí se a tenido, porque los Portugueses an procurado que nosotros
no la tubiésemos, raçón era dar á Vuestra Magestad
relaçión y notiçia muy en particular, para que se sepa
lo que ay y pasa en estos sus Reynos, y goçe Vuestra Magestad por esperiençia
lo que sus antepasados aun de oydos no pudieron. Y si no obiera dado á
Vuestra Magestad notiçia de otras muchas cosas que acá pasan,
no me atreviera á dexar de haçerlo agora, aunque me pusiera
á peligro de ser tenido por prolixo.
En este estado y disposiciones estavan los sangleyes en lo temporal, quando
llegaron á estas yslas los religiosos de Sancto Domingo, que fue el
año de ochenta y siete, por mayo, y porque lo que subcedió desde
su venida asta que el siguiente año escriví á Vuestra
Magestad, di cuenta de la extraña mudança que obo en los sangleyes
después que los religiosos de Sancto Domingo los tomaron á cargo,
y del gran fructo que en ellos se començó á haçer,
y quán de buena gana començaron á tomar la christiandad,
y an perseverado hasta agora; no quiero en esta tornarlo á repetir,
aunque abía artas cosas dignas de ser sabidas, y para dar muchas graçias
á Dios, que tan maravilloso se muestra quando quiere. Lo que me resta
de deçir, es la yda de los religiosos de Sancto Domingo á la
China, que aunque no savemos lo que les a subcedido por aber poco que se fueron,
pero los principios an sido tales, que no se puede dexar de esperar muy buen
fin ayudándolo Nuestro Señor.
De los religiosos de Sancto Domingo que á estas yslas vinieron, quatro
son los que se ocupan en el ministerio de los sangleyes, los dos en la yglesia
de Sant Gabriel, que con la casa en que viven los religiosos, está
fundada junto al Parián, y otra yglesia con su casa en la punta de
Bay-bay, junto á Tondo, que la devide un río y devide Manila.
De estos quatro, los dos an aprendido tan bien la lengua de los sangleyes,
y el uno las letras de su lengua, ques la cosa más dificultosa que
en ella ay, que los sangleyes están maravillados de lo que save. Con
la ocasión que los ynfieles de un pueblo y de otro tenían de
yr á oyr los sermones que los padres predicavan á los christianos,
binieron á entender muchas cosas de nuestra fee, y algunos á
desear el baptismo; pero visto que si se haçian cristianos no los abían
de dexar bolver á sus tierras, por el peligro que la Fe corría,
por ser allá todos ydólatras, deçían que nuestra
Ley era muy rigurosa, pues para abella de resçibir se abía de
desterrar uno de su tierra natural, y privarse de su padre y madre, de muger
é hijos y parientes; y nos haçían tales raçones,
que paresçía querernos conbençer á que baptiçásemos
sin cortalles el cabello y los dexásemos ir á su tierra; y visto
que esto no convenía, quedándose las cosas como estaban, ellos
mismos deçían que fuesen padres á sus tierras á
predicalles, y que allá se conbertirían sin tanto riesgo como
acá tenían, y dado y tomado sobre este negoçio, nos determinamos
los padres de Sancto Domingo é yo que convenía yr á la
China, para que si Dios fuese servido que allá se quedasen, pudiésemos
baptizar á los que acá están sin cortalles el cavello
y sin detenellos de que no pudiesen ir á sus tierras y gozar de sus
hijos y mugeres y haçiendas. Desto olgaron mucho los sangleyes, pero
del modo como abían de ir, ubo diferencias; porque el presidente tenía
por mejor que fuesen en una fregata acompañados de Españoles,
y los chinos deçían que no conbenía ir con Españoles,
sino solos los frailes; ubo en esto muchos dares y tomares. Vi yo el negocio
dos ó tres veçes perdido, porque el demonio, con todas sus fuerças
procurava estorballo; stubo ya una fregata comprada, y caudillo señalado,
y hombres que abían de ir en ella á llevar los frailes; y estando
ya casi todo á punto y para haçerse á la bela, se desconcertó
sin saver por dónde ni cómo, y estando yo desauciado y muy triste,
por ver desconçertada una jornada que yo tanto deseava, y que teniendo
licencia de Su Santidad y espresa cédula de Vuestra Magestad para que
nadie lo estorbase, no había bastado para que se hiçiese. Paresçíame
que esta era la voluntad de Dios, y ansí estuve para dexarlo; pero
Dios, cuya disposiçión no pende de consejos de hombre, lo hordenó
mejor que yo lo pudiera desear, porque mobió los coraçones de
los sangleyes cristianos, el uno don Francisco Zanco, governador de los sangleyes,
cristiano, y el otro don Tomás Syguán, á quien abrá
como dos años que yo le baptizé sin cortalle el cavello, paresçiéndome
que Dios abía de haçer por él alguna gran cosa, como
lo a hecho el otro, por ser de los christianos más antiguos desta ysla,
andava también con cavello. Estos dos, quando vieron que los Españoles
no iban á la China y que los frayles que quedaban por no aber quién
los llevase, fueron á fray Juan Cobo, ques uno de los frayles que saven
muy bien la lengua y tiene á cargo los sangleyes de Parián,
y le dixeron que estaban muy tristes de ver la poca confiança que de
ellos se haçía, pues por no ir Españoles á la
China se quedaban los padres, y que siendo ellos christianos y naturales de
aquella tierra, irían con ellos más seguros; que no dubdase
de yr con ellos, que ellos perderían primero la vida antes que á
los religiosos les hiçiesen daño alguno. Tubimos esto por moçión
del Spiritu Santo, porque hasta allí jamás abíamos oido
que sangley ninguno se atreviese á llebar á Español ninguno
á la China, y ansí nos determinamos á que fuesen con
ellos. Dibulgado esto por el Parián, todos los sangleyes amigos, que
tenemos muchos entre los ynfieles, mostraron gran contentamiento, y un sangley
christiano había dos días que no comía bocado de pena
de ber que se quedava la jornada, y quando supo que se haçía
y como se haçía, no cavía de plaçer, diçiendo
que aquel camino era el que deseaba, y de la manera que convenía se
hiçiese. Yo llamé a dos sangleyes ynfieles, que si no les faltase
la fe tienen todas las partes que un hombre de bien puede tener, y spero en
Dios que an de ser pronto christianos, y les pregunté que les paresçía
de aquella ida; y dixéronme que ellos estaban muy contentos de ber
que de aquella manera fuesen, porque yendo con Españoles, yba todo
perdido; y ansí se determinó la ida y determinóse que
por agora no fuesen más que dos religiosos; y fué el uno Fr.
Miguel de Benavides, el primero que supo la lengua de los sangleyes, y el
otro fray Juan de Castro, que bino por vicario de los religiosos y acá
le hiçieron provincial, y paresçionos que debían estos
dos más que otros, el uno por saber muy bien la lengua y el otro porque
por sus venerables canas y santa ançianidad es muy querido y estimado
de los sangleyes, y savemos que en aquella tierra los viejos son muy reverençiados
y acatados. Fueron estos padres, como Nuestro Señór envió
á los discípulos: desnudos de todo favor humano, (sin) más
que llevar solas sus personas y sus breviarios y Biblia, sin querer llebar
otra cosa, y desta manera, y no rodeados de soldados, se a de predicar el
Evangelio.
Doy muchas graçias á Dios que esta jornada, tan deseada de mi,
bino en tener el mexor principio que yo pudiera desear, porque ella se haçe
con spresa licencia del Papa y con su cédula de Vuestra Magestad, con
la boluntad del governador y mía y de los oydores desta audiencia;
híçose con mucho contento de todas las religiones y de todos
los veçinos de esta çiudad, con gran demostraçión
de alegria de todos los sangleyes; plega á la Divina Magestad que el
fin sea qual todos deseamos. Concurrió en esta jornada otra cosa que
á todos nos dió muy gran contento y puso sperança que
Dios quería ya abrir la puerta de este gran Reyno, y fué que
aquel capitán que dixe arriba que abia traydo los dos frayles de Sant
Francisco á esta çiudad, reçivió una carta, que
ellos llaman chapa, al presidente, rogándole que hiçiesse justicia
al capitán que aquella traía, para que cobrase ciertos dineros
que en esta çiudad le devían, y en ella diçe que ruega
mucho á los dos grandes padres Juan y Miguel, que an aprendido la lengua,
que ayuden á aquel capitán, porque se tiene allá notiçia
que faboresçen mucho á los sangleies, y los nombran dos veçes
en aquella chapa, y las letras primeras de los dos nombres bienen de colorado,
ques entre ellos señal de beneración, una sangleya que está
en Chincheo escrivió una carta á fray Juan Cobo, dándole
graçias porque abía ayudado á su marido en un negoçio.
Y estas fueron las primicias que supimos que esta jornada iba guiada por Dios,
y ansí martes, veinte y dos de Mayo deste año de noventa, fuy
yo á la yglesia del Parián y dixe misa; y acabada de deçir,
aquellos dos sangleyes que se habian ofrescido, hiçieron una çerimonia
arto de notar, y fué que se incaron de rodillas ante el altar donde
yo dixe misa, y estuvieron como dos credos en su lengua hablando el uno con
el otro, asidos de las manos, y después se abraçaron; y supe
que con juramento se abían el uno al otro prometido amistad y fidelidad.
De allí se fueron los padres á embarcar é yo con ellos
y muchos sangleyes que nos yban acompañando, y por ser el biento contrario,
el navío en que abían de yr no pudieron salir á la bela,
y quiriéndolo sacar remolcandolo, salieron quatro champanes, que son
los bateles de los navíos sangleyes y con mucho regoçixo lo
sacaron más de una legua á la mar, á donde los dexamos
con la vendición de Dios, y nos bolvimos á esta çiudad;
y dos capitanes de dos navíos sangleyes que están de camino
para allá me an benydo á pedir cartas, prometiéndome
de dárselas en su mano, y no dexaré de escrivir con ellos. Para
concluir con esta materia, es neçesario dar á Vuestra Magestad
notiçia de un ospital que an hecho los failes de Sancto Domingo, que
tienen á cargo los sangleyes del Parián, junto á su casa,
donde se curan todos los sangleyes enfermos, y sin tener rentas más
de la que los padres buscan de limosnas y los sangleyes ynfieles la suelen,
an sustentado y sustentan aquel hospital; a sonado tanto en la China, que
á causado grande amor en toda aquella tierra para con los padres, saviendo
el buen acoximiento que en él haçen á los que de allá
vienen. Convirtióse abrá como un año un sangley principal,
entre ellos médico y arbolario, y éste, dexando todos los otros
yntereses del mundo se á ofrescido y consagrado al servicio del ospital;
éste cura los enfermos con mucho amor y caridad y les ordena sus purgas
y medeçinas. Finalmente lo traxo Dios allí para bien de aquel
ospital y para que más la fama dél se dibulgase en la China,
á Vuestra Magestad humilldemente suplico sea servido mandar que á
este ospital se le dé rentas para que puedan en él ser curados
los enfermos, que allende de ser obra propiamente de Vuestra Magestad, será
cosa sonorosa mucho en la China, y aprovechará arto más que
el presente que Vuestra Magestad mandava enviar al Rey.
El doctor Vera, siendo presidente, vista la buena boluntad con que aquellos
dos sangleys christianos don Francisco Çanco y don Tomás Siguán
se ofresçieron á llevar los padres á la China, les hiço
merced, en nombre de Vuestra Magestad, de franquear á cada uno dellos
un navío, por seis años, para que no paguen derechos dél.
Suplico á Vuestra Magestad sea servido de confirmalles esta merced
y alargársela por toda su vida, porque çierto que ellos hicieron
una obra muy grande y que de todos los desta çiudad, Españoles
y sangleyes, fué tenida en mucho, y meresçen por ella que á
vuestra magestad les haga merced, aunque no se siguiese el efecto que pretendemos,
pues ya ellos de su parte an puesto lo que pudieron.
Fray Juan Cobo, que es el religioso de Sancto Domingo que dixe arriba saver
la lengua de los sangleies y sus letras, ques lo que ellos en más tienen,
envía á Vuestra Magestad un libro sacado de otros que de la
China le han traido, que esta comunicaçión comiença ya
á aber entre ellos y nosotros, que no es mal principio para lo que
deseamos. Va el libro en letra de China la mitad de la hoja, y en la otra
mitad en la lengua castellana, correspondiéndose la una á la
otra. Es obra digna de Vuestra Magestad y como tal, sea de Vuestra Magestad
resçevida, no por lo que ella es, sino por ser tan peregrina y nunca
vista en el Parián y fuera de la China. Contiene, á mi juiçio,
cosas dignas de consideraçión y á donde se vee la fuerça
de la raçón humana, pues sin lumbre de Fee, se alcançan
cosas tan conformes á lo que la Ley cristiana nos enseña; y
por aquí berá Vuestra Magestad quán fuera de camino ba
el que pretende que en tal Reyno como el de la China, adonde tales cosas se
enseñan, entremos con guerra y fuerça de armas á predicarles
nuestra Ley; pues se ve claro que con tal gente como esta, más a de
poder la fuerça de la raçón que la de las armas; ordénelo
Nuestro Señor como él más se sirba, y le plegue que en
tiempo de Vuestra Magestad veamos convertidos estos Reynos á la Fée
y que Vuestra Magestad goçe de aquesta publicidad en la tierra y después
de la del cielo. Amén. Manila, á 24 de Junio, de 1590.
Fr. D. Obispo de las Philipinas